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Liberación - por Yolanda TR.

LAURA

La belleza salvaje de la isla de Skye había dejado en ella y en Fer, su marido, una huella muy profunda. Tanto que se convirtió en su destino de vacaciones predilecto. Incluso decidieron ser enterrados allí cuando llegara el momento, uno al lado del otro. Y ahora estaba en su cementerio, junto a la tumba de Fer.
Ya habían pasado quince meses desde el fatídico día en que la complicación de una infección se lo arrebató demasiado pronto. Su ausencia le desgarraba el alma y tenía serias dudas de que algún día fuera capaz de superar tanto dolor.
De hecho, no debía estar allí. Había visitado la isla al cumplirse el primer aniversario de su muerte, pero dos meses después recibió un sobre acolchado que contenía un libro de familia a nombre de Fer y de otra mujer, y una caja de cerillas vacía con el logo de un restaurante en una cara y una enigmática inscripción en la otra: “La muerte es una liberación”.
Se apoderaron de ella la rabia y la indignación.
Desde que se conocieron, la pareja había sufrido el acoso sistemático de Ana, una antigua novia de Fer, cuya obsesión por él rayaba la locura. No importaba si cambiaban sus rutinas, el número de teléfono o de piso, porque ella siempre encontraba la manera de hacerles la vida imposible. Pero este último golpe de efecto no se lo esperaba. No había sabido nada de Ana desde que Fer murió y había supuesto que el acoso había terminado. Era obvio que no. ¿Qué nueva locura tenía preparada?
Falsificar el libro de familia haciéndose pasar por la esposa de Fer era grave pero, ¿profanar un lugar tan especial como Skye? Eso era imperdonable. ¿Cómo si no tenía en su poder la caja de cerillas de su restaurante favorito?
Decidió zanjar la cuestión de una vez por todas y viajar de nuevo a Escocia, aunque supusiera un agujero importante en su limitada economía.
Cuando mostró una fotografía de Ana, todos los isleños negaron haberla visto. Así que se dirigió al cementerio.
Caminaba entre las tumbas inquieta, sin saber qué podía esperar. No estaba preparada para lo que encontró: dos lápidas, la de Fer y la de Ana. La fecha indicaba que ella había muerto diecisiete días después que él. ¿La muy loca se había suicidado y le había usurpado su lugar en el camposanto? La creía muy capaz.
Suspiró, aliviada, sabiendo que no la acosaría nunca más. Ahora tocaba demostrar quién era la verdadera esposa y exhumar a la impostora.

ANA, QUINCE MESES ANTES

Ana estaba rota y de riguroso luto. El amor de su vida había muerto y se negaba a asimilarlo. Si la entrometida de Laura no le hubiera cegado con sus modelitos sexys y su endulzada palabrería, aún sería suyo. Nunca la perdonaría por ello, como tampoco se arrepentía de todo lo que se había visto obligada a hacer para intentar separarlos. Soñaba con el día en que volvieran a estar juntos, como antes. Sin embargo, la inesperada muerte había hecho añicos sus esperanzas.
Asistió al funeral, aunque disfrazada para no buscarse problemas, y en cuanto supo que Laura volvía a Barcelona, tomó la decisión de quedarse en la isla y no separarse de Fer. Lloraba durante horas con la espalda pegada en la fría lápida y apenas comía ni dormía. Cuando se serenaba, creía verlo, a su lado. En una ocasión, la visión fue tan nítida que incluso sintió su abrazo. Sabía que no era real, pero lo disfrutó al máximo. Hasta que un pinchazo tras la oreja hizo que el mundo desapareciera para siempre.

FER

Ya faltaba menos para su liberación. Se colocó las gafas y la barba postiza con la que se movía por la zona para no ser reconocido y salió del coche en dirección a su tumba.
Como había previsto, Laura había caído en la trampa, creyendo que el sobre se lo había enviado Ana.
Era una pena tener que matarla porque la quería de verdad, pero debido al acoso de Ana ーde la que ya se había encargadoー, Laura se había vuelto agria e histérica, convirtiendo su relación en un infierno. Necesitaba acabar con la situación.
Ahora estaba a punto de empezar una nueva vida, solo quedaba atar el último cabo suelto. Se acercó a Laura, jeringuilla en mano. Sería el segundo cuerpo que encontrarían despeñado en poco tiempo. Y, con suerte, también parecería un suicidio.

Ccomentarios (1):

Otilia

18/06/2025 a las 16:58

Hola, Yolanda T., gracias por compartir tu relato.
Lo he leído de un tirón y me ha gustado el giro argumental. Como punto flaco sería que nos preguntáramos ¿a quién enterró Laura?, pero eso daría para otra historia.
Buen trabajo.
Saludos.

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