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Recuerdos olvidados - por WiccanR.
—Conozco este lugar, conozco este lugar. —Repetía aquella letanía en susurros, hablando para sí mismo y moviéndose de un lado a otro de la habitación.
—Claro que lo conoces papá, es tu casa. —La voz amable y cariñosa de Julia no pareció conseguir apartarle de sus pensamientos—. Si quieres siéntate en tu sofá y te traigo algo de beber. Y podemos poner la canción que ayer te gustó tanto.
El hombre levantó la cabeza.
—¿La canción?
Los recuerdos de Jacinto se habían ido sumido en tinieblas desde hacía años, solo parecía reconocer a su hija, por lo que Julia estaba acostumbrada a repetirle las cosas.
—Si, papá, la canción que escuchamos ayer, la que te dije que bailabas con mamá.
—¿Con mamá? —Los ojos del hombre brillaron pero Julia los vio apagarse casi al instante—. ¿Ha venido ya mamá?
—No papá, mamá no ha venido.
En momentos como aquel a Julia le gustaría saber si su padre se refería a su madre o a su abuela pero no valía la pena preguntar, no las recordaba a ninguna de las dos. Por eso el corazón le dio un vuelco cuando su padre la miró y preguntó:
—Julia, ¿me puedes traer las cartas?
Dudó y un nudo se le puso en el estomago esperando lo impensable. Jacinto podía estar refiriéndose a muchas cosas, pero su mente volvió a su niñez, cuando su madre le echaba la buena ventura a sus amistades ante la expresión incrédula y resignada de su padre. Nunca había sido muy amigo de esas cosas.
—Claro, papá. Creo que están en la cómoda.
Abrió el cajón sin problema recordando el candado que usaba su madre para cerrarlo; no le gustaba nada que le cogiesen aquellas cartas pero desde su muerte ya ni sabían donde estaba. Cogió el mazo y se lo acercó a su padre que la miró primero extrañado y luego curioso. Alargó la mano para cogerlas.
—¿Sabes que tu madre asociaba a cada persona con una de estas cartas?
Los latidos del corazón de Julia se aceleraron de repente y sus ojos se empañaron.
—No papá —dijo con voz temblorosa pero una amplia sonrisa—. No lo sabía, ¿y cuál eras tú?
Jacinto rió con ganas y Julia temió que aquella cierta claridad hubiese sido realmente un delirio de la enfermedad. Cuando su padre terminó de reír buscó una carta y se la enseñó. Julia la miró con pena: el ermitaño. Era una dolorosa broma que una imagen que simbolizaba la introspección y la búsqueda interior representase a su padre en la situación que estaba, aunque tenía que reconocer que su personalidad anterior era muy cercana a esa definición.
—Sí, te pega mucho. Mamá tenía mucha razón. —¿Qué más daba que fuera cruel?, pensó, hacía años que su padre no recordaba vivencias que no tuvieran a su hija de protagonista—. Y mamá, ¿quien era?
No le sorprendió que Jacinto escogiera la carta de la papisa, tanto sus inclinación a lo esotérico como su figura de madre no dejaban mucha opción. Lo hizo con una sonrisa pícara, como si fuera una pequeña broma entre ellos. Julia no pudo evitar soltar una lágrima aunque sus mofletes empezaban a agarrotarse de tanto sonreír.
—¿Y yo papá?
Al hombre le temblaron las manos al pasar las cartas con lentitud. Se paró en una y se la enseñó. Ahora fue Julia la que soltó una carcajada mirando la imagen en la que un joven se acercaba despreocupadamente a un precipicio. “¿Así que el loco, mamá?”, pensó. Miró a su padre y lo abrazó. Desde que su madre muriera nunca había vuelto a sentirse como una niña a la que sus padres abrazaban, no sabía si por la conversación o por el momento de lucidez de su padre, pero así se sentía en ese momento.
—Siempre estuvo muy orgullosa de ti, hija. Y yo también.
Julia empezó a reír y llorar al mismo tiempo abrazándolo con fuerza. El le devolvió el abrazo. Cuando la mujer tuvo fuerzas para separarse de su padre lo miró y le dijo acariciándolo:
—No podría haber tenido unos padres mejores. Te quiero, papá.
Su padre la miró sonriendo y bajo la vista a las cartas de tarot. Julia esperó, preguntándose si aquel maravilloso día tendría más revelaciones. Su padre levantó la cabeza todavía con una sonrisa en la boca, la miró por un momento y sin dejar de sonreír le preguntó:
—¿Tú quién eres?
Ccomentarios (1):
Enzo Farías Molina
18/11/2025 a las 16:55
Una agridulce revelación. Me gustó bastante tu relato. Está bien construido y tiene un buen ritmo. Fluye y se instala rápidamente en la emocionalidad del lector, al menos en la de este lector. Felicitaciones. Saludos!