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EL GRAN ECLIPSE - por Jose Luis

Tras eones en batalla contra su propia timidez, Dios, creador del Multiverso, se dio a conocer ante su mejor creación desde el Big Bang: la Humanidad. Nada de vaguedades que pudieran dar lugar a religiones falsas. Dios presentó sus credenciales divinas, dejando de ser como un fantasma en los pensamientos de los seres humanos. Sus caminos, al fin, ya eran escrutables…
Muy evolucionada para entonces, la raza humana había conseguido escapar del fatal destino de la extinción gracias a sus logros científicos. (La ciencia era su religión, de facto). Habían fabricado naves espaciales y conquistado algunos planetas en diferentes sistemas solares. Ahora que por fin sabían la Verdad Absoluta, recuperaron la fe cristiana y la Santa Iglesia fue renovada, aunque cimentada con las ideas de antes: evangelizar otros planetas para difundir la Palabra de Dios y salvar las almas de los extraterrestres.
Esta es la breve y funesta historia del astronauta y fray Bartolomé, uno de los miembros más estúpidos de la Iglesia.
Fray Bartolomé, maduro, alto y encorvado, de mirada profunda, fue enviado para difundir el Evangelio al planeta Pandoro, en donde residía una raza de humanoides gigantescos, paganos y ateos, de suave pelaje azul. Dios le había dado su beneplácito al astronauta fraile, tras aparecer en uno de sus sueños. Lo único que le extrañó fue que Dios le sugiriera que llevase consigo en todo momento una lupa de gran aumento, pero el fraile obedeció sin cuestionarlo.
La misión evangelizadora de Bartolomé no comenzó bien después de que su nave se estrellara en Pandoro por culpa de una terrible tormenta solar. Por suerte, pudo salir sin daños personales. Había perdido sus credenciales en la nave, y por eso los pandoranos lo tomaron por un enemigo que los atacaba. Fue llevado ante el jefe de la tribu para rendir cuentas.
Mientras lo escoltaban al pueblo a través de un bosque, el fraile miró el cielo: el sol se estaba apagando porque a no tardar llegaría un eclipse.
El jefe de la tribu, el único que hablaba su idioma, amenazó de muerte a Bartolomé, pero este contestó:
—Soy un enviado de Dios y tengo grandes poderes. No me hagáis daño o sufriréis las consecuencias.
El jefe tradujo sus palabras, y vio fray Bartolomé que habían surtido cierto efecto en aquellos nativos. Le solicitaron una demostración práctica de sus poderes, lo que puso en severo aprieto al fraile, porque sus cosas, entre ellas su sable láser de color azul, se habían quedado en la nave estrellada. Aún así, mantenía la esperanza de que la nave pudiera despegar de nuevo, pero sabía que no le iban a dejar volver a ella así como así.
Se le ocurrió al misionero un plan para salvar su pellejo de aquella turba azul. Recordó que llevaba encima la lupa de gran aumento, y se la enseñó a los nativos. Confió en poder engañar a esos idiotas vestidos con taparrabos. Les dijo que les haría la demostración antes de que el sol se ocultara por completo.
Había un bicho negro en el suelo de tierra, parecido a una hormiga, y el fraile le colocó la lupa encima. Por arte de magia, aquel bicho se hizo enorme ante los ojos de todos, y hasta se prendió fuego. En mitad de la agonía, el pobre bicho se dispuso a escapar, envuelto en llamas. Los pandoranos se quedaron impresionados por ambas hazañas…
Llegó el momento del eclipse solar, que Bartolomé había estado aguardando ansioso. El sol se oscureció, igual que los alrededores, y el pueblo de los nativos quedó sumido en la negrura. El misionero pronunció unas palabras mágicas y, justo cuando todo quedó negro como la brea, desapareció ante las narices de sus captores.
Cuando regresó la luz, los azules indígenas descubrieron que, además de que ya no estaba su prisionero, el bosque se estaba incendiando. Poco podía imaginar nadie que aquel bicho en llamas, como movido por venganza, se arrastrara hasta la linde y propagara su maldito fuego a los arbustos circundantes. Después, comenzaron a arder los árboles cercanos, y así el fuego se extendió al bosque entero.
Fue el final de Bartolomé y una catástrofe global… Afectó al planeta Pandoro de cabo a rabo, porque en aquella época una ardilla pandorana podía cruzarlo de norte a sur, de árbol en árbol, sin tocar el suelo.
Cuando el fraile churruscado se encontró con Dios en el cielo para rendir cuentas, éste le recriminó:
—Estarás contento, Bartolomé. Te has pasado de listo, ¿no?

Comentarios (2):

Cristina Otadui

19/10/2025 a las 10:07

El texto mezcla con habilidad la narrativa humorística, la sátira religiosa y la ciencia ficción. El tono general es irónico y juega constantemente con contrastes: lo divino vs. lo ridículo, lo espiritual vs. lo tecnológico, lo épico vs. lo absurdo.
El uso deliberado de lo anacrónico y lo chocante pienso que quiere provocar al lector, por ejemplo: el dios tímido o Fray Bartolomé con sable láser.
Aunque el tono se ve ligero hay un trasfondo de crítica a la religión a la tecnología sin formación y a esa arrogancia misionera que se justifica en su propia creencia para eliminar otras culturas.
Encuentro el texto divertido, original e inteligente.
Se podría explorar mas a los pandoranos: que religión o cultura tenían, que pensamientos manejaban… o incluso incluir mas consecuencias del intento de “evangelización” fallida.
¡Gran imaginación José Luis! Gracias por escribir y compartir,
¡¡Nos leemos!!

IreneR

20/10/2025 a las 13:59

Buenas Jose Luis.

Vaya relato más curioso te has marcado. El tono no deja indiferente y ese fraile astronauta, me da risa solo con imaginármelo. Son ideas que no pegan nada, pero has conseguido que lo hagan con ese tono de humor e ironía.

Me ha gustado. Un relato muy original.

Nos leemos.

Un saludo.

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