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Fantasmas del pasado - por ManelR.
El invierno de 1952 había teñido Barcelona de un gris persistente. El aire húmedo del puerto se mezclaba con el humo de las fábricas y el olor a castañas asadas que vendían en las esquinas. En medio de esa ciudad que aún cicatrizaba las heridas de la guerra, trabajaba Julián, un joven guía turístico que acompañaba a pequeños grupos de extranjeros por las callejuelas del Barrio Gótico explicando historias, algunas inventadas.
Julián llevaba siempre consigo un gastado mapa de la ciudad. No era un mapa cualquiera: lo había heredado de su abuela, una mujer que había vivido la Barcelona modernista y que, en sus últimos años, apenas salía de la pensión donde residían ambos. El mapa estaba lleno de anotaciones en lápiz, con símbolos extraños en lugares como Montjuïc, el puerto y la Plaza del Rey. Julián lo usaba para guiar a los turistas, pero también lo miraba con curiosidad, preguntándose qué secretos escondía.
Una tarde de diciembre, mientras conducía a un grupo de franceses por la Catedral, un hombre alto, con abrigo oscuro y sombrero ladeado, se acercó al grupo. No parecía turista. Se presentó como mister Smith y pidió un recorrido privado. Julián aceptó, aunque algo en su mirada le resultaba inquietante.
Caminaron por las Ramblas, donde los tranvías chirriaban y los vendedores ofrecían flores marchitas. Smith preguntaba demasiado: quería saber sobre sucesos ocurridos en los años treinta, sobre conspiraciones, sobre un famoso asesinato político que había sacudido la ciudad en plena República. Julián, incómodo, respondía con evasivas. Sabía que hablar de esos temas podría traerle problemas.
Al regresar a la pensión, Julián contó a su abuela lo sucedido. La anciana dejó de tejer y lo miró con ojos cansados.
—Ese hombre busca lo que tu abuelo escondió —dijo en voz baja—. El mapa que llevas no es solo un recuerdo. Es la clave de un secreto que nunca debió salir a la luz.
Intrigado, Julián insistió en que le contara más. La abuela suspiró y relató una historia que parecía salida de una novela negra: durante la guerra, su marido había trabajado como enlace para un grupo clandestino. Una noche, tras un tiroteo, desapareció un documento que vinculaba a ciertos políticos con un asesinato en el puerto. El mapa señalaba los escondites donde se guardaban pruebas y armas. Nadie volvió a hablar de ello, pero la sombra del crimen seguía flotando sobre la ciudad.
Julián comprendió entonces que Smith no era un turista cualquiera. Quizá era un espía o un investigador, quizás alguien que quería reabrir viejas heridas.
Los días siguientes, Julián siguió con sus recorridos habituales, pero cada vez que desplegaba el mapa frente a los visitantes, sentía que llevaba entre las manos un secreto demasiado grande. Una tarde, mientras mostraba el Palau de la Música, vio a Smith observándolo desde la distancia. El hombre se acercó y le susurró:
—Sé que tienes el mapa. Entrégamelo y nadie saldrá herido.
Julián se quedó helado. No podía simplemente darle aquel legado de su abuelo. Esa noche, habló de nuevo con su abuela. Ella le aconsejó prudencia.
—Barcelona guarda demasiados secretos. No te mezcles en lo que no entiendes. -Le dijo.
Pero Julián no podía ignorar la amenaza. Decidió seguir a Smith. Lo vio entrar en una taberna del Raval y reunirse con otros hombres. Hablaban en voz baja, señalaban papeles y parecían planear algo. Julián comprendió que buscaban el mapa para recuperar pruebas de aquel asesinato olvidado, quizás para chantajear o para vengarse de alguien.
Al día siguiente, Smith volvió a abordarlo. Esta vez no estaba solo. Dos hombres lo acompañaban. Julián, con el mapa en el bolsillo, los miró con firmeza.
—Este mapa solo muestra la belleza de Barcelona —dijo con voz serena—. Si buscan otra cosa, no la encontrarán conmigo.
Los hombres se alejaron, pero Julián supo que no sería la última vez. Esa noche, tomó una decisión: quemó el mapa en la estufa de la pensión. Las llamas devoraron el papel mientras su abuela lo observaba en silencio. Tal vez había destruido una prueba de conspiraciones y asesinatos, pero también había protegido su vida y la de los suyos.
Aquel invierno de 1952 terminó con la ciudad cubierta de secretos y silencios. Julián siguió siendo guía turístico, mostrando a los visitantes la luz que aún brillaba entre las sombras de Barcelona. Y aunque nunca olvidó aquel mapa ni las palabras de su abuela, aprendió que a veces la mejor manera de sobrevivir era dejar que los fantasmas del pasado se consuman en el fuego.
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