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La leyenda de los Olmedo - por lay_pR.

Web: https://elsuenodemorfeo.news.blog/2025/10/05/la-leyenda-de-los-olmedo/

La leyenda de los Olmedo

En las afueras de la ciudad, situado sobre una colina, se alzaba el viejo Palacete de los Olmedo, un edificio neoclásico de tres plantas, construido en ladrillo rojo y piedra gris un tanto erosionada por la lluvia y el paso del tiempo. Sobre el tejado de pizarra se alzaban tres chimeneas de ladrillo y a su alrededor la vegetación campaba libremente: arbustos desbordados, enredaderas que trepan por los muros o  hierbas altas que cubren el camino de grava. El aire huele a humedad, a historia detenida, a secretos que se niegan a morir… A pesar del paso del tiempo, más de un siglo, la construcción se mantenía en pie, soportando el peso de la historia y la leyenda acerca de un fantasma, el de Teresa, la menor de dos hermanas, a quien encontraron muerta la noche que pensaba huir con su amante. El caserón permanecía cerrado y en venta desde hacía más de un lustro, cuando la familia se marchó después del triste suceso.

Los lugareños se habían encargado de mantener vivo el relato de una muerte acontecida en extrañas circunstancias, pues la difunta, aquel día había participado en una montería en la que al parecer uno de los invitados le propinó accidentalmente un disparo en la cabeza, o eso se contó cuando la encontraron tras veinticuatro horas de búsqueda, porque la verdad verdadera nunca se supo y la policía cerró el caso por falta de pruebas. Se sabe que aquella noche, todo estaba preparado para que ella y Armando, su amante, huyeran gracias a la complicidad de uno de los mayordomos a quien le habían pagado una cuantiosa suma para comprar su silencio. Después de aquel desdichado incidente la casa se puso en venta, pero corrió la voz de que estaba habitada por un fantasma y cuando iban a verla los compradores aseguraban haber visto sombras y luces que titilaban a su paso.    

La leyenda de los Olmedo llegó a oídos de una historiadora local, Amanda Urquijo, muy interesada en estos temas, quien tenía un plan  para desentrañar la verdad, sacarla a la luz y acabar con la superchería. La historiadora había solicitado los permisos pertinentes para visitar el palacete. Una vez allí, recorrió las diversas estancias: cocina, despensa, dormitorios, biblioteca, salones… Todas las habitaciones mostraban una apariencia siniestra con los muebles tapados con grandes paños blancos. Luego paseó los jardines llenos de maleza y recorrió el camino de cipreses hasta llegar a la casa de invitados. De momento todo parecía normal.

Acabada la visita, regresó a la habitación de Teresa. Nada más entrar la puerta se cerró tras de sí de un golpe seco. Lejos de amedrentarse, comenzó a leer los diarios apilados de forma ordenada en la estantería. Aquellas páginas hablaban de un amor prohibido e imposible, de traición y de celos. Ensimismada en la lectura, de repente, las luces comenzaron a parpadear y la figura translúcida de la joven fallecida se reflejó en el espejo. Amanda no sintió miedo sino lástima y compasión. Entonces, en aquel momento, Teresa dijo: «No busco venganza, sino justicia. Mi hermana me mató de un disparo por envidia y quiero que tú cuentes la verdad».

Amanda escuchó atenta el relato que aportaba toda clase de datos y detalles. Luego se marchó a casa y escribió un artículo para periódico local. Tenía en su poder demasiadas referencias y circunstancias como para que alguien negara la verdad. Aun así, cabía la posibilidad de que nadie creyera su historia, pero al menos, el fantasma de Teresa encontraría la paz.   Tal y como afirma el dicho popular 'el tiempo se encargó que poner todo en su sitio'.

Y a partir de entonces la casa dejó de crujir y el fantasma por fin, dejó de aparecer… Unos meses después una familia de aristócratas compró la finca en la que, según cuentan, vivieron en paz durante generaciones.

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