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El Huésped - por Carmen Sánchez GutiérrezR.

Lunes, 12 de Julio.
Querido diario, me temo que nada nuevo bueno puedo añadir a lo acontecido ayer. La intrusa acampa a sus anchas riéndose en mis barbas del plan que con tanta meticulosidad preparé para deshacerme de su incómoda presencia. Ella adivinó mis criminales intenciones y buscó refugio en lugares desconocidos. En una casa grande y antigua como ésta abundan los rincones discretos. Aprovechó esa circunstancia para desaparecer de mi vista y reapareció horas más tarde para observarme silenciosa con su peculiar mirada negra y dura, desafiante y malévola. Se me erizó el pelo al verla en tal actitud frente a mí, incluso derramé el café que estaba a punto de tomar. Su desaparición durante tanto tiempo me hizo suponer que me había desecho de ella para siempre y me disponía a disfrutar en soledad de la casa y, de pronto, reaparece ente mi vista en el momento que comenzaba a olvidar su nefasta presencia celebrando mi triunfo con una taza de café. Imagina el sobresalto al verla apostada frente a mi, mirándome directamente a los ojos, silenciosa pero con la amenaza de una sangrienta venganza dibujada en su semblante.

El estrépito de la taza al caer, le hizo huir, aunque no por demasiado tiempo. Siento su presencia acechando por la casa como si de un fantasma antiguo se tratase, esos que nunca se dejan descubrir pero de los que nadie duda.

El miedo a que me ataque mientras duermo no me deja descansar. La imagino deslizándose silenciosa en mi habitación, o esperar allí agazapada en algún rincón oscuro, ¡es tan débil la luz de mi lámpara!, arrastrarse desde su escondite, subirse a mi cama y gatear hasta la almohada y clavar su daga en mi cuello. Sueño que mi cuerpo se queda inerte y los ojos vidriosos observan sus peludos brazos mientras me cubre con un sudario blanco y pegajoso.

Siento escalofríos y repugnancia, trato de escapar de su atadura, pero su fuerza es inhumana, muy superior a la mía y el veneno que ha introducido en mi cuerpo cumple su misión. Estoy debilitada, desfallecida y totalmente a su merced.

No, no puedo permitir que ocurra nada de eso, debo ser yo quién acabe antes con ella. Debo matarla. Pero ella nunca descansa, permanece en constante alerta, midiendo todos mis movimientos para sorprenderme desprevenida. Quiere que me aleje, quiere disponer de la casa a su antojo sin la molestia de mi visita. No quiere aceptar que todo ésto me pertenece porque así lo dispuso su antiguo dueño en el testamento. Ella reside desde nadie sabe cuándo, pero como ilegitima usurpadora, con el derecho exclusivo de ocupar sin permiso un espacio que nunca la perteneció. Es ella y no yo quién debe irse y cómo no desea hacerlo de buen grado, la obligaré, y si mis razones no logran convencerla, la mataré y me desharé de su cadáver sin remordimiento alguno.

Esta noche seré yo quien me oculte en alguno de los rincones oscuros que pueblan la casa. Me ocultaré, sí, y seguiré sus pasos hasta descubrir su dormitorio, porque es imposible que su vigilia sea eterna, su cuerpo necesita descanso y se escabulle a algún lugar remoto, oculto a mis pesquisas de días atrás. Hoy descubriré ese lugar. Esperaré a que el sueño la invada y sumerja a los fondos de la inconsciencia. Con sus ojos cerrados, sus temibles ojos cerrados, sentiré menos pavor.

Observaré su rostro mezquino, la gruesa panza, los brazos peludos, las pinzas que sirven de manos, la daga oculta y… la mataré, observaré como retuerce su cuerpo, como lucha por huir con unos miembros que ya no la obedecen. Abrirá sus ojos oscuros y yo me dejaré ver.

Sí, eso haré. Esta vez no fallará mi plan. El insecticida descasa sobre el aparador listo para actuar, camuflado tras una fotografía familiar para que sus perspicaz mirada no descubra mi plan y con veneno específico para arañas, el más potente del mercado, nada que ver con los anteriores que compré, tan débiles que solo la provocaron un leve aturdimiento.

Mañana espero celebrar contigo mi triunfo, porque ambos nos merecemos unas vacaciones y ¿qué mejor lugar que éste mausoleo apartado del mundo? Nos desharemos de todos los intrusos colonizadores, también del que silba durante la noche apostado en el marco de la puerta y que espera un descuido para colarse.

Comentarios (2):

ABAL

19/10/2025 a las 13:30

Hola, Carmen. Un relato muy bien llevado y aunque desde el principio se intuye que la intrusa no es humana, da visos de que es una batalla por la supervivencia. Entiendo que debe ser un tarántula, porque no mencionas su habilidad tejedora, ya que este bicho se aposta en tierra y allí teje su trampa. Al margen de de este dato documental… me ha gustado. Gracias por tu relato.

Gita

21/10/2025 a las 01:32

Los brazos peludos son para engañar al lector?.
Me llamó la atención cómo se le eriza “el pelo”, pero no me convence y pienso en que el plural sería mejor. Pero igual está genial!

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