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Sin respuesta - por Miriam TorresR.
Web: https://historiasdethaisite.wordpress.com
Aquella mañana lluviosa y gélida, el pequeño pueblo en el que nunca pasaba nada se despertó con revuelo. Algunos valientes se asomaban a las puertas y balcones para presenciar la escena. Otros, intentaban acercarse sin éxito, pues ya habíamos cortado todo acceso. Incluso, solicitamos más efectivos ante la magnitud del acontecimiento sin precedentes.
La encontramos siguiendo el rastro de la sangre diluida que se deslizaba por el adoquinado medieval, tendida bocabajo y con una profusa herida en la cabeza. Los servicios sanitarios solo pudieron certificar lo evidente. María estaba muerta.
Se dedicaba a hacer visitas guiadas en los meses de verano, cuando el turismo masificaba las calles poco acostumbradas al trasiego, y alguna esporádica los fines de semana. Natural del pueblo, se trasladó a la capital después de terminar los estudios y volvía para visitar a sus padres con frecuencia. Era una joven muy conocida y apreciada por su carácter cercano y alegre. Sin pareja conocida ni enemistades manifiestas, aunque corría el rumor de que había rechazado un cargo en el Ayuntamiento.
Los agentes de la Policía Científica inspeccionaron el cadáver. Los primeros indicios apuntaron a un ataque por la espalda con un objeto contundente. Tenía los ojos abiertos, la cabeza ladeada y el brazo derecho por encima de la cabeza. La mano estaba entreabierta y la disposición de los dedos indicaba que sostenía algo en el momento de la agresión. A pocos metros encontraron los restos de un papel quemado que la lluvia comenzaba a deshacer, quizá un tríptico o un mapa.
Descansaba frente a la casa de una familia bastante influyente, donde vivía una anciana que mantenía amistad con la fallecida y facilitaba el acceso al patio de la propiedad para mostrarlo en las visitas. La abuela, visiblemente emocionada, contemplaba la escena desde su balcón.
Descartado el robo con violencia, encauzaron la línea de investigación hacia el asesinato. No pudimos encontrar testigos, ya que los hechos sucedieron de madrugada y el aviso se produjo transcurridas horas; no obstante, tomamos declaración a los trabajadores de los negocios aledaños, a familiares y amigos de la víctima, al personal de la Agencia de Turismo y a algunos cargos públicos. También a la señora de la casa de enfrente, que descartamos en la primera ronda debido a su estado de salud y a su colaboración, pues fue quien nos alertó.
Los análisis posteriores tampoco arrojaron nada esclarecedor. No encontraron restos orgánicos en las uñas o ropa de la víctima que pudieran conducirnos hacia un sospechoso, y la lluvia había borrado cualquier huella. El resto de papel calcinado ni siquiera pudo ser objeto de estudio.
Finalmente, a pesar de las numerosas protestas de familiares y ciudadanos, las autoridades decidieron archivar el caso por falta de pruebas.
Los hechos marcaron un antes y un después en mi vida como agente, tanto que me replanteé mi carrera. Cuando ingresé en el cuerpo de la Policía Científica me prometí que mientras esté en activo no quedaría crimen sin resolver.
Acabo de recibir la noticia de que la anciana ha muerto. Ya no podré reabrir el caso.
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