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Mis días en el "paraíso" - por DanteR.
Web: https://alquimialiterautica.blogspot.com/
«Conozco este lugar…», me dije esa mañana al notar la agitación de mis compañeras.
Poco después, Angie nos presentaba a Josefina, “la nueva”. Al entrar habrá leído “Departamento Jurídico” en ese cartel inmaculado. Sin dudas ignoraba que hay otro rótulo. Verdadero, invisible, escrito en rojo con la sangre de quien lo ha padecido: “Abandone toda esperanza, quien ingrese a este serpentario”.
Veinte años atrás creía en el Derecho como instrumento para hacer justicia y que el servicio público era un honor. La carrera que inicié con ilusión devino en una costumbre a la que terminé por aferrarme resignada. Tenía un ingreso digno y tiempo para mi familia, pero no lo que merecía.
¡Cuántas veces salvé a Nancy, la anterior jefa! Juicios complicados, auditorías, y un sumario que le hubiera costado el pellejo. Siempre recibía un “Gracias, Helena” y una sonrisa de compromiso. Yo era “de hierro”: útil. Otras, “de oro”: simplemente valiosas.
Así que cuando Nancy se jubiló, ungió a Angélica como sucesora. Favoritismo, unos movimientos en Recursos Humanos, contactos de su “Angie” ante el Director, y adiós mi ascenso.
Dámaris y Eugenia… La rubiecita de sonrisa infinita y la pelirroja de ojos verdes y hoyuelos en las mejillas… Fuimos juntas de vacaciones, las invité a mi casamiento… Apenas Angie asumió, se alinearon con ella.
¿Y Luna? Veinteañera, morocha, sensual e inteligente pero inexperta al principio. Debí acompañarla a sus primeras audiencias porque temblaba como una hoja. La enseñé todo. Me pagó yéndose con las otras dos.
Angie obtuvo el cargo y un séquito y yo quedé confinada estrictamente a mi funcionalidad.
Me pregunté si cambiaría algo con la llegada de Josefina. Me bastó mirarla: rubia, alta, ojos grandes, delicada… «Pobrecita, la van a comer viva», pensé.
Consideré utilizarla como peón. Una suerte de escudo contra las demás, un instrumento para “limar” a Angie.
Para evaluar su potencial, le compartí un caso que estaba trabajando. Quedé sin palabras. Tenía un enfoque global, equilibraba los aspectos procesales y los de fondo, invocaba fallos de la Corte Suprema con facilidad, para responder un planteo de inconstitucionalidad me sugirió un artículo sobre los contornos de la actividad reglamentaria y, al analizar los fundamentos de la otra parte, aplicaba certeramente nociones de argumentación y filosofía jurídica.
Era un arma de doble filo: sería mi aliada o mi enemiga. A mediano plazo podría convertirse en la “nueva Helena” y allí mi futuro quedaría entre signos de interrogación.
Decidí correr el riesgo y acercarme a Josefina, pero no fue fácil. Dámaris y Eugenia desplegaron su simpatía, Luna la invitaba a tomar café. Angie la medía. Hacían todo por alejarla de mí.
La integraban, pero por otro lado, con sutileza le hacían entender que debía “pagar el derecho de piso”.
—¿Para qué Helena le explica todo eso a Josefina? Si Angie le va a dar tareas administrativas —preguntó Dámaris. Eugenia y Luna reían.
Yo las fulminé con la mirada. Jose bajó la cabeza.
Unos días después tuvimos un inconveniente en la red. Sebastián, el chico de informática, tímido, rellenito y callado, vino como siempre. Llegó, saludó y Jose le sonrió. Él le correspondió.
—Ay, Sebas, vení a mi compu. Porfi —dijo Luna abrazándolo y llevándolo a su sitio.
«¡Caradura! El pobre pibe se derrite por vos y jamás lo miraste», pensé indignada. Giré la cabeza buscando a Jose: no estaba.
La encontré llorando en el baño.
—¿Qué te pasa, Jose?
—Nada —respondió tratando de recomponerse.
—Algo pasa y si querés, le contás a la jodida. Porque te dijeron eso de mí, ¿no?
—Sí… Aunque vos no sos así. Pero ellas…
—Son unas yeguas —dije y la hice reír.
