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REGRESO AL " LAGO VERDE" - por Eviana+18
_ Continuación del relato titulado " el secreto del lago verde" . Enviado al taller " montame una escena " núm 71. _
No regresamos nunca más al lago.
Sin embargo, aún hoy, el fantasma de la mujer de luctuoso negro que se nos apareció en la isla sigue persiguiéndome en sueños. Su silueta alta y oscura flotando, con ligeras fluctuaciones, en la orilla ,envuelta en un halo nebuloso que oscila como un humo. Y pese a que no puedo ver su rostro oculto por la maraña de sus negros y húmedos cabellos, siento, en lo más hondo de mi alma, la magnitud de su dolor. Noche tras noche su pena desgarra mi corazón. Y, al mismo tiempo, su implacable sed de justicia me empuja a buscar al culpable de su desdicha.
Sé que aquella mañana brumosa no regresamos solos de la isla: su espíritu se aferró a nosotros, obligándonos a compartir su tormento.
Percibo su presencia invisible y ominosa. Sus ojos —incisivos, penetrantes— se clavan en mí…
Observando.
Esperando.
—
“No regresamos nunca más al lago” es, en realidad, una verdad a medias. Yo sí regresé, años después, decidido a enfrentar lo que quedaba pendiente. Había investigado el caso con obsesiva paciencia, recopilado testimonios y datos dispersos, y atado cabos sueltos sobre la tragedia jamás esclarecida del adolescente hallado muerto en la isla.
Su madre, desgarrada por el dolor, se arrojó desde lo alto de un peñasco. En vida había señalado como culpable a un profesor, ya jubilado, de quien se rumoreaba que tenía un trato demasiado cercano con sus alumnos. Pero las escasas evidencias nunca fueron concluyentes. Nadie la creyó.
Mis amigos y yo conocimos esta historia en nuestra juventud, cuando el fantasma de la mujer se nos apareció en la isla, clamando una venganza muda. Aquel encuentro me marcó de por vida.
Ahora había vuelto al mismo claro donde Rubén, David y yo habíamos acampado años atrás. Con paciencia aguardé la caída de la noche, convencido de que el espíritu acudiría. No necesitaba otro plan: tras mi investigación, conocía al fin la verdad.
Y así fue.
Su figura emergió entre los árboles, delineada por la luz fría de la luna. Alta, delgada, flotaba sobre el suelo cubierto de hojas muertas. Se mecía en silencio, observándome desde detrás del velo sombrío de su largo cabello. Vestía el mismo traje negro que llevaba en aquel primer encuentro.
—Hola, Lucía —susurré con firmeza, aunque el corazón me latía con violencia—. Sí, sé tu nombre. También sé que las pistas que dejaste eran falsas. No porque las fotos y los recortes de periódico no fueran reales, sino porque tu intención era desviar las sospechas en una futura investigación.
El aire pareció detenerse, como si el bosque contuviera la respiración.
—Nunca existió una relación inapropiada entre Sergio y su profesor. Tú misma sembraste esa sospecha al colocar aquellas pruebas en el maletín. La verdad es otra. Tú lo acompañaste a la isla aquel día, deseosa de pasar un momento feliz e inolvidable junto a él. Pero discutisteis. Sergio, harto de tu asfixiante control, te confesó que pensaba marcharse a otro país. Quería huir de tu carácter dominador, de tu necesidad de manejar su vida a tu antojo. Intentaste retenerlo manipulando sus emociones, pero no cedió. Cuando se giró para alejarse, la rabia te cegó. Lo empujaste, y el golpe accidental de su cabeza contra una roca acabó con su vida.
Guardé silencio un instante, dejando que mi voz se hundiera, afilada, en la espesura. Ella no hizo el menor movimiento, pero la brisa a mi alrededor se volvió más fría, como si mis palabras la atravesaran.
— Tú fuiste quien lo mató. No fue un asesinato premeditado, Lucía. Fue un arrebato, un instante de furia. Pero tu dolor, y tu propia culpa te encadenan aquí. No buscas justicia ni venganza. Lo único que ansías es redención.
El espectro permaneció inmóvil. El viento agitaba sus cabellos como un telón oscuro.
Y así se mantuvo, mientras yo me alejaba, esta vez sí, dispuesto a no volver jamás.
En la actualidad, incluso tras enfrentarla con la verdad de sus actos, su fantasma continúa asediando mis sueños. La veo en la orilla, una sombra ingrávida, envuelta en un halo de infinita tristeza.
Me observa.
Pero ya no espera nada…
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