<< Volver a la lista de textos
En lo profundo del jardín - por Anavi
El autor/a de este texto es menor de edad
“Esfuerzo” para mí siempre ha sido una palabra clave en el logro de las metas, el problema surge cuando el objetivo cambia completa y repentinamente.
Durante cinco años construimos una sólida relación. Cuando te conocí no tenía ninguna clase de interés en ti, incluso me caíste mal en cierto punto, pero luego te me acercaste, con esos ánimos que brindabas a todos, y aunque no te quería para nada, despertaste algo en mí, y extrañamente llamaste mi atención. Los meses siguientes se basaron en hablar muy de vez en cuando y conocernos; y me alegraste infinitas tardes. Cuando nos hicimos novios, ninguno de los dos se lo esperó, pero el impacto que causaste en mí, solo hizo que quisiera ganarme hasta el último espacio de tu ser, y así hice.
Aquí me hallo, dentro del vasto corazón de Dalia. El lugar es… difícil de describir. Amplio, muy espacioso, lleno de ornamentos que describen a la perfección su personalidad; un olor a brisa fresca. Y pensar que me tomó tres años llegar aquí, y en el tiempo que llevamos juntos, siempre fui muy feliz recorriendo las caminerías que unen el suelo, que parece alguna vez haber estado separado, muy roto, dividido en varias islas; eso antes de que llegara yo. Ella pasó por momentos difíciles en el pasado, y es sorprendente ver los indicios de que alguien tan bueno puede llegar a estar tan roto por dentro. Me esforcé como nunca para llegar, tuve que abrirme paso entre un denso muro de maleza y espinas, amándola cada día, y asegurándome de que la huella que dejara en ella fuese genuina y especial; recuerdo que cuando por fin llegué, todo se iluminó más de lo que ya estaba; el aire de luto se volvió liviano, y las cayenas de por allá nunca volvieron a marchitarse. Mis días fueron excelentes, de hecho, excesivamente buenos… Siempre que lo recuerdo, me invade una lástima inmensa, porque ahora, después de tanto, estoy buscando la salida.
Hace unos días tomé la decisión, pero antes de decírselo necesito salir. Ella nunca me ha hecho nada realmente malo, solo sentí en mí una fuerte duda acerca de si quería seguir acá. Quizás lo que me dió fue más de lo que podía valorar, y ya no me siento capaz de hacer lo suficiente como en un principio, ella merece otra cosa, por eso será mejor que me vaya.
Llevo una semana caminando, pero no encuentro el borde de este corazón, la pared que lo rodeaba. Solo veo una zona oscura que presiento que no debo visitar, ya que de alguna forma sé que no es la salida; entonces empiezo a correr, a explorar todo por enésima vez, quiero irme ya.
Mientras corro, me topo con Dalia, que me suplica: — ¿Ahora por qué quieres irte? Quédate—. Quedo atónito con su presencia, nunca me la había encontrado antes, aunque supongo que tiene sentido, al final, este es su corazón. Pero no quiero enfrentarla, así que trato de huir y aparecen obstáculos en mi camino, ella está detrás de mí.
— No entiendo por qué. Explícame —.
— Dalia, ¿puedes dejarme ir? Así podré explicarte—.
— ¡No, por favor no te vayas! ¡¿No ves que no es necesario?! —.
—Es que ahora siento algo distinto, perdóname—.
—Si no sientes lo mismo, ¿por qué seguimos unidos? —.
Le pregunté a qué se refería con eso, pues aunque seguíamos juntos, yo tenía intenciones de terminarlo todo, y ella dijo: —Mira un poco más allá. No quisiste explorar este lugar completo—y señala la zona oscura que no visité. En silencio, tomados de la mano, atravesamos un pasaje con objetos que llamaban a los recuerdos de todos esos años que hemos estado el uno para el otro.
—Siempre hemos podido compartir este lugar, amor mío. Yo siempre he sido capaz de entenderte, pero veo que tienes que saber analizarte tú también—, dijo ella con un tono más tranquilo. —El corazón no miente ni olvida, Cris. Puedes estar confundido, pero si este lugar sigue existiendo, y tu mitad sigue estando unida a la mía, es porque todo está bastante claro aquí dentro. Siempre que lo necesites yo te acompañaré, hasta que te des cuenta de lo que quieres hacer—. Al avanzar, supe que ya no estábamos en su corazón, sino en el mío. Pero no pasé a entender más ni menos, solo nos quedamos en silencio, buscando algo. Sabía que la respuesta estaría allí, así que solo esperé y sonreí.
Comentarios (0)