Literautas - Tu escuela de escritura

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La Montaña Rusa - por Daniel Escobar Celis

Cuando intenté salir, mi abuela me detuvo. Su agarre era el de una garra fría. —¿No irás, verdad? No me gusta este día.

Le mostré el mapa, señalando la ruta principal, y le aseguré que iría con cautela. Por supuesto, no le hablé de la senda escarpada ni de la falta de señal. Aún así, pude calmarla lo suficiente como para que me dejase salir, pese a que no podía disimular su inquietud.

Sin embargo, fuera como fuera tenía que salir, pues el recuerdo de Esmeralda me enloquecía. Necesitaba respirar aire fresco.

—¡Cuánto tiempo sin verte Raúl! —Le dije, dándole un abrazo.
—Unos cinco meses desde que vomitaste la barra de la tasca y tuve que arrastrarte hasta tu casa. —Respondió sonriente.
—¡No me lo recuerdes! —Sentí un dolor en el pecho al recordar mi última conversación con Esmeralda— Esa noche me salvaste, habrían desangrado hasta la última moneda en la calle de no haber sido por ti.

Nos pusimos al día tras meses sin vernos. Al llegar al punto de ascenso, el sol brillaba en un cielo despejado. El clima era agradable, pero me sentía tenso.

Un escarabajo esmeralda se posó en un tronco. Una corriente como brazas de fuego recorrió mis venas y lo aplasté de un puntapié.
—¿Que pasó?—Dijo Raúl contrariado.
—Nada camina—respondí con furia aumentando la velocidad—.Me vio con extrañeza, pero de inmediato cambió de tema.

Las conversaciones banales, los cuentos de nuestros tiempo en la universidad, los análisis del fútbol y del béisbol, despejaron mi mente por momentos. Le agradecía su apoyo. Aunque, me inquietaba ese tic nervioso de rascarse la cabeza. Siempre lo hacía cuando estaba incomodo y no sabía como actuar. Aún así seguimos el ascenso hasta el mirador, en dónde nos detuvimos a admirar el paisaje.
—La vista desde aquí es magnífica. Puedo contemplar las montañas y gran parte de la ciudad. Ves, allá está nuestra universidad —le dije señalando las instalaciones con sus característicos techos de teja roja.

—David, lo siento. Pero tengo algo que decirte. —Dijo Raúl, frotándose las manos antes de pasárselas por la cara de manera nerviosa.

Su actitud me extrañó y dio mal augurio.
—¿Que pasó? —Respondí sin poder disimular mi inquietud.
—Lo siento, Pero llevo dos meses saliendo con Esmeralda. No sé cómo pasó, pero empezamos a contactarnos y nos gustamos. 

Me sentí mareado, el vértigo se apoderó de mí y el tiempo se dilató a límites insospechados.

A partir de allí, mis recuerdos se vuelven difusos, solo sé que le di un puñetazo y tras unos instantes de duda e insultos nos enfrentamos a golpes. Lo próximo que recuerdo es darle una patada en el pecho y verlo resbalar hacia el precipicio. Sus ojos llenos de pánico clavados en los míos. El eco de mi voz retumbó en las rocas. ¿Era mi voz? Un olor dulce a tierra húmeda me invadió.

—¡No quise hacerlo, lo juro! — Grite, llevando las manos a la cabeza.
Al voltear vi a un adolescente con los ojos desorbitados y agitado.
—Yo no vi nada, no sé nada. —Dijo antes de darse la vuelta y correr.

Lo seguí por instinto y al alcanzarlo lo lance contra el suelo.
—Te juro que no voy a decir nada, fue un accidente. Daré media vuelta y no me verás de nuevo en la vida, te lo prometo.

No le creí, todos a mi alrededor me traicionaban. Empezando por dos de los seres que más había querido y a quien les había dedicado tanto. ¿Cómo creerle a un mocoso que nunca había visto en la vida.

Al lado de mí, había una roca, y sin pensarlo la estampé contra su cráneo. Se dejó de mover de inmediato.

— He cometido un asesinato. Soy el monstruo. — dije, y la sonrisa nerviosa se sintió como una máscara de hielo.

No sabía que hacer, Pero al ver el precipicio cercano cargue al joven y lo arrojé.

Ahora estoy aquí abrazando a mi abