Literautas - Tu escuela de escritura

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EL SECUESTRO - por Carmen GonzálezR.

«Conozco este lugar, lo sé, pero no logro recordar de qué. Tampoco sé cómo he llegado hasta aquí. Lo último que recuerdo es estar sentado ante una pitonisa que sostenía en sus manos una baraja del tarot», pensaba Peter, mientras intentaba deshacerse de la cuerda que tenía atada alrededor de sus muñecas.

Una semana antes, Peter se encontraba en una situación desesperada. Había recibido un paquete que contenía un vídeo donde aparecía su hija con la boca tapada con cinta americana y llorando. El vídeo iba acompañado de un sobre con una nota que decía: “Tenemos a tu hija. Si quieres recuperarla, tendrás que pagar un rescate de siete millones de dólares. No acudas a la policía o mataremos a tu pequeña. Tienes tres días para desembolsar tu deuda”.

Peter intentó reunir la cantidad de dinero que los secuestradores habían pedido a cambio de la vida de Mary. En la caja fuerte de su casa tenía cerca de un millón, en su oficina otros quinientos mil y en la caja de seguridad del banco cinco millones más. No era suficiente, pero tenía que intentarlo. No disponía de mucho tiempo para acabar de reunir la cantidad total.

Al cabo de dos días, recibió una nueva nota: “El dinero debes depositarlo en una bolsa negra de deporte en esta dirección”.

Cuando Peter llegó al lugar indicado por los secuestradores, tuvo una sensación extraña. El local era de lo más peculiar. Se hallaba ante una tienda donde leían el futuro.

Entró sin llamar a la puerta, pasó ante un mostrador con todo tipo de objetos: paquetes de cartas, bolas de cristal, péndulos… Peter observaba atónito el lugar. Entonces, una voz de mujer le indicó que pasara. Peter entró despacio, con la bolsa negra en la mano. Una señora que vestía con una túnica dorada hasta los pies, un turbante rojo en la cabeza y unas enormes gafas oscuras, que tapaban casi todo su rostro, le señaló con la mano la silla que tenía frente ella para que tomara asiento en la mesa redonda, cubierta por un mantel aterciopelado de color verde.

La pitonisa le dijo:
─Ponga sobre el suelo la bolsa y acérquemela con el pie.

Peter obedeció sin decirle una palabra a la mujer. Puso la bolsa en el suelo. La pitonisa la recogió, abrió la cremallera y comprobó que todo estuviera en orden. Levantó la mano derecha, hizo una señal con el pulgar y, entonces lo notó. Un golpe seco en la nuca dejó a Peter inconsciente.

Al despertar, Peter no recordaba nada de lo ocurrido hasta su encuentro con la pitonisa. Ahora intentaba deshacerse de la cuerda que lo mantenía atado a una silla de madera. Comenzó a balancearse de un lado a otro, para hacer caer la silla. Cuando logró zafarse de la cuerda, Peter corrió hacia la puerta para escapar de allí. Pero una cadena con un candado enorme impedía su huida.

Empezó a buscar cualquier objeto lo suficientemente contundente para romper el candado. En su búsqueda, Peter observaba con detenimiento el lugar. Fue entonces cuando lo recordó. Aquel almacén, sin duda, le era del todo familiar.

Quince años atrás, Peter y sus colegas se habían reunido en esa nave abandonada y lejana de la ciudad para planear el robo al Banco Central. Al principio, todo iba bien, pero un error provocó la huida repentina de los asaltantes del banco. Peter, que era quien se ocupaba del transporte, dejó en la estacada a sus compañeros, llevándose con él los diez millones de dólares robados.
Sus cómplices no corrieron con la misma suerte, fueron atrapados y condenados a pasar entre rejas varios años en la prisión estatal. Mientras tanto, Peter logró cambiar por completo su vida. Formó una familia y una empresa de éxito. No le iba nada mal.

Ahora, lo sabía, sus antiguos socios habían salido de la cárcel para vengarse y reclamar su parte del botín. Esa era su condena, pagar por el daño hecho años atrás. Y estaba dispuesto a hacerlo. No podía permitir que su pequeña pagara por sus pecados del pasado.

Ccomentarios (1):

Federico Nicolás

18/11/2025 a las 17:01

Hola Carmen. Me gustó tu relato. Gracias por compartirlo. Me resultó una lectura ágil y entretenida. me quedé pensando si la pitonisa era una socia o si solo fue cómplice del plan.
Saludos.te espero por mí relato.

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