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El guía de la sombra - por Madame BovaryR.+18

El guía de la sombra
Aquel día mi vida dio un vuelco definitivo. Como todos los sábados, mi abuela y yo emprendíamos uno de nuestros paseos turísticos por algún pueblo de la Isla. Ella elegía el destino con antelación, planificaba cada detalle con meticulosa ilusión y avisaba a nuestro guía. Esas excursiones eran mucho más que viajes: eran largas conversaciones sin censura. Hablábamos de todo, y mi abuela respondía siempre con franqueza a cada una de mis preguntas.
—Ya tú eres grande; no hay que estar adornando las cosas —decía.
Me gustaba presumir de nuestra relación ante mis amigas. Nos entendíamos de maravilla; juntas, el tiempo parecía volverse ligero.
Abuela contrataba siempre al mismo guía turístico. Con los años habían forjado una amistad sólida. Él era atento, respetuoso y diligente. No solo narraba la historia de los pueblos y sus atractivos, sino que se encargaba de las meriendas, la transportación, las fotografías y de cumplir cada capricho de la señora. Mi abuela confiaba plenamente en él como persona y como profesional. Yo, en cambio, aunque era muy joven, nunca compartí esa confianza. Desde el primer día sentí que algo en él no encajaba, como una sombra que no lograba disiparse. Jamás se quitaba las gafas oscuras, ni siquiera cuando el cielo estaba cubierto de nubes. No me parecía sincero. Aquel día, por ejemplo, se puso visiblemente nervioso al escuchar el noticiero en la radio. Me pareció extraño, pero preferí no comentarlo con abuela.
Esa excursión nos llevó al Viejo San Juan. Subimos y bajamos como se hace en plenas Fiestas de la Calle San Sebastián. El tiempo restante apenas alcanzaba para visitar El Morro y disfrutar de la puesta de sol. Merendamos en la placita de la iglesia San José, nos tomamos fotos junto al Tótem y emprendimos camino hacia el imponente Castillo San Felipe del Morro. Aunque era diciembre y el clima resultaba agradable, yo sentía el aire denso, cargado, como si ocultara un secreto a punto de revelarse.
Compramos los boletos con entusiasmo y recibimos el mapa del monumento. Nos sentamos unos minutos a decidir qué niveles visitar. Mi abuela avanzaba despacio, deteniéndose a acariciar las piedras centenarias y a contemplar la inmensidad del Atlántico. Echaba la cabeza hacia atrás, cerraba los ojos y parecía perderse entre recuerdos o sueños por cumplir. Yo la observaba con ternura, intentando grabar cada gesto en mi memoria. A veces se sentaba a anotar ideas en su pequeña libreta para el libro de memorias que estaba escribiendo. Le ilusionaba profundamente que yo la acompañara en su próxima presentación.
De pronto, noté que los ojos del guía seguían cada movimiento de mi abuela. Su voz continuaba siendo amable y profesional, pero insistía en conducirnos hacia rincones que parecían peligrosos. Me inquietó su atención excesiva a nuestra conversación, aunque me obligué a tranquilizarme. Después de todo, era amigo de mi abuela. Entonces, el guía sugirió que camináramos hasta la Garita del Diablo para tomarnos unas fotos en el escenario de una de las leyendas puertorriqueñas más conocidas de Coll y Toste. Revisé el mapa y dudé: el trayecto era largo, demasiado exigente para mi abuela a esa hora del día. Él insistió y mi abuela, confiada, lo siguió sin cuestionarlo.
A unos treinta pies de distancia me detuve para grabarla de espaldas. Quería conservar para siempre la felicidad que irradiaba y sus palabras entusiastas. Todo ocurrió en segundos. Lo vi a través del lente de la cámara: cruzaron unas breves palabras y, de inmediato, él la empujó muralla abajo. No tuvo tiempo ni de gritar. Una mujer que se acercaba desde el lado opuesto lanzó un alarido desgarrador:
—¡Han cometido un asesinato! ¡Llamen a la policía!
Me quedé paralizada. El guía me miró con lágrimas en los ojos y una tristeza aterradora. Quise gritar, pero solo me salió un grito mudo. Finalmente, con la voz quebrada pero firme, logré preguntar:
—¿Por qué?
No respondió. No se justificó. Tampoco huyó.
Años después, vi un documental sobre el asesino en serie de abuelitas; un guía turístico de gafas oscuras.

Ccomentarios (1):

Clarinete

19/12/2025 a las 14:35

Estremecedor a la vez que atrayente. Me ha gustado el texto.

Felices fiestas
Clarinete

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