Literautas - Tu escuela de escritura

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¡Bienvenidas a Ciudad de México! - por Laura P.R.

—Emma, ¿estás despierta?

Eran apenas las ocho de la mañana y el guía turístico nos esperaba en la puerta para ir a desayunar.

Siempre habíamos querido ir a Ciudad de México. Sentíamos que era un lugar lleno de historia, con un toque místico difícil de explicar.

A mi hermana le encantaba viajar, igual que a mí. Teníamos la costumbre de viajar juntas una vez al año. No siempre teníamos el dinero y el tiempo para viajar tan lejos de casa, pero este año pudimos cruzar el charco e ir a un país que nos hacía mucha ilusión.

Abrimos la puerta y allí estaba él: un chico de unos veinte años, de tez morena, con el pelo despeinado y unos ojos marrones que brillaban con la luz del sol.

—Hola, señoritas. Bienvenidas a la Ciudad de México —dijo con entusiasmo Osvaldo—, ¿listas para empezar el día?

Cogimos las mochilas y nos fuimos a desayunar. Osvaldo había elegido un lugar en la Condesa, un barrio lleno de cafeterías, parques y lugares para comer.

Nos sentamos en una de sus terrazas y pedimos nuestro café con leche para aumentar nuestros niveles de energía.

—Si me permiten hacerles una sugerencia, los chilaquiles de este lugar están muy ricos. Es un platillo típico mexicano. Si gustan, los pueden pedir sin picante. No se van a arrepentir.

La verdad es que haber contratado a un guía turístico había sido todo un acierto. Sentíamos que podíamos hacer una inmersión local sin preocuparnos por si habíamos elegido bien.

A mis padres no les había hecho mucha gracia que fuéramos solas a México, pero, sin un poco de aventura, ¿qué nos queda?

La adrenalina me alimentaba. Conocer nuevos lugares me mantenía curiosa y en constante aprendizaje. Quedarme en un solo lugar no era opción; sentía que me perdía mucho de este mundo que nos rodea.

—Miren —dijo Osvaldo mientras metía la mano en su mochila color café y sacaba unas hojas de papel—. Aquí les puse lo más relevante de la Ciudad de México, para que tengan un mapa mental de lo más importante. Hay temas que no vamos a abordar ahora, pero que les pueden ayudar en su estancia en la ciudad y en el país en general.

La amabilidad mexicana me sorprendía. No solo por parte de Osvaldo, sino en general. No importaba el lugar donde nos encontrásemos: siempre recibíamos la sonrisa de algún desconocido. De un desconocido, sí, pero una sonrisa que nos acurrucaba y que nos hacía sentir acompañadas.

Al terminar, nos acercamos caminando a uno de los corazones de la ciudad: El parque de Chapultepec, dividido en varias secciones.

Caminamos hacia el castillo de Chapultepec a paso lento. La subida era más abrupta de lo que podíamos percibir desde abajo. Llegamos arriba sin aliento.

Osvaldo nos contaba la historia del castillo, cómo se aprovechó la altura para defender y vigilar la ciudad.

—¿Y saben? —añadió mientras subíamos unas escaleras—. Tras la independencia de México, el edificio también fue usado como academia militar. Pero pocos años después se convirtió en la residencia imperial de Maximiliano de Habsburgo y Carlota. Se encargaron de hacer grandes reformas para darle un estilo europeo, como pueden ver.

Entramos al castillo absorbidas por todo lo que veíamos.

—¿Y ven esto? —preguntó señalando un documento y unas fotografías expuestas—. Este documento cuenta el asesinato de Colosio, un hombre candidato a la presidencia que fue asesinado a sangre fría. Aquí el tema de la política, la corrupción y la violencia están demasiado presentes en ciertos estados.

Mi cuerpo se tensó por un momento.

—Pero no se preocupen— como si pudiera leer mis pensamientos —. En la ciudad todo está controlado.

Al llegar al balcón del castillo, me quedé mirando la avenida principal desde lejos. Pensé: ojalá mi abuela estuviera aquí con nosotras; le hubiera encantado este lugar.

Mi abuela era una de esas personas sabias, a quien la vida golpeó con una guerra civil y la muerte de uno de sus hermanos. Era una mujer fuerte y siempre nos decía: “Conoce otros caminos, pero nunca te olvides de quién caminaría contigo en los peores días”.

Deslicé los dedos sobre el collar y me dije para mis adentros: “No, abuela, nunca me voy a olvidar de ti ni de los míos. No importa dónde esté; siempre os llevo conmigo.”

Ccomentarios (1):

Codrum

18/12/2025 a las 19:51

Hola, Laura:

¿Terminas así?

He leído el texto con una facilidad sublime. Me ha parecido limpio y muy dinámico. Me gusta el tono y las explicaciones. Nos llevas a México de una y nos haces pensar como la protagonista.
Por ponerte peros:
1- ¿están bien divididos los párrafos? No soy experto pero me parece como que hay muchos punto y aparte. Para mí, me facilitó mucho la lectura, pero no sé si cumple la norma.
2- ¿ qué cuentas?

Ósea me falta algo de la estructura del
Relato. Está muy bien la moraleja final, pero ¿ y la historia?
Nos has guiado por México, nos planteas la duda de que pueda pasar algo en el palacio , y luego…. Luego ¿ qué? Un colgante que sale de ninguna parte, una reflexión ( preciosa) que no viene a cuento y ya.
La frase final es preciosa. Pero se está yendo a unas vacaciones y parece que se está marchando a una expedición al polo norte de Marte.

Dicho eso, ( tómatelo con humor por favor) me reitero en lo primero. Un texto muy sencillo de leer. Muy bien ambientado y la elección del narrador es la adecuada. Cumples con los propósitos del taller , y te has ganado a un seguidor. ( pero no me vuelvas a dejar a medias )

!Buen trabajo !

Por facilidad, si quieres responderme, hazlo en mi texto. No hace falta que lo leas, pero es más fácil de encontrar.

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