—¿Qué es eso? —preguntó cuando abrí mi cartera.
—Dos regalos para vos. Tomá este candado. Yo tengo otro igual. Cuando lo deje abierto significa “Tenemos que hablar”. Cuando esté cerrado, “cuidate". Va a ser nuestro código.
—Gracias. ¿Y el otro?
—Una baraja del tarot y un manual de uso.
—¿Creés en eso? —preguntó sorprendida.
—Menos que en el horóscopo. Lo importante es que las viboritas lo creen. No me soportan, pero tampoco me enfrentan. Así que el viernes voy a invitar café para todas y vos, Jose, les vas a tirar las cartas…
—¿Qué?
—Sí, cual proyecta lo que quiere ver. Ahí vas a conocer quién es quién, a qué le temen y cuáles son sus puntos débiles y…
No pude continuar: Jose, emocionada, me abrazó con fuerza. Algo parecido a la felicidad me invadió y pensé:
«Conozco este lugar. Otro lugar: nosotras. Y en este, ellas no entran».
Ccomentarios (1):
Dante
18/11/2025 a las 13:26
¡Hola, gracias por leer mi relato! Tal como señalé en el post general de la recopilación, este mes llegué con lo justo a escribir y enviar el relato y la revisión y edición que pude hacer fueron mínimas.
Me costó dar con la idea, ya que todo lo que se me ocurría en relación a consigna obligatoria no terminaba de convencerme. Más difícil todavía era incluir la opcional. Luego el tiempo disponible hizo lo suyo, ya que por una u otra razón no podía ponerme a escribir (recién lo pude hacer el último día). Estuve a punto de no participar, pero preferí hacerlo igual porque la fecha límite me ayudó a dar con una historia y a comenzar a darle forma. Una aplicación práctica de un consejo que apareció en el blog, esto es, la importancia de tener una fecha límite. Esa fecha hizo que pudiera encontrar y empezar a delinear una historia, lo cual, más allá del resultado en 750 palabras, me parece valioso, porque llegado el caso, podré reelaborarla, darle otra forma o ver qué hacer con ella.
Así que a continuación dejo una versión en la que corregí algunas fallas que detecté. Y debajo de ella, por las dudas, aclaro el significado de algunas expresiones rioplatenses. Aquí va la versión editada:
Mis días en el “paraíso”
«Conozco este lugar…», me dije esa mañana al notar la agitación de mis compañeras.
Poco después, Angie nos presentaba a Josefina, “la nueva”. Al entrar habrá leído “Departamento Jurídico” en ese cartel inmaculado. Sin dudas ignoraba que había otro rótulo. Verdadero, invisible, escrito en rojo con la sangre de quien lo ha padecido: “Abandone toda esperanza, quien ingrese a este serpentario”.
Veinte años atrás, creía en el Derecho como instrumento para hacer justicia y que el servicio público era un honor. La carrera que inicié con ilusión devino en una costumbre a la que terminé por aferrarme resignada. Tenía un ingreso digno y tiempo para mi familia, pero no lo que merecía.
¡Cuántas veces salvé a Nancy, la anterior jefa! Juicios complicados, auditorías y un sumario que le hubiera costado el pellejo. Siempre recibía un “Gracias, Helena” y una sonrisa de compromiso. Yo era “de hierro”: útil. Otras, “de oro”: simplemente valiosas.
Así que cuando Nancy se jubiló, ungió a Angélica como sucesora. Favoritismo, unos movimientos en Recursos Humanos, contactos de su “Angie” ante el Director y adiós mi ascenso.
Dámaris y Eugenia… La rubiecita de sonrisa infinita y la pelirroja de ojos verdes y hoyuelos en las mejillas… Fuimos juntas de vacaciones, las invité a mi casamiento… Apenas Angie asumió, se alinearon con ella.
¿Y Luna? Veinteañera, morocha, sensual e inteligente, pero inexperta al principio. Debí acompañarla a sus primeras audiencias porque temblaba como una hoja. Le enseñé todo. Me pagó yéndose con las otras dos.
Angie obtuvo el cargo y un séquito. Yo quedé confinada estrictamente a mi funcionalidad.
Me pregunté si cambiaría algo con la llegada de Josefina. Me bastó mirarla: rubia, alta, ojos grandes, delicada… «Pobrecita, se la van a comer viva», pensé.
