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Carolina - por Silvia Angulo
Carolina siempre había sido una chica alegre y dicharachera. Ponía la felicidad de los demás por delante de la suya y se entregaba con generosidad a quienes la rodeaban, porque eso también la hacía feliz. Era como si su propia felicidad dependiera del bienestar emocional de los demás.
Para ella, ese estado también tenía un nombre: su padre. Era su ídolo, su faro y su estrella de guía. Uno de esos hombres que dejan huella sin hacer ruido, discretamente. Tal vez no era perfecto —nadie lo es—, pero a ella eso no le importaba. Lo amaba casi con devoción, con ese amor que no necesita explicaciones. Para ella, era alguien excepcional.
Su muerte dejó a Carolina descolocada. La sacó de su zona de confort y la empujó bruscamente a un duelo que, aunque había imaginado muchas veces, no fue hasta que lo vivió que se dio cuenta de lo mucho que dolía. Nunca antes se había sentido tan sola, tan perdida y tan desorientada. Era como naufragar y despertar en una isla desierta, en medio del océano, sin recursos, sin rumbo y sin mapa que seguir.
Tras varios meses de luto, de tsunami emocional, trámites agotadores y despedidas dolorosas, decidió reconstruirse. Y lo hizo como creyó que él lo habría querido: sin rendirse. Se rodeó de todo aquello que merecía la pena, de lo que la hacía crecer y de personas que sumaban y le recordaban quién era en realidad. Y entonces, una mañana cualquiera, sin buscarlo, lo encontró.
Solamente fue una mirada, pero la reacción de su cuerpo, de su piel y del resto de sus sentidos se lo dijeron todo. Por fin lo había encontrado. Y no le cabía la menor duda: su padre, desde lo más profundo del universo, le estaba echando una mano.
Comentarios (2):
Merche González
18/06/2025 a las 14:54
Hola, Carolina.
Me ha gustado tu historia. Es bonita, triste, esperanzadora. Todo en uno. Creo que el texto conecta con el lector, porque todos nos hemos sentido como la protagonista en algún momento de nuestras vidas (todos hemos perdido a alguien querido o hemos tenido un momento de esos de sentirte completamente desubicado) y me gusta mucho cómo, al final, Carolina consigue hacerse fuerte y percibe la ayuda de su padre.
En cuanto al formato, creo que el texto es gramaticalmente correcto, las oraciones están bien construidas y los signos de puntuación están bien utilizados. Sí que se podrían separar los párrafos con un espacio para que se distingan bien las tres partes de la historia (aunque imagino que esto puede ser un problema del formulario de envío, que no ha tenido en cuenta esas separaciones).
Por ponerte un “pero”, creo que en algunos momentos utilizas expresiones que son un poco repetitivas. Te pongo un ejemplo: “Carolina siempre había sido una chica alegre y dicharachera. Ponía la felicidad de los demás por delante de la suya y se entregaba con generosidad a quienes la rodeaban, porque eso también la hacía feliz. Era como si su propia felicidad dependiera del bienestar emocional de los demás.” En estas tres oraciones, expresas un poco la misma idea, vienen a decir lo mismo. Quizá podrías utilizar algún hecho concreto, una anécdota, para explicar que era una chica generosa y disfrutaba de ayudar a los demás, sin decirlo expresamente. Pero vamos, ya te digo que es por decirte algo que creo que se podría mejorar.
El relato es muy bonito y expresa mucha sensibilidad. Me ha gustado y me he sentido identificada con la protagonista. Enhorabuena.
Merche González
18/06/2025 a las 15:00
Se me ha pasado comentarte que en mi relato, casualmente, también ha fallecido el padre del protagonista. Y leyendo otros relatos del mes, veo que hay más padres y madres fallecidos.