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Un Negocio Macabro - por Wanda Reyes

Web: http://lineasetereasblog.wordpress.com

“Lily Dark murió en este mismo lugar hace diez años”, susurró la guía turística antes de continuar a la siguiente habitación. Los turistas intercambiaron miradas y flashes dirigidos hacia una mancha café, en forma de círculo, sobre la alfombra.

Un estremecimiento me recorrió el cuerpo al estar tan cerca del lugar donde mi abuela había muerto. Madre siempre decía que era una locura volver a aquel sitio, donde —según se rumora— un grupo de mujeres murió empujadas por una entidad oscura, aunque yo siempre sospeché de que se trataba de un asesinato.

El lugar se había convertido en una atracción macabra. Los curiosos llegaban a tomar fotos y a participar en sesiones espiritistas promovidas por el dueño de la casa, quien aseguraba tener poderes psíquicos. Asistí a una de ellas y presencié un espectáculo burdo: la mesa se movía con el vaivén de su pierna y el humo salía desde tubos visibles bajo la estructura. No sabía si la gente disfrutaba la experiencia o simplemente prefería no aceptar que estaba siendo estafada.

Mi propósito, como le expliqué a mi madre, era hablar con la guía turística, sobrina del dueño y única sobreviviente de aquella noche. Al finalizar el tour, la chica le entregó el dinero al supuesto psíquico. A través de una ventana sucia observé cómo él se alejaba hasta un tráiler en el patio y se sentaba a beber cervezas en un sofá viejo, apoyado sobre latas de pintura.

Durante años recopilé la información que pude sobre aquella noche. Mi abuela era joven cuando murió. Tuvo a mi madre a los quince; ella me tuvo a mí a la misma edad, tradición que logré eludir y que ahora, a mis veinte, quiero mantener. A los cuarenta, mi abuela se fue de casa enamorada de un hombre que jamás conocí. Mi madre decía que había algo oscuro en él. Cuando regresaba, la percibía distinta; incluso llevaba un olor que nunca supo describir.

Pasó de ser una mujer fuerte a alguien frágil y sumisa. Cambió su forma de vestir y de hablar hasta que un día no volvió más. Mamá intentó buscarla: la vio predicando en público y otra vez vendiendo pulseras en la calle. Luego dejó de hacerlo. Tiempo después, se enteró de su muerte por el noticiero local. En la morgue se despidió de una mujer irreconocible, delgada hasta los huesos, y se negó a aceptar que fuera su madre.

La guía, Viviana, me vio de reojo y evitó mi mirada. Sabía quién era; no era la primera vez que hacía ese tour. Al terminar la visita, me oculté detrás de la casa, esperando que saliera a lavar el mantel, impreso con un mapa de símbolos, manchado de lo que llamaban ectoplasma, una especie de plastilina infantil.

La alcancé y vi el miedo en sus ojos. Me tomó de la mano y me llevó detrás de un cobertizo.

—Debes irte. Él te puede ver. Sé quién eres y sé lo que buscas. Mi tío propició aquella noche, pero no fue él quien las mató.

—Por favor, veámonos en otro lado. No iré a la policía, solo quiero saber.

Nos temblaban las manos. Asintió y susurró:

—Café Paraíso. A las nueve.

Fui al café aunque aún faltaban horas.

Cuando entró con la cabeza cubierta por un pañuelo, pensé que todo era exagerado para algo ocurrido hacía diez años. Se sentó en silencio, mirando a todos lados con respiración agitada. No sé qué expresión hice, pero rompió en risa, se quitó el pañuelo y pidió un café.

—Estudio actuación. Algún día me iré de ese lugar.
Mi novio me espera en el auto. Te diré la verdad, pero no la repitas: es mala para el negocio.

Los noticieros exageraron. Aquella noche murieron dos mujeres por sobredosis. Llevaban una relación desenfrenada, mezclada con alcohol y drogas. Mi padre vivía con ambas y huyó cuando murieron. El rumor de la secta le sirvió a mi tío para hacer dinero y me contrató para ayudarlo.

—Ayer fingí estar asustada. Pensé que no volverías.

Se rió y bebió su café.

En ese momento entendí por qué mi madre nunca quiso saber más. No quiso manchar el nombre de su madre ni aceptar que había muerto de esa forma, tras abandonar su hogar por un hombre.

Pagué la cuenta y me fui mientras escuchaba la risa burlona de la chica.

Ccomentarios (1):

Guillermo Cédola

19/12/2025 a las 17:08

El texto es atrapante y mantiene muy bien el suspenso hasta el final. La atmósfera de la casa y la descripción del “espectáculo” del psíquico están muy bien logradas, logrando que el lector sienta el escepticismo de la protagonista. Es un relato con una estructura sólida que cierra con un giro realista y humano muy efectivo.
Sólo hay un detalle con la lógica del tiempo: El texto dice que Lily Dark murió hace 10 años y que la nieta tiene 20. Sin embargo, menciona que la abuela se fue de casa a los 40 y que tuvo a la madre a los 15, y la madre a la protagonista a los 15. Si la abuela murió hace solo 10 años, tendría que haber muerto a los 50 años, pero el relato la describe como “joven” al morir y con una historia de degradación que parece haber tomado más tiempo.
Nos seguimos leyendo (si te interesa estoy en el primer lugar de la lista – Donde el viento silva secretos-

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