Literautas - Tu escuela de escritura

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Desconocida - por ArtemisHarmoniaR.+18

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Siempre me había sentido orgulloso de mi trabajo. Desde que estaba en la universidad, me apasionaba por conocer lugares nuevos y gente experimentada en el campo del turismo. Ahora, ya habían pasado unos cuantos años, desde entonces, y mi profesión seguía llenándome de felicidad en cada recorrido que planificaba como guía turístico.

Aquel día no fue diferente. Un pequeño y variado grupo venía por el recorrido del cementerio histórico, el cual era bastante solicitado. Me presenté ante el grupo, mientras inesperadamente vi al cielo mirando una bandada de pájaros volar. Una abuela, quien formaba parte del grupo tomó mi brazo para traerme de vuelta al presente. Sonreí.

Comenzamos la caminata por el campo santo, apreciando la belleza surrealista con la que estaban decoradas algunas tumbas. La abuela volvió a llamar mi atención, hablándome en un idioma que no comprendía, mientras señalaba un punto en un mapa que trazaba la ruta intransitable dentro de aquel cementerio. Le dije que no iriamos por allí. Ella asintió amablemente.

Seguimos recorrido, mientras los visitantes hacian preguntas, tomaban fotografias e intercambiaban sus ideas entre sí. Noté una extraña emoción, que mezclaba alegría y nervios a la vez. Traté de razonar sobre aquel sentimiento, pero pronto fui nuevamente interrumpido en
mis pensamientos por aquella señora que no se despegaba de mi lado y que ésta vez me animaba a seguir por un sendero túpido de arbustos y árboles. La curiosidad fue mayor, así que decidí dar un descanso al grupo, mientras me aventuraba a seguir a la señora por el sendero aquel. Sus ojos brillaron; tomó mi mano y, para mi sorpresa, llegamos hasta un mausoleo con un angel dando la bienvenida. Vimos los nichos, algunos de ellos vacios. Otros tenían nombres que me eran familiares: Tania, Micaela, Isabel, Julieta, los nombres de mis ex novias que venian a mi cabeza estaban escritos sobre las tapas del cemento gris y antiguo de los nichos.

Distraido mientras miraba los nombres y recordaba las desgracias de mi vida, sentí un dolor que me atravesaba la espalda, puse las manos en mi pecho mientras se llenaban de sangre. No escuché el disparo. Mis ojos vieron a la abuela sonreir mientras caí de bruces contra la fuente. – Soy la abuela de Erica, a la que no quisiste lo suficiente. Esta es su venganza.- fueron las últimas palabras que escuché.

Mis ojos se cerraron, pero sigo viendo la escena, y el cuerpo, y a la abuela. Y pensando cómo el asesinato se había consumado, sin yo saber quién era la tal Erica.

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