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Donde el viento silba secretos - por Guillermo Cédola

El sol de la tarde filtraba motas de polvo dorado en el salón cuando Leo, Sofía y Mateo irrumpieron desde el jardín, todavía envueltos en sus juegos de exploradores. La abuela Elena,profesora jubilada de historia y dueña de un talento especial para encender aventuras sin moverse del sofá, los recibió con una sonrisa luminosa.
“¡Abuela, abuela! ¡La historia!” pidió Leo, clavándose en su almohadón favorito.
“Perfecto, mis valientes,” dijo ella. “Hoy viajaremos a un lugar donde el viento silba secretos.”
Los niños se acomodaron. Mateo, inquieto, tironeó la manga de la abuela. “¿Va a haber monstruos?”
“No. Peor: habrá misterios.”
Con una ceremonia discreta, desplegó un mapa antiguo sobre la mesa. El papel amarillento crujió como si despertara de un sueño largo y pesado. Sobre él, líneas rojas dibujaban la inmensidad de la Comanchería.
“Este mapa,” explicó la abuela, “perteneció a una caravana que desapareció hace más de un siglo.”
Los chicos se tensaron.
“Pero, abuela… si la caravana desapareció, ¿cómo lo tenés?” preguntó Sofía.
Elena sonrió con picardía. “Muy buena pregunta. De hecho, es la que cualquier lector atento debería hacerse.” Les guiñó un ojo. “Mi abuela decía que una historia puede tener misterio, pero no agujeros. Así que acá va la explicación oficial: un explorador encontró el mapa días después, enterrado bajo una roca, lejos del campamento vacío. Como si alguien lo hubiera escondido a propósito. ¿Contentos?”
Los niños asintieron, sintiéndose cómplices de un secreto.
“Mi abuela —su bisabuela— juraba que este papel no solo mostraba caminos, sino decisiones. Y que había sido testigo de un asesinato.”
Mateo abrió la boca. “¿Quién mató a quién?”
“Nadie lo sabe. La caravana entera desapareció, menos un detalle: una mancha de sangre seca donde encontraron el mapa. Nunca se hallaron cuerpos. Ni culpables.”
Un viento súbito golpeó la ventana.
“Pero lo más extraño,” continuó Elena, “era este símbolo.”
Señaló un pequeño dibujo similar a un sol cuyos rayos eran flechas. “Mi abuela decía que aparecía y desaparecía según quién mirara el mapa.”
Los niños se inclinaron. El símbolo parecía vibrar.
“¿Vos lo ves ahora?” murmuró Sofía.
“Sí. Y eso significa que el mapa está… activo.”
Leo tragó saliva. “¿Activo cómo?”
La abuela tomó su mano y la posó sobre las líneas rojizas. Al rozar el papel, el símbolo del sol-flecha se deslizó unos milímetros hacia el norte.
“¡Se movió!” gritó Mateo.
“Así es. Mi abuela decía que cuando el símbolo se mueve es porque alguien está listo para descubrir la verdad.”
Sofía se abrazó a sus rodillas. “¿La verdad del asesinato?”
“Quizás,” dijo Elena. “O quizás la verdad de quién intentó ocultar este mapa.”
El salón parecía respirar con ellos, como si algo invisible se hubiera acomodado cerca.
“¿Qué pasa si seguimos el símbolo?” preguntó Leo.
La abuela enrolló el mapa de golpe.
“Jamás se sigue un mapa que se mueve solo,” sentenció. “Esos mapas no llevan a un lugar, sino a un momento. Y ese momento siempre quiere repetirse.”
Un silencio denso cayó sobre el grupo. Los chicos escucharon su propia respiración.
Entonces la abuela, suavizando la tensión, se acomodó el chal con un gesto teatral.
“Y ahora sí —dijo—, que no se preocupen mis atentos espectadores… o escuchas, si prefieren llamarse así.”
Sonrió con un brillo amable y misterioso a la vez.
“Un cuento puede esconder enigmas, pero no disparates. Por eso ya saben cómo llegó este mapa hasta mis manos.”
Se inclinó hacia ellos.
“Lo demás… lo demás pertenece a ese territorio donde la verdad y la fantasía se dan la mano. Y como dice un viejo proverbio comanche: ninguna historia es del todo falsa.”
Los niños sintieron un escalofrío dulce, como si las palabras hubieran abierto una puerta que no habían visto antes.
Cuando la abuela guardó el mapa, Mateo notó —sin animarse a decirlo— que el símbolo del sol-flecha se asomaba por el borde del cuero, avanzando apenas… como si buscara otra mano que lo hiciera moverse.