Consideré utilizarla como peón. Una suerte de escudo contra las demás, un instrumento para “limar” a Angie.
Para evaluar su potencial, le compartí un caso que estaba trabajando. Quedé sin palabras. Tenía un enfoque global, equilibraba aspectos procesales y de fondo e invocaba fallos de la Corte Suprema con facilidad. Para responder a un planteo de inconstitucionalidad, me sugirió un artículo sobre los contornos de la actividad reglamentaria y, al analizar los fundamentos de la otra parte, aplicaba certeramente nociones de argumentación y filosofía jurídica.
Era un arma de doble filo: sería mi aliada o mi enemiga. A mediano plazo, podría convertirse en la “nueva Helena” y entonces mi futuro quedaría entre signos de interrogación.
Decidí correr el riesgo y acercarme a Josefina, pero no fue fácil. Dámaris y Eugenia desplegaron su simpatía, Luna la invitaba a tomar café. Angie la medía. Hacían todo para alejarla de mí.
Por un lado, la integraban; por otro, con sutileza, le hacían entender que debía “pagar el derecho de piso”.
—¿Para qué Helena le explica todo eso a Josefina? Si Angie le va a dar tareas administrativas —preguntó Dámaris. Eugenia y Luna reían.
Yo las fulminé con la mirada. Jose bajó la cabeza.
Unos días después, tuvimos un inconveniente en la red. Sebastián, el chico de informática, tímido, rellenito y callado, vino como siempre. Llegó, saludó y Jose le sonrió. Él le correspondió.
—Ay, Sebas, vení a mi compu. ¡Porfi! —dijo Luna abrazándolo y llevándolo a su sitio.
«¡Caradura! El pobre pibe se derrite por vos y jamás lo miraste», pensé indignada. Giré la cabeza buscando a Jose: no estaba.
La encontré llorando en el baño.
—¿Qué te pasa, Jose?
—Nada —respondió tratando de recomponerse.
—Algo pasa. Si querés, le contás a la jodida. Porque te dijeron eso de mí, ¿no?
—Sí… Aunque vos no sos así. Pero ellas…
—Son unas yeguas —dije y la hice reír.
—¿Qué es eso? —preguntó cuando abrí mi cartera.
—Dos regalos para vos. Tomá este candado. Yo tengo otro igual. Cuando lo deje abierto, significa “Tenemos que hablar”. Cuando esté cerrado, “Cuidate”. Va a ser nuestro código.
—Gracias. ¿Y el otro?
—Una baraja del tarot y un manual de uso.
—¿Creés en eso? —preguntó sorprendida.
—Menos que en el horóscopo. Lo importante es que las viboritas sí creen. No me soportan, pero tampoco me enfrentan. Así que el viernes voy a invitar café para todas y vos, Jose, les vas a tirar las cartas…
—¿Qué?
—Cada cual proyecta lo que quiere ver. Ahí vas a conocer quién es quién, a qué le temen, cuáles son sus puntos débiles y…
No pude continuar: Jose, emocionada, me abrazó con fuerza. Algo parecido a la felicidad me invadió y pensé:
«Conozco este lugar. Otro lugar: nosotras. Y en este, ellas no entran».
SIGNIFICADO DE TÉRMINOS Y EXPRESIONES RIOPLATENSES UTILIZADOS EN EL RELATO:
Para quienes pudieran no estar habituados con algunas expresiones, por las dudas aclaro su significado.
“Limar”: desgastar, socavar.
“Pagar el derecho de piso”: expresión utilizada cuando una persona es nueva en un trabajo. Podría significar que tiene que demostrar su valor, pero en la práctica significa que tiene que soportar algunos destratos, cargar con tareas que otros consideran menores o que no quieren hacer y que no debe quejarse. En algunos ambientes es una suerte de “precio” a pagar para ser considerado parte de él.
Porfi: modo informal y abreviado de “por favor”.
Jodida: persona complicada, conflictiva, que potencialmente puede ser mala, tener malas actitudes, ser antipática o ejecutar algún acto malo y perjudicial.
Yegua: expresión que, en el contexto del relato, es despectiva. Es un (des)calificativo femenino que significa que son ruines, perversas, miserables, insidiosas y que gozan de hacer maldades.