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La Templanza de Larissa - por Olga LuciaR.
La Templanza de Larissa
Conozco este lugar, claro que lo conozco —le dije a mi hijo esa noche cuando regresamos a casa—.
Y lo conozco porque parecía una torre llena de escaleras, las cuales no tenían fin. Yo ya había estado en ese lugar.
—Quiero subir —le decía a mi madre, que me miraba desde la punta de la escalera—.
Pero ella me respondió que primero debía pedirle permiso al sumo sacerdote del lugar, ya que él era la máxima autoridad, y que mi mamá apenas era una empleada del recinto y no podía dejarme subir.
Me quedé abajo, abatida, desorientada, con muchas preguntas sin respuesta. Volví a intentar subir las escaleras, pero de repente algo sucedió.
—¿No te dijeron que no podías subir? —escuché una voz femenina. No era la voz de mi madre.
Me puse nerviosa y pregunté quién era, dónde estaba mi madre. Ella volvió a decirme:
—¿No te dijeron que no podías subir?
Confundida y aturdida respondí que sí, pero, – quiero ver a mi madre.-
Entonces me contestaron:
—Soy la sacerdotisa, la segunda al mando en este recinto, y si nosotros te decimos que no puedes subir, debes ser obediente y no hacer preguntas.
—¿Pero por qué? ¿Acaso no puedo ver a mi madre? ¿Qué pasa con ella? ¿Es que ustedes la tienen contra su voluntad? No entiendo nada…
De repente todo quedó en total oscuridad. Temí por mi vida. Caminé a tientas, tratando de no tropezar, cuando escuché el sonido de un carruaje. Poco a poco se fue aproximando con sus luces tenues y me di cuenta de que era el carro de mi padre.
Me puse muy feliz y le dije a mi hijo:
—Mira, papi, este es el carro de tu abuelito. ¿Te acuerdas que ya te había contado de él?
Inesperadamente , del carro salió un hombre alto, elegante, bien parecido, que me generó mucha confianza, aunque no era mi padre.
Me dijo:
—Soy el Mago de Invierno, y he sido llamado para que me pidas tres deseos antes de que llegue la aurora. Estoy a vuestra voluntad, pedidme lo que queráis.
Me quedé atónita, pensando en muchas cosas, pero se me enredaba la lengua al querer hablar. Por fin tuve unos segundos de calma y le dije:
—Bueno, primero quiero que me conviertas en una emperatriz, para tener todo el poder sobre este lugar.
Segundo, quiero que me des mucha fuerza para enfrentar todos los obstáculos que se me presenten.
Y el último deseo es que me regales una estrella, para que siempre esté allí para guiarme e iluminarme el camino.
El mago me respondió:
—Querida, querida… eres más inteligente de lo que crees. Me estás pidiendo cosas que otros no han pedido. Te felicito.
De repente todo volvió a quedar en penumbras. Hacía mucho frío y empecé a caminar de manera ascendente. Entre más caminaba, más frío sentía.
A lo lejos vi dos siluetas que no reconocía, pero a medida que me acercaba distinguí a una pareja de enamorados que se tomaban de las manos y se daban besos tiernos. Cuando estuve más cerca, me di cuenta de que eran mis padres.
Me puse muy feliz al verlos y me quedé contemplándolos unos minutos. Les empecé a hacer preguntas, pero parecía que no me escuchaban.
De golpe mi madre me miró y, sin decir una sola palabra, tomó mi mano y me entregó un candado. Me hizo una seña para que lo abriera con la llave que me dio mi padre. Lo abrí de inmediato y, ante mis ojos, apareció una rueda de la fortuna con doce números.
Fuente a coda número paramecia una palabra diferente:
justicia el número 1, el colgado 2, la muerte 3, el diablo 4, la luna 5, el sol 6, el juicio 7, el mundo 8, el loco 9, la templanza 10, el ermitaño 11 y el emperador el 12.
Mi hijo me tomó del brazo y me dijo:
—Mami, tienes que girar la rueda para que el mago pueda cumplir los deseos que pediste.
Decidí hacerle caso. Cuando la rueda comenzó a girar, escuché mucho ruido, voces que me hablaban y me susurraban cosas que no entendía.
Súbitamente , la rueda de la fortuna se detuvo en el número 3. Vi una luz tan intensa que me encandiló los ojos. Sentí que caía al vacío, y a la vez ascendía hacia algo que no comprendía. Escuché la voz del mago susurrando: “Has elegido la muerte, pero también el renacer.” … era mi tránsito entre la vida y la muerte.
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