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La venganza - por Carmen GonzálezR.

8 de octubre de 1840

Querido diario,

Hace unos meses me ocurrió algo extraño. Iba por la calle paseando, cuando vi un carruaje funerario. No sé por qué, pero me invadió la curiosidad y seguí al coche hasta el cementerio.
Al llegar, me acerqué despacio, para no molestar a los allí presentes. En la distancia, pude observar que algunos de los asistentes al funeral me eran conocidos.

Me aproximé un poco más, hasta que, ante mí tuve una visión que me dejó perplejo. No era posible, estaba asistiendo a mi propio entierro. Me froté los ojos, golpeé mis mejillas para comprobar que no estaba soñando. Al abrir de nuevo los ojos, constaté que no había error. Era mi cuerpo el que yacía en el ataúd. Vestía con ropa elegante, uno de mis mejores trajes, camisa blanca, corbata negra y chaqueta bien planchada. ¿Cómo demonios podía ser yo, si estaba en el cementerio ante mi féretro?

No había mucha gente en el entierro, nada fuera de normal, puesto que yo no tenía familia cercana y no era muy dado a acudir a los eventos de la alta sociedad a la que yo pertenecía.

Una vez terminado el sepelio, me dirigí a mi domicilio. Al entrar, me encontré con la casa vacía. Las ventanas estaban cerradas, no había nadie del servicio. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Y tuve la sensación de que allí todo era diferente. ¿Estaba soñando? Un olor a madera invadía mis fosas nasales. Tenía la sensación de estar atrapado en un pequeño habitáculo. Y la oscuridad era total. No era capaz de comprender qué me había pasado. Así que urdí un plan. Estaba decidido a averiguar cómo había muerto.

Lo primero que hice fue recordar mis últimos días antes de morir. No había sucedido nada en especial. Vivía solo. En el despacho tenía tan solo un pasante. Nunca comía ni cenaba fuera de casa. Y mis casos tenían que ver con temas legales relacionados con herencias, hipotecas… Así que no encontraba nada inusual en mi día a día.

Habían pasado unas semanas desde mi entierro. Estaba sentado en mi despacho, intentando recabar información sobre algún hecho que se me hubiera podido escapar. Entonces lo vi, bajo el armario donde guardaba algunos de los documentos de mi despacho de abogados había un papel. Me agaché para recogerlo. Cuando leí lo que había escrito de mi puño y letra, me sorprendí: “Ha llegado el momento de la venganza”. Solo había esa frase ¿A qué se refería? ¿De qué venganza se trataba? ¿Por qué yo debía vengarme de alguien? O, tal vez alguien quería vengarse de mi por algún motivo que desconocía.

Ante esta nueva situación, no sabía muy bien qué hacer. Al fin y al cabo, yo estaba muerto. De eso no tenía ninguna duda. Pasé días intentando desentrañar este asunto, pero no era capaz de encontrar una explicación lo suficientemente razonable. Estaba desanimado, sin ganas de seguir con la investigación. No encontraba ninguna pista que me ayudara a comprender lo que me sucedió. De qué me iba a servir una vez ya estaba muerto y enterrado.

He decidido escribir un diario, aquí anoto las pocas cosas que me suceden desde que fallecí, así mantengo mi mente ocupada.

Hace unas semanas que en la casa hay ruidos como de pasos. Las ventanas están abiertas a ciertas horas del día y los muebles han cambiado de lugar. Yo voy vagando a solas por las distintas estancias, como un fantasma. Sin rumbo, sin nadie con quien hablar. Ahora echo en falta a Henry, mi pasante, a pesar de que casi no intercambiábamos más que unas pocas palabras cuando trabajaba en el bufete de abogados. Ni siquiera tengo mayordomo, ni cocinera, pero de qué me servirían si soy un fiambre.

La casa debe haber salido a subasta, cuando alguien muere sin descendencia, el gobierno la pone a la venta. Pronto, habrá nuevos inquilinos en lo que un día fue mi hogar. Quizás ellos den un nuevo sentido a mi vida. Ya no estaré solo.

Comentarios (2):

Ulises Vidal

20/10/2025 a las 16:56

¡Hola Carmen!
Me ha gustado mucho el tratamiento del tema de la soledad.
Un hombre que asiste a su propio entierro. Ya muerto se transforma en fantasma atrapado en su propia casa que ha de salir a la venta. Sin embargo, su muerte no ha sido en vano, ya que le permitirá consumar la venganza, finalmente, llegó el momento, se sentirá acompañado por los nuevos inquilinos.
El uso del coloquial “fiambre” para llamarse a sí mismo, le otorga un tono humorístsico al relato que contrasta con la seriedad del personaje, que hasta ese momento se ha mostrado formal.
Otro punto para destacar es la estructura del relato, perfectamente delimitada en los tres momentos usuales, comienzo, nudo, desenlace.
Te dejo mis felicitaciones. ¡Hasta la próxima!

Gita

20/10/2025 a las 22:01

Hola!
Por qué te recorrió un escalofrío en el cuerpo si ya eres un fantasma?
Por qué dices que vagas por las estancias como un fantasma, acaso ya no lo es
Por lo demás me pareció interesante.

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