<< Volver a la lista de textos
Huellas de luz - por Carlos ArroyaveR.
En una tarde donde el sol carmesí se ocultaba bajo el horizonte marino y la brisa cálida mecía las olas, Esmeralda recorría descalza la suave arena de la isla. Observaba con atención sus pasos, decidida a atesorar cada instante del abrazo reconfortante que la arena ofrecía a sus pies.
Caminaba sin rumbo fijo, con el único propósito de dejar fluir sus pensamientos, de escucharlos con atención. Por primera vez en mucho tiempo, se cuestionaba el sentido de su vida, de lo que había estado haciendo en sus últimos años y como cada paso que dio la condujo hasta ese instante. Lo comprendía mientras observaba sus huellas en la orilla: marcas temporales que el mar ya empezaba a borrar, igual que tantos recuerdos y decisiones que habían quedado atrás.
De su bolso sacó un cigarro, buscó fuego y se dio cuenta de que no había llevado encendedor. No era la primera vez que le ocurría algo así. Siguió su camino sabiendo que, de la misma forma, había olvidado tantas veces agradecer, disfrutar, sentirse afortunada de compartir la vida con personas que la querían.
Había preferido apartarse, sumirse en una oscuridad parecida a la que ahora caía sobre la tarde, que lentamente se convertía en noche. Y en ese instante comprendió algo: la oscuridad no es más que la espera silenciosa, de una luz que aún no ha sido encendida.
Había viajado a la isla para apartarse del mundo que ella misma había construido, un mundo al que decidió ponerle luto con solemne determinación. Sabía que no quería seguir igual. Había cometido errores, muchos de ellos invisibles incluso para sí misma durante años.
Ahora entendía que la vida no está garantizada para nadie, y que lo único real era la posibilidad de construir momentos valiosos, si se dejaba guiar por una empatía auténtica y por el deseo sincero de cuidar los vínculos.
Sabía que había herido. Se dio cuenta de que el sexo, por sí solo, no podía sostener un significado ni hacerla especial para siempre.
Una lágrima surcó silenciosa su tez delicada.
Quiso fumar y recordó, con fastidio, que no había traído encendedor. Se sintió impotente y ahogó un sollozo, de esos que, sin hacer ruido, pesan en el pecho.
Caminó un rato más bajo la noche estrellada. Alzó la vista hacia la Luna, blanca y resplandeciente y justo entonces vio una estrella fugaz cruzar el cielo. El corazón le dio un brinco, como si algo despertara dentro y sin pensarlo pidió un deseo.
Tras unos pasos, entre la arena y una roca plana, vio algo brillante. Se agachó con curiosidad. Era una pequeña caja de cerillos, ligeramente oxidada en las esquinas, como si hubiese esperado mucho tiempo a ser descubierta. La tomó con delicadeza y notó que tenía una inscripción en letras desgastadas pero legibles: Ilumina tu vida
.
Durante un instante, Esmeralda se quedó inmóvil. El sonido del mar, el roce del viento, todo pareció silenciarse a su alrededor. Aquella frase, tan simple y en apariencia inofensiva, la retumbó por dentro como una certeza largamente pospuesta.
Se sentó junto a la roca y observó la caja bajo la luz de la Luna. Pasó los dedos por la inscripción con una mezcla de asombro y ternura. No sabía quién la había dejado allí, si era una coincidencia, una broma del universo, o el eco intangible de su propio deseo. Pero algo en ella cambió.
No necesitaba encender el cigarro. No esta vez.
Guardó la caja en su bolso con cuidado, como quien guarda una promesa.
Luego levantó la visa hacia el cielo y, por primera vez en mucho tiempo, no pidió nada. Solo respiró hondo, cerró los ojos y se dejó abrazar por la noche.
Ccomentarios (1):
Diana T
18/06/2025 a las 19:32
Hola Carlos.
Tu relato es muy descriptivo y evocador. Me encanta la forma en que se van desarrollando los pensamientos de la protagonista (Esperanza?).
Se ha leído muy fluido, como deben ser esta clase de relatos, y cada uno de los sentimientos están presentes a lo largo de la historia.
En general muy bien logrado, y como una única recomendación, creo que hubiera sido interesante ver la misma la historia desde una narración en primera persona, y omitiendo el nombre, para volverlo algo mucho más íntimo con lo que los lectores se puedan sentir más inmersos.
Nuevamente muy bien logrado, y nos leemos 👋