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Vita infinita aequalis morti - por José TormaR.
Web: http://www.cuentoshistoriasyotraslocuras.wordpress.com
Conozco este lugar.
Es donde las almas desgraciadas vienen a morir.
No es la gran cosa, no hay grandes puertas cerradas con candado ni animales místicos cuidando el acceso. Aburre con su cotidianidad. Un sendero te lleva a una enorme puerta. Este va cuidado por unos grandes árboles llenos de espinas. Es fácil distraerse y pincharse sin darse cuenta. De las heridas mana sangre, pero de alguna manera, no hay dolor.
Este es el fin de la historia, tal vez debiera empezar por el principio.
La vieja adivina pensó en todo, hasta el último detalle. La curiosidad y mi ambición hicieron el resto. Después de la sesión, llegué a mi casa para encontrar un paquete en el pórtico. Era una caja marrón. La conocida flecha sonriente adornada los costados.
Al tomarla, vibró y sentí un intenso ardor en las costillas. Saqué las barajas que había tomado de la bruja. Rey de Bastos, Rey de Oros. Seguro estaba de que me las merecía. La lectura había sido muy positiva. Son buenos augurios cuando sacas los reyes no invertidos, al menos fue lo que dijo la gitana.
Por eso las robé. Mil pesos por una lectura me resultaron excesivos. ¿Qué daño podría hacerle? Su mazo de cartas era viejo. Casi tanto como ella. Seguro ya tendría un paquete nuevo. Las barajas eran el origen del calor y tuve que soltarlas porque quemaban, cayeron al suelo cara arriba, pero algo había cambiado. Las intenté recoger, pero una fuerte brisa lo impidió. Volaron y cayeron debajo del porche. Nada que hacer. Me limpié las manos en la camisa y recogí la caja, la puse dentro sobre la mesita y fui a lavarme.
La olvidé.
Pasó una semana antes de que me diera cuenta. El fin de semana, tuve una reunión con un grupo de amigos. Uno de ellos me dijo que una caja estaba vibrando sobre la mesa del recibidor. La tomé y salí al patio, dispuesto a compartirles mi historia.
El aire se tornó solemne cuando la puse sobre la mesa.
—¿Seguro que no es un pedido que olvidaste? —preguntaban.
Con un cuchillo rompí el sello, justo cuando la caja volvió a vibrar.
Dentro estaba el culpable de la vibración, un reloj despertador con la alarma puesta para las 8:00. Lo puse a un lado y debajo estaba un libro negro con el año impreso en la esquina superior derecha, en tonos dorados. Un separador marcaba un día en noviembre.
—Es hoy —comentó Matías.
Una pluma y un cuaderno envueltos. En el fondo de la caja, una daga y un mazo de tarot. Viejas como la anciana. Los puse sobre la mesa y Octavio las extendió.
—No soy muy conocedor, pero aquí parecen faltar dos cartas —comentó.
Las revisé y ví que eran las mismas que usó la adivina. Mario abrió el cuaderno y lo soltó al instante.
—¡Quema!
Lo agarré. Dentro, con estilizada caligrafía, se detallaban una serie de eventos que habían ocurrido en mi vida, justo hasta el momento que hurté las cartas. Las siguientes hojas se empezaron a llenar ante el asombro de todos.
—¡Ciérralo! —gritaban.
Pasé la hoja y escribí…
—¿Qué es lo que quieres de mí?
Con la misma letra la hoja se fue llenando.
“Tienes que matarlos a todos, usa la daga. Aquí empieza la cacería. Tienes que ir al lugar donde esto empezó. Yo te vi antes de que aparecieras en mi puerta, completa el mazo y regresa a mí. El tiempo se acaba cuando suene la alarma”
Cerré el libro.
Mis amigos empezaron a aplaudir, pensando que era un truco de magia, mi frente se llenó de sudor y empecé a sentir frío. No supe en qué momento tomé la daga. Lo que sucedió a continuación fue un infierno. Las puertas se cerraron y sin ningún control, comencé a acuchillar a mis amigos. Los gritos de terror eran ensordecedores, algunos intentaron quitarme el arma, pero yo estaba poseído. Todo terminó en un par de minutos. El sonido metálico de la daga chocando contra el piso me sacó del encantamiento. La escena frente a mí era dantesca. Caminé entre los cuerpos. De la cocina saqué una linterna y fui a buscar las cartas que se habían caído debajo del porche.
Otra espina rompe los músculos de mi brazo, pero yo sigo avanzando. Tengo que llegar a la puerta, entregar la ofrenda y rezar por la absolución. Una que sé no vendrá. Abro el cuaderno y en la última página, escrita con sangre…
“Vita infinita aequalis morti”
Ccomentarios (1):
Enzo Farías Molina
18/11/2025 a las 14:56
Hola José. Buen relato. Se entiende que la limitación de palabras que nos sugiere el reto coarta un desarrollo más amplio de los textos. Eso me pasa con el tuyo, creo que le falta espacio para desarrollar una trama que de por sí, es bastante llamativa y da para mucho. Relato de fácil lectura. Fue un agrado leerte. Saludos!