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EL AMOR NO ES UNA POSESIÓN - por Marta T.GarciaR.
EL AMOR NO ES UNA POSESIÓN
Conozco este lugar, es el piso vacío, son los tristes y monótonos días que me acompañan desde que Pedro ha marchado, llevándose consigo parte de los muebles y la totalidad de la alegría que era nuestro hogar.
No es la primera vez, pero antes fueron rupturas consensuadas, ahora solo dejó una nota:
“lo siento cari, marcho, no llames, TQM”
Obviamente lo primero fue llamarle, me dirigía una y otra vez al buzón de voz.
Después de muchos días de lágrimas, de noches de insomnio y de preguntas sin respuesta:
— ¿Qué hice mal? —
— ¿Qué dije que le enfadó? —o la más difícil para mí de comprender…
— ¿Por qué ha dejado de amarme? —
Miren, mi mejor amiga que siempre está cuando más la he necesitado, me anima a salir a conocer otras personas, es lo que menos me apetece, se lo he dejado claro. Aun así, alguna trampilla me ha puesto para presentarme un chico que ella cree que puede interesarme.
La siguiente opción que se le ocurre es que consulte con una “coach espiritual”, conoce a una mujer que se hace llamar Sibila, está segura que ella puede ayudarme a superar este difícil momento.
Con el GPS me fue fácil encontrarla, el local era pequeño, luminoso, estaba decorado con una estética moderna y equilibrada que lo hacía encantador. Parecía más un café literario, a juzgar por las estanterías con libros exquisitamente seleccionados y el par de mesas que invitan a pasar una agradable tarde con una buena copa y un mejor libro.
Sibila es una mujer joven que me anima a entrar con su agradable sonrisa, y me pregunta si puede ayudarme en algo, entendí que Miren no le había dicho nada. Sin pensar dije:
—¿puedes hacer que mi marido regrese? — observé que mi solicitud la descolocó, pero reaccionó con otra sonrisa.
—¡Ay cariño! —no puedo hacer eso, ¡créeme no tengo una varita mágica! —
— el tarot es más una herramienta de meditación, de reflexión, de autoconocimiento, es como un consejero que habla a través de símbolos —explicó ella.
Creo que notó en mi rostro la decepción, sin embargo, acepté que me leyese las cartas.
Me pidió que concentrara mi energía en una pregunta, yo pensaba…
“que sufra mi ausencia como lo hago yo”
“que me extrañe”
“que me necesite”,
“que regrese pidiéndome perdón”
—Solo una pregunta— insistió casi susurrando, como si leyera mis pensamientos. Cerré los ojos con fuerza y más que una pregunta pedí un deseo “que regrese Pedro conmigo”
Me indicó que sacara tres cartas de la baraja del tarot, las extendió sobre la impoluta mesa de madera.
La Rueda de la Fortuna (cambio inevitable) El Juicio (renovación, un nuevo comienzo) y la tercera El Sol (triunfo, prosperidad)
Sugirió que interpretáramos juntas lo que decían las cartas:
— el cambio es que él se ha ido, la renovación y paz que necesito, y el triunfo quizá prosperidad laboral y económica, eso está bien— dije, — Pero… y Pedro, ¿Cuál es su carta? — Me volví angustiada a Sibila, repasé con mi mano las tres que había en la mesa.
— Ninguna habla de él, hablan de ti—respondió con su serena voz.
Puso en mis manos un pequeño dije: un candado con su respectiva llavecita, mientras decía:
—El amor no es una posesión que se encierra, sino un viento que se deja fluir. La paz no es un secreto bajo llave, sino una ventana abierta a la confianza—
Al salir del lugar me sentí tranquila, como “la calma que precede la tormenta”, acariciando “la joya” que me dio y que puse en la cadenita, retirando eso sí medio corazón que Pedro me había obsequiado en nuestro aniversario.
Ese finde quedé con Miren, cuando sonó el timbre corrí a la puerta quería abrazarla y agradecerle que me hubiese puesto en contacto con Sibila, me sentía alegre, motivada, en paz.
Cuando abrí la puerta me encontré a Pedro, pude frenar a tiempo el abrazo, quería que habláramos de los días que estuvimos separados, habían sido para él un infierno dijo, y con lágrimas agregó que no podía vivir sin mí, quería entrar.
Di un portazo sobre su bello rostro, y me tumbé plácidamente en el sofá.
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