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LA CASA ASOMBROSA - por DIANA MESAR.

Diario de un Abuelo:

Viernes 3 de Octubre de 2025

Hoy, el agotamiento físico se mezcló con una oleada de felicidad pura.

Llevé a Salva, mi nieto de cinco años, a su clase de tenis. Los niños no jugaron al tenis; jugaron a ser pequeños torbellinos de energía. La hora entera fue un festival de juegos, carreras, gritos y risas. Yo estaba sentado en la banca, tratando de ignorar el punzante dolor de mis pies—mis viejos zapatos parecían haberse encogido a propósito para torturarme—cuando escuché el grito: "¡Abuelo, ven! ¡Juega conmigo!". Su voz era una flecha brillante que atravesaba la distancia. Solo pude sonreír, agitar la mano, y desear secretamente, tener las rodillas de un veinteañero.

Después, recogimos a su madre, y el trío nos dirigimos a la heladería. Salva, como siempre, eligió la bola de chicle azul eléctrico que prometía convertir su lengua en un arma de color. Mientras el sol de la tarde filtraba sus últimos rayos dorados, él terminó su cono y soltó una de esas frases que solo un niño puede pronunciar con total convicción.
"Abuelo, quiero que mi casa sea Asombrosa."
Su madre y yo intercambiamos una mirada divertida.
"¿Asombrosa, cielo? ¿Qué significa eso para ti?" le pregunté, limpiando un rastro de azul de su mejilla.
La transformación en su rostro fue instantánea. Sus ojos se abrieron, redondos como monedas, llenos de un fervor secreto. Se inclinó hacia mí, en voz baja y conspiratoria, como si estuviera a punto de compartir el mayor secreto del universo.
"Pues… quiero que cuando las personas entren, ¡se asusten mucho! ¡Quiero que haya vampiros, calaveras y arañas!"
Ahí estaba. Halloween llamando a la puerta. A principios de octubre, la mente de Salva ya estaba habitada por criaturas de la noche. Me imaginé la casa de Salva a través de sus ojos: no un hogar, sino un castillo de fantasía donde el terror es el mejor anfitrión. Podía sentir la densidad de su imaginación, tan palpable como el aire frío que pronto se acercaría.
Lejos de asustarme, su idea me pareció maravillosa. La inocencia con la que planea el miedo es encantadora. Recordé entonces, la vieja historia que me contaba mi propia abuela: sobre la Venganza de un viejo Fantasma en un desván, un cuento tan vívido que, hasta el día de hoy, siempre reviso dos veces el armario antes de dormir. Me sorprendió la similitud. Salva tiene esa misma chispa, esa conexión natural con lo invisible y lo espeluznante.
"¿Y qué quisieras hacer, capitán del terror?" le pregunté, poniéndome serio para la ocasión.
Salva dio un salto victorioso. "¡Abuelo, tengo un Plan!"
El Plan salió de él como un mapa detallado de una misión secreta. Con la seriedad de un estratega:
"Vamos todos a comprar los murciélagos de miedo. ¡Y me ayudas a colgarlos de la puerta para que parezca que están volando!"
Asentí, sintiendo cómo el cansancio se desvanecía. Los pies todavía me dolían, sí, pero su entusiasmo era el mejor analgésico. Su Plan no era solo decorar; era construir una experiencia, levantar un escenario, una obra de teatro donde su casa era el escenario y él, el joven director de orquesta del terror.
Y así, el viernes 3 de octubre, firmamos un pacto para transformar un hogar en el lugar más Asombroso —y aterrador— del vecindario. Mañana empieza la caza de murciélagos.
Y mientras escribo estas líneas, pienso que quizá el verdadero fantasma que me acompaña no es el de un viejo cuento de venganza, sino el del tiempo mismo: siempre recordándome que lo único realmente urgente es jugar, aunque duelan los pies.

Comentarios (2):

Silvina

20/10/2025 a las 15:30

Hola Diana, me gustó mucho tu historia, está llena de ternura, creo que me quedé con ganas de saber cual era la historia del fantasma y su venganza!
Creo que si bien la historia no tiene un misterio o una trama que desentrañar está muy bien escrito. Tu forma de escribir me hizo imaginarme la escena, y al final casi veo a ése abuelo con la mirada lejana y reflexiva.
Espero leer muchos relatos tuyos!

Lupa Sívori

20/10/2025 a las 20:35

¡Hola, Diana! Un relato breve con alma, bien estructurado, con un narrador entrañable y una moraleja suave pero potente. Transmite perfectamente esa sensación de la infancia como un espejo del tiempo perdido, y deja una sonrisa. Con un par de retoques mínimos quedaría perfecto.
Por ejemplo, en el primer párrafo, podrías suavizar la frase “mis viejos zapatos parecían haberse encogido a propósito para torturarme”—quizás con una coma antes del guion largo o usando un tono más fluido:
“…tratando de ignorar el punzante dolor de mis pies —como si mis viejos zapatos se hubieran encogido a propósito para torturarme—”.

“Recordé entonces, la vieja historia…” → sobra la coma después de “entonces”.

Podrías acortar levemente la frase “Su Plan no era solo decorar; era construir una experiencia…” para darle más fuerza rítmica:
“Su Plan no era decorar, sino construir una experiencia: levantar un escenario donde su casa fuera el teatro del terror.”

En algunos casos usas mayúsculas para palabras que no lo requieren realmente, capaz revisar un poquito eso.

¡Felicitaciones!

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