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Arqueología para andar por casa - por Verso sueltoR.

Mi abuela me habló muchas veces de aquel viaje con un pequeño grupo de turistas españoles; pasaban todo el día juntos. Estaba enamorada de Egipto, se extasiaba hablando de los templos, las costumbres o la luz, “esa luz de Asuán es como si te mirara Dios”, decía a punto de saltársele las lágrimas. Viajaban con una guía española encargada de la logística, María, y un guía local nativo, Hasani, que de cuando en cuando acompañaba a turistas egipcios a España y hablaba español. Mi abuela decía que Hasani significa hermoso o bueno y que era muy gracioso como fruncía los labios para lograr la sonoridad del castellano al pronunciar, por ejemplo, sala hipóstila en el templo de Karnak o faluca en el lago Nasser. A pesar de ser una gran viajera, nunca volvió a pisar la tierra de los faraones; siempre que le preguntaba por qué, me respondía con evasivas.
Abro con parsimonia los cajones de su cómoda. Voy guardando en bolsas su ropa para buscarle destino más adelante. En el penúltimo cajón solo hay fotos: fotos familiares, muchas de mis padres que murieron en accidente de coche al poco de nacer yo en 2004; fotos con amigos, y las de sus viajes. La mayor parte ya las conozco, me las ha enseñado un montón de veces: selvas, playas, cumbres, ciudades… ; María y Hasani agarrándola uno de cada brazo; fotos del grupo en la cubierta del barco en que navegaron por el Nilo o fumando la pipa de agua en un café… En el último cajón encuentro un batiburrillo de objetos como los que todos coleccionamos a lo largo de la vida, que solo tienen sentido para su dueño: un poema escrito en una servilleta de papel, llaves, un guante, una caja de cerillas, recordatorios de primera comunión,… Me detengo ante una caja de madera cerrada con un candado, un pequeño sarcófago; la abro con la minúscula llave que siempre llevaba al cuello, engarzada en una cadena de la que pendía un cartucho egipcio de oro con su nombre en escritura geroglífica. Dentro, un cuaderno con un mapa turístico a modo de marcapáginas. Es un diario, nunca me habló de él; leerlo, me parece una profanación, no encuentro razones para contrariar su voluntad ahora que está muerta; pero no me resisto al menos a hojearlo. Mi corazón se acelera; me doy cuenta de que busco algo aunque no sé el qué, quizá algo mío de lo que ella nunca me habló.
“Por fin a salvo en El Cairo”, es la primera anotación el 3 de abril de 1977. Pasó mucho miedo en el avión, estaba muy reciente la tragedia de dos Boeing 747 que colisionaron en los Rodeos causando más de quinientos muertos. Quiero seguir leyendo pero cierro el cuaderno avergonzado y le pido perdón mirando al cielo, era muy religiosa, aunque al rato lo vuelvo a abrir. Paso las hojas con el dedo, hay cartas intercaladas en las fechas que coinciden con el matasellos. No las leo, no me lo perdonaría, pero las cuento, catorce hasta febrero del 1979 en que hay una foto con la puerta de Alcalá al fondo y, en primer plano junto a mi abuela, un hombre que no conozco con un niño en brazos envuelto en una toquilla. Hasta 1983 seis cartas más; luego otra foto, ella y el mismo hombre frente al palacio real. La última es de 1985, los dos y un niño en pantalón corto en un parque, quizá “El Retiro”. Más cartas, coincidiendo con las navidades, hasta la última anotación de 1997, tan corta que sin darme cuenta la veo dibujada en mi retina: “Descansa en paz”. Entre las hojas hay un recorte de periódico: “Asesinato yihadista en Lúxor, mueren sesenta y un turistas y un guía local”.
Sin saber por qué, quizá porque acaba de morir Robert Redford, me viene a la mente la frase final de “Memorias de África” referida a la baronesa, “Nunca volvió a África”. Hay cosas irrepetibles, pero esa no es la razón de que mi abuela no volviera, lo leo entre líneas en su corazón de papel enterrado con el ajuar funerario.
Vuelvo a las fotos de la puerta de Alcalá y El Retiro y me miro detenidamente en el espejo mientras mi abuela asiente sonriendo desde ahí arriba. Luego coloco todo otra vez en la caja, meto la llave dentro y cierro el candado: ni más ni menos lo que habría ordenado hacer cualquier faraón.

Ccomentarios (1):

warriorV

18/12/2025 a las 21:32

Bueno, colijo lo que tú has insinuado. Que tu abuela y el guía se amaron y que el canijo de la foto era tu padre. Entretenido. salu2

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