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El caso del merthiolate - por OcitoreR.
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El inspector, una abuela. Le apodaban doña Marple porque se parecía al personaje de Agatha Christie, sin embargo, la similitud era nula. Díganme Nacha—les decía a todos. No le hacían caso.
Doña Marple llevaba una gorra de los Bulls de Chicago, lo hacía porque uno de sus nietos era fan de Jordan, se vestía de forma muy modesta y parecía una adolescente encorvada y flaca. Su ayudante, el carnicero Pedro, un gordo bonachón, era su mano derecha en todas las investigaciones ocasionales en las que la amable anciana ofrecía su ayuda para resolver cualquier tipo de asesinato.
Esa tarde llegaron a una vecindad en la que vivían varias personas. El inquilino del cuarto había fallecido de forma misteriosa. Era un hombre bajo de pelo castaño que había trabajado de guía de turistas en sus ratos libres en el centro de la ciudad. Estaba tendido en el suelo sin rastros de violencia y tenía un mapa en la barriga.
—Mire, tiene un mapa del centro de la ciudad y hay una cruz de color azul…
—Sí, Pedro, lo veo. Es el Monte de Piedad, ¿qué significará eso?
—No lo sé, doña Marple, pero ¿cuál cree que haya sido la razón del crimen?
—Por lo que veo, es posible que lo hayan envenenado, tiene la cara de color verde y…
—Sin embargo, permítame decirle que es pintura, más bien tinta de ¿bolígrafo?
—Pero, ¿qué dice usted? Si se refiere a que parecen rayones, ese es el efecto que deja ese tipo de sustancia al actuar en el organismo.
—Doña Marple, ¿a qué tipo de sustancia se refiere?
—Le llaman merthiolate verde y…
—¡¿Está usted en su sano juicio?! El merthiolate verde es un antiséptico inofensivo para curar heridas leves, raspones y todo tipo de arañazos.
—Ya lo sé, don Pedro, pero ese medicamento tan inofensivo contiene tiomersal, una especie de mercurio y como sabe, este elemento es altamente venenoso, sobre todo para personas tan sensibles como este joven.
—Sí usted lo dice, entonces que así sea, pero eso no me lo trago, no soy tan tonto, ¿sabe? Seguro que hay otro motivo por el que se chifló este cuate.
—Empecemos por buscar las pruebas. Coja con cuidado ese frasco pequeño que está a su derecha, métalo en una bolsita y guárdelo, después búsqueme todas las huellas digitales que encuentre en la habitación, hágale una foto al fiambre desde todos los ángulos y procure no mover ningún objeto.
Doña Marple pidió que le prepararan un café con unas campechanas. Unos minutos más tarde se le unió don Pedro. No hablaron mucho, intercambiaron miradas cómplices y se dijeron frases en clave. Pidieron que les llevaran papel y un bolígrafo para hacer el reporte oficial. Escribieron sus conclusiones y apuntaron los nombres de los posibles sospechosos.
El guía no vivía solo, era casado y trabajaba en casa, menos los fines de semana. Su trágico final había llegado el sábado a las diez de la mañana. En la habitación de al lado vivían unos jóvenes: Mario y Luis que todo el día jugaban en el ordenador o veían el móvil, por eso no se habían enterado de nada. En otra habitación vivía un matrimonio, la señora Carina y su esposo. En la última habitación dos abuelos, uno carnicero y una ex maestra del colegio que estaba jubilada. También había una niña traviesa de nombre Maribel que siempre inventaba cosas para tener ocupados a los demás, era muy flaquita, llevaba el pelo largo y se hacía trenzas, su mente era precoz.
—Sí—dijo doña Marple—, ella es la ejecutora y el asesino intelectual es el mismo guía.
—Pero ¿cómo se atreve a decir eso? Señora. La niña es tan inocente como un santo. Hace mal en culparla.
—No, mi querido amigo. Las personas con aspecto angelical, a veces no son tan buenas como parecen. Mire, ella tenía las manos manchadas de tinta, sus huellas estaban por toda la ropa y cara del hombre y además los testigos oyeron el plan que fue así como se lo voy a contar.
Maribel, yo me hago el muerto. Tú me pones este mapa en la panza con una marca para despistarlos. Luego, me pintas con este plumón en la frente la palabra mercurio. Yo me tiendo en el piso y tú dejas el frasco de merthiolate en el piso cerca de la cama. Después te manchas con este papel carboncillo las manos, dejas huellas por todos lados.
Entró Maribel y preguntó: ¿lo has adivinado ya, abuelita?
Comentarios (2):
warriorV
18/12/2025 a las 22:35
Cuate, me he convertido en una estatua de sal, como la mujer aquella que no pude evitar la curiosidad en Sodoma ¿o fue Gomorra? bueno, qué más da. Por cierto ¿el tío la palmó? hece falta ser tonto, pero tonto,tonto. salu2
Ocitore
19/12/2025 a las 08:15
WarriorV, gracias por pasarte a leer esta historia. Esta vez no me inspiró mucho el reto y no se me ocurrió más que este juego de detectives de la abuela con su nieta. Los sospechosos son toda la familia, la víctima es el pobre tío que tiene que soportar los caprichos de la sobrina y la abuela, además de tener que ingeniárselas para matar el tiempo. Saludos.