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La Casa de la Traición - por Ing. MercadoR.+18

La Casa de la Traición
19 de noviembre de 1879
Una. Dos. Tres gotas de sangre. Eso fue lo que él vio antes de caer al suelo.
Una punzada en la espalda.
Una sombra detrás de él: su esposa.
La traición.
Eso fue lo último que vio aquella oscura noche de tormenta antes morir.
Don Juan Ramón Valladares.
Presidente municipal de algún pueblo entre la niebla, la penumbra y los ocotales.
En cuanto cayó al suelo, atravesó un gigantesco cenote cuya agua reflejaba la luz prestada de un mundo que dejaba atrás.
Sus pulmones se llenaron de aquel líquido, y dentro de las aguas, gritaba de ira. Una ira inconcebible, que llenaba su sangre del líquido más ardiente, su mente de los planes más macabros, del odio más sincero hacia aquella mujer que lo traicionó.
De pronto, dejó de caer.
Estaba de pie, sobre un camino de piedra reluciente y negra.
—¿Qué diablos es esto? —se preguntó a sí mismo, desconcertado.
—Has muerto. —Escuchó don Juan Ramón la voz tranquila y sin emoción de una dama.
Entonces la vio.
Ahí estaba ella junto a él de forma casual, oliendo una rosa negra para luego colocársela en su cabello.
La Muerte.
La dama de cabellos blancos escarchados con estrellas. La que tenía una calavera blanca bordada en los pliegues de su largo vestido negro. Esa misma dama, de piel pálida, transparente por momentos, y de labios rojos como el fuego.
—Hola, don Juan —dijo la Muerte, impasible.
El viejo alcalde saltó espantado.
—¡¿Qué demonio sos vos?! ¡¿Acaso es esto el infierno?! —gritaba mientras trataba de golpearla, completamente en vano.
—Siempre con la misma pregunta —murmuró ella para sí misma—. Deje ya eso, usted no me puede hacer nada —alzó la voz ella—. Esto es la Tierra de los Muertos. Usted, don Juan, está muerto. Es un fantasma. Lo mató su esposa. Fue traicionado por ella, ¿sí?
—¡Esa maldita sucia! ¡Y yo que todo lo di por ella! ¿Cómo pudo hacerme esto? ¡Yo no lo merecía! ¡Le juro venganza!
La Muerte lo interrumpió.
—Bueno, dudo que le pueda usted dar venganza. ¿Un fantasma en el mundo de los vivos? Lo dudo. Como sea, tengo que informarle que, dadas sus circunstancias actuales, su alma será trasladada a la segunda casa de la Tierra de los Muertos, la Casa de la Traición.
—¿La casa de la traición? ¿No había un nombre más obvio? —preguntó don Juan con una risa nerviosa.
La Muerte se encogió de hombros.
—Originalmente se llamaba Temactecali, pero dado que la situación de los últimos siglos ha cambiado un poco respecto al idioma de las nuevas almas, pues he reestructurado los nombres para hacerlos más fácil de traducir. Pero bueno, aquí está su destino, don Juan. Contemple la casa de la traición.
Y con un chasquido, la Muerte y don Juan se movieron por el camino de obsidiana hasta llegar a la segunda casa.
Era un palacio, muy antiguo y familiar. Sus colores eran los mismos que él conocía, pero faltos de alma, faltos de humanidad. Sentía que alguien lo observaba desde las ventanas. Veía los techos de tejas caídos, los pilares del pórtico derrumbados y la puerta, pesada y pegada al suelo, abierta. En su interior, una oscuridad abrumadora. Y de esa oscuridad provenían gritos y sonidos de carne picada.
Un relámpago iluminó por un segundo sus interiores.
Don Juan Ramón observó ahí escenas grotescas y terribles: las dagas, sostenidas por sombras, apuñalando por la espalda a otros, cortando cuellos y derramando sangre.
—Esta, don Juan, es la prueba definitiva de su alma. Espero que pueda superar los eventos concernientes a su muerte. Con mucho respeto, creo que le hubiera ido mejor si se hubiera casado con Lucía.
—¿De qué habla…?
De repente, la Muerte le dio un empujón al alcalde.
Entonces, se encontraba del otro lado de la puerta.
Estaba en el interior de la casa, rodeado de sombras.
—¡No! ¡Por favor! ¡Déjeme…!
De repente, una sombra lo agarró con los brazos del cuello y lo arrastró hasta las profundidades de la segunda casa mientras lo apuñalaba.
La Muerte abrió entonces sus alas blancas. Alzó el vuelo y desapareció instantáneamente de ahí. Una nueva alma, un nuevo traicionado, había arribado a la Tierra de los Muertos.
Y la Muerte le iba a dar la bienvenida a su nueva realidad.
Fin.

Ccomentarios (1):

Hilda G.M.

20/10/2025 a las 10:23

Hola, Ing. Mercado.

Este es uno de los textos que me ha tocado comentar y debo confesarte que me llamó la atención el título y por eso he venido directamente a él, aunque tal vez debería estar comentando el anterior en la lista 😉
En general resulta muy interesante el viaje del alcalde a la Tierra de los Muertos y su “reclusión” en la Casa de la traición. Aunque no se nos dice de qué parte es exactamente Don Juan, creo que das pistas para suponer que ocurre en el sur de México, sobre todo porque además de atravesar un cenote, habla de vos.
Lo que no acaba de convencerme es que lo presentes como un diario (fecha incluida). Simplemente por la forma en que nos lo cuentas, el personaje no podría estarlo “viviendo” y escribiéndolo al mismo tiempo y tampoco podría haberlo hecho luego de su entrada en la casa de la traición, ya que no parece que ahí haya mucha tranquilidad ni que sea esa la manera en que pueda superar la prueba a la que está sometida su alma.
Me suena un poco extraño lo de “gritos y sonidos de carne picada”, pero tal vez es una interpretación mía muy subjetiva. En cuanto a la redacción, solo he notado un detallito: en la frase “Eso fue lo último que vio aquella oscura noche de tormenta antes morir.” se te ha pasado la preposición de (“antes de morir”).

Solo me queda repetir que me ha parecido interesante. Muchas gracias por compartirlo.

Saludos

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