Literautas - Tu escuela de escritura

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La boda - por Mónica Bezom

Web: http://letrasturquesa.blogspot.com

Amo los tacos aguja. No me incomoda declarar que no me incomodan, salvo esa vez que ¡me casé!
Claro que ahora me río del río de consecuencias que corrió por los bordes de esa boda.
Los padrinos serían mi tío -dueño de una sordera que lo libra de copiosos inconvenientes- y la madre de Jorge -mi futuro ex esposo-, quien viajaría desde el interior.
Como damas de honor oficiarían dos enfermeras de edad incierta, confesas admiradoras de la fina estampa de mi tío.
—¿Va a viajar la madre de Jorge? —preguntaba una de ellas, estudiándome a través de una cortina de rimel.
—Sí.
—¡Ay, querida! —susurraba la otra— Se desespera por ser la madrina y lucirse del brazo de tu tío.
En fin.
Llegado el día, mi tío y yo abordamos el auto con mi primo al volante. Arrancamos. Aunque para otro lado.
—¡Matías! ¡Estás yendo en sentido contrario a la iglesia! —chillé.
—No pasa nada, prima. Vamos a buscar a Lola. (La novia de mi tío).
—Pero… —me volví desesperada a mi tío —Mauro, es muy tarde. ¿Lola no iba por su cuenta? —le grazné al audífono de mejor funcionamiento.
—¿Qué sucede? —se sorprendió—. ¡Ay, estás nerviosa, chiquita! —concluyó emocionado.
Me horroricé.
—Mauro, no hay tiempo de ir por Lola. ¡Mirá la hora! —vociferé desencajada. Mi tío me contempló entre absorto y sobresaltado.
—Chiquita, no grites que me retumba el oído. Olvidé cambiarle la pila a este aparato.
Luego de esperar a Lola cuarenta minutos, ella se negó a viajar al lado de mi primo. Su lugar estaba junto a su hombre. Tras vanos intentos de convencerla "y lo resolvemos en el camino, Lola, ¡por favor!", mi tío lo logró. Igual, ella protestaba tirando del brazo de mi primo que empezó a conducir erráticamente, lo que arrojó una prolífica siembra de insultos por parte de automovilistas inmediatos y colindantes. Mi tío se sumó a la cruzada gritándole:
—Pero, Mato, pedazo de crustáceo, ¡doblá de una vez! ¡No! ¡Por ahí no! ¿No ves que no se puede girar? ¡Ay, qué chiquito tan desorientado! ¡Si será opa!
Mientras, le sacudía la butaca para que reaccionara al tiempo que se aflojaba el nudo de la corbata como un enajenado. Mi primo le contestaba a todo: “Está bien, papi.”
—¡Pero, no! ¡Doblá! ¿No ves, chiquito, que nos vamos al carajo?
El auto se movía como una coctelera.
—Está bien, papi. Prima, ¿Habrá llegado la madre de Jorge?
Antes de que yo reaccionara, mi tío volvió a la carga gesticulando como un poseído.
— ¡Matías, querido, doblá de una vez! Ay, ¡pero qué desgraciado había sabido ser este chango! —, se lamentaba, agarrándose la cabeza.
—Está bien, papi, quedate tranquilo — Mi primo sonreía.
Un insulto de otro automovilista se mezcló en el mono ambiente vehicular. Mi tío, con el semblante descompuesto de la rabia, se despachó con una brutal palabrota al conductor del vehículo aledaño que plantó el freno clamando venganza.
— ¡Seguí Mati! No te detengas. —supliqué, aterrorizada.
— ¡Acelerá, chango! —ladró mi tío, dándole un golpe rápido en la nuca, al tiempo que dedicaba un feroz corte de manga al automovilista embravecido.
Matías, en plan bajo fondo, enseñó al tipo el dedo del medio tras lo cual aceleró como un bólido. Mi tío, ensimismado, soltaba una batería de juramentos innovadores.
— ¡Doblá de una vez, Matías! Ay, este changuito, pobrecito, si será tan infeliz.
—Está bien, papi.
Yo trataba sin éxito de hacerme escuchar en la refriega.
—No importa, Mauro. Dejalo, vamos a llegar igual —le chillé al audífono casi sin pila, desorbitada y con mis mechas como alambres de púas.
Súbitamente, mi primo dobló.
Al llegar a la iglesia, todos nos callamos en un tácito composé.
Un monaguillo malhumorado salió corriendo a recibirnos.
— ¡Entren! — nos ordenó con cara de pocos amigos.
Ya en marcha, mi tío me codeó para que sonriera. Lástima que recibí miradas de reproche: “Vos siempre tarde, para variar”.
Al pie del altar estaba Jorge, visiblemente conmovido, escoltado por su señora madre que no era un fantasma, ¡existía nomás!
Ah, ¡qué alivio sentí cuando la vi!
Una vez en el atrio, entre pompas y circunstancias, supe de algunas bajezas de las enfermeras en su pulseada por amadrinar a Jorge, cuando justo arribó mi futura ex suegra, saludando como si fuera Evita.
Y mi tío no se enteró de los suspiros, quejas y ofensas que generó entre las damas. Él, avanzó a mi lado orgulloso y emocionado, guapísimo, con un par de zapatos impecables ¡de un color diferente cada uno!

Comentarios (2):

Susana

19/10/2025 a las 19:08

Definiría tu historia como hilarante y curiosa.
Los muchos diálogos me permitieron imaginarme esos momentos previos a “la boda”, asi como lo variopinto de los personajes que elegiste.
El ritmo del texto es de más a más, rápido y descriptivo al mismo tiempo. Sin duda, para lectores atentos a los detalles.
La historia en sí misma me ha parecido de lo más divertida y bien elaborada.
Me perdí un poco en los apelativos que se usaban entre los diferentes personajes.
Sin embargo, encontré al final muy buena y original el relato.

IGNACIO Zrgz

19/10/2025 a las 20:43

Hola Mónica. Un gusto leerte, como siempre.
Veo que ahora te dedicas a la comedia. Tu relato me recuerda el cine de Berlanga. De hecho, la escena del coche serviría perfectamente para filmar un “travelling” lleno de equívocos y de confusión. El desvío, el fallo del audífono, la espera de cuarenta minutos, la conducción errática. ¿Qué más puede pasar? Y son todo cosas sencillas que, una a una, nos pueden ocurrir a cualquiera.
El tío Mauro es el personaje más conseguido y el remate final, con cada zapato de un color, es brillante. En una versión más larga del relato (ánimo) podrías desarrollar la rivalidad de las enfermeras con la madre de Jorge. Ahí hay una veta por explotar que puede dar muy buen resultado.

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