Comentarios (2):

Codrum

19/12/2025 a las 12:17

Hola, Guillermo:

¡Qué texto tan evocador!

Me ha gustado mucho la atmósfera en la que lo envuelves. Los diálogos son tan fluidos y tan claros que me he sentido en el salón con ellos. Y lo mejor de todo, he vuelto a ser niño, sin teléfonos y con imaginación y misterio.

Antes de avanzar en mi comentario, quiero destacar unas cuantas frases que me han fascinado:

Un talento especial para encender…

El papel amarillento crujió como si despertara de un sueño largo y pesado.

“¿Va a haber monstruos?” “No. Peor: habrá misterios.”

Una historia puede tener misterio, pero no agujeros.

Voy a empezar por algo que a lo mejor no he sabido ver: ¿cómo llega el mapa a manos de la abuela?

No estoy acostumbrado a leer “—” en los guiones, y eso me ha chocado. Pero no hizo que me desconectara del texto. Los diálogos son tan sencillos y evocadores que me tuvieron leyendo boquiabierto.

No sé si el final es un poco descafeinado. O simplemente quieres jugar con nosotros y decirnos que todo es una mentira (por lo del dicho comanche).

Me ha parecido que tienes una trama clara y un avance limpio en el relato. Con un ritmo marcado por los diálogos, nos guías por el salón y el misterio del mapa (este es, sin lugar a dudas, la gran fortaleza de este texto, a mi entender).

He visto una elipsis grande. A lo mejor no he sabido ver: ¿cómo llega el mapa a manos de la abuela? Eso me ha chocado. ¿Es ella la exploradora que encontró el mapa? ¿O simplemente no desvela el secreto para hacer cómplices a los niños? Sí, debe de ser eso, como bien dices. Debo de despertar, jeje.

En cuanto a los personajes, me parecen todos muy bien logrados. Destaco a la abuela. Me gusta mucho que toda su sabiduría se la atribuya a su abuela. Lo hace en unas cuantas ocasiones, y eso hace que los niños (y yo, como lector) admiremos más a esa persona.

El narrador está elegido con sabiduría. Deja espacio a la verdadera contadora de historias, que es la abuela.

Me gusta que la historia del mapa sea corta y no empañe el verdadero relato: los niños en el salón, ensimismados con su abuela. Creo que eso hace que no nos olvidemos de ello.

El lenguaje cercano y rico en conocimientos es un acierto para la caracterización de la abuela. Una Indiana Jones en sus tiempos jóvenes o, simplemente, una gran narradora de historias.

Muchas gracias por compartir este relato y llevarme a un salón mágico donde las historias vencen a las nuevas tecnologías y nos llevan a un tiempo donde la sabiduría de la abuela era mucho mejor que la de ChatGPT.

Daniel Calleja

19/12/2025 a las 21:34

Hola, poca cosa que añadir al comentario de Codrum. Una bella historia, hermosamente contada, con una abuela cómplice y amorosa cómo protagonista principal. Felicitaciones. Me pasa lo mismo con las comillas para marcar los diálogos. Sin embargo no me parece que alteren el buen ritmo del relato. Saludos. Nos seguimos leyendo.

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