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Proyecto de cuento 45 - por MT AndradeR.
Web: https://un-nuevo-peregrino.blogspot.com/
No es estrictamente un diario, solo ideas y bosquejos que estampo cada tanto en un libro. Un plan detallado de proyectos posibles que va creciendo cada año.
15 de octubre
Proyecto de cuento 45
Cuatro horas detenido en el aeropuerto de Santiago de Chile, el cordobés no sabía cómo acomodarse en los rígidos asientos de la sala de espera. Incertidumbre, ira, desasosiego todo el viaje dependía de que llegara a destino en un horario normal. Pasaban las horas y no había noticias acerca de cuando ni qué vuelo debería abordar. ¿Cómo resolvería lo de sus entrevistas pactadas para el día siguiente? Se paraba, caminaba, volvía a sentarse. Eran muchas personas en la misma situación.
Corrían los años ochenta, el antiguo Boeing 707 partió desde Buenos Aires con destino a Bogotá. Había viajado en el asiento del pasillo, lo elegía siempre para los trayectos largos, según le había aconsejado un vecino que viajaba a menudo. El asiento de la ventanilla estaba ocupado por una señora joven. Pocos minutos después de partir el piloto anunció, por los altoparlantes:
—¡Atención! ¡Atención! ¡Hemos perdido uno de nuestros motores y deberemos volver a Ezeiza!
Sonriente el Cordobés se dirigió a la mujer y dijo:
—¡Vayamos a buscarlo…!
No hubo respuesta. Un blanco fantasma hubiera sido más oscuro que el rostro femenino. Lucía bonita, aunque no vendría mal agregarle unos tonos rosa.
El hombre agregó:
—Es broma… El avión tiene cuatro turbinas. Puede perfectamente volar con tres, incluso con dos.
No hubo respuesta.
Minutos después por el parlante volvió a escucharse:
—¡El aeropuerto de Buenos Aires está cerrado por niebla, iremos a Montevideo!
Silencio completo.
Por el parlante volvió a escucharse:
—¡El aeropuerto de Montevideo también está cerrado por niebla, iremos directo a Santiago!
El silencio se transformó en un callado grito compartido:
—¡Oh, la cordillera! ¡Un motor menos…! —parecía la venganza de un piloto loco.
Dos horas después el avión aterrizó tranquilamente en Santiago de Chile.
Seis horas, sexto café. El cordobés era un hombre joven, de escasos recursos. Este era su segundo viaje.
Personal de la aerolínea distribuyó una muy modesta merienda que le vino muy bien.
A su lado un hombre dormía profundamente. Despertó se desperezó y dijo:
—¿Cuánto tiempo llevamos aquí? —y agregó—Si fueran todos colombianos, como yo, ya habríamos descorchado todas las botellas de vino del free shop y habría una fiesta.
—Será tan complicado conseguir otro vuelo. Vea, observé que el avión en que llegamos partió casi de inmediato. No creo eso de la pérdida del motor, fue solo una excusa, no sé con qué motivo.
—No le busque la vuelta amigo —respondió el colombiano— la aerolínea, Avianca, está realizando paros sorpresivos, debió ser una de sus medidas de fuerza las que nos mantiene aquí. Ya me han tocado varias de éstas. ¿Usted no viaja mucho?
—No
El colombiano trabajaba para la ALADI, en Montevideo y naturalmente era un viajero frecuente, para él este era solo un incidente más.
Las conversaciones sobre lugares de trabajo, relatos y otros se sucedieron.
—El problema que tengo es que no reservé hotel, pensaba llegar temprano a la ciudad y hacerlo al llegar. Todo parece indicar que aterrizaremos en Bogotá alrededor de las tres de la mañana, no será fácil obtener un taxi, luego conseguir hotel a esa hora. En una ciudad que no es precisamente un lugar tranquilo.
—No se preocupe, lo ayudaremos al llegar.
Llegados a destino se demoró al recoger el equipaje, cuando llegó, el patio exterior estaba vacío, excepto por un único taxi. A su lado el colombiano le hacía señas con el brazo en alto. El cordobés siguió confiado a su nuevo amigo. Compartieron el taxi entre cuatro personas que no se conocían. El colombiano (los otros dos también lo eran) pidió al chofer que fuera primero por un hotel determinado, bajó, el taxi esperó. Volvió de inmediato diciendo:
—Baje tranquilo amigo. Hay sitio en este hotel. Está en un barrio residencial seguro, aquí no va a tener problemas.
El taxi continuó su marcha con los otros tres pasajeros.
El cordobés estuvo posteriormente en Montevideo, pensó en visitar ALADI, llegó a detenerse frente a la puerta. ¿Por quién preguntaría? Por un sujeto que le había resuelto un problema sin notarlo.
Y ahora yo te cuento esto a vos, que no estuviste ahí. Porque quizá también alguna vez
alguien te hable sin aviso, pidiendo ayuda, sin pedirla y no sepas qué decir o que hacer
y solo escuches. Piensa que la ayuda no debe notarse.
Ccomentarios (1):
Sílvia Angulo
20/10/2025 a las 15:04
Felicidades MT Andrade!
Tu texto que parte de un hecho concreto y sirve para rememorar un acontecimiento pasado se lee con tranquilidad y de forma relajada.
La mezcla entre la incertidumbre, la impotencia y la solidaridad final del protagonista hace que sea un relato equilibrado entre lo anecdótico y la reflexión moral. Bonito final con consejo y moraleja, ojalá hubiera mucho más de esto en el mundo 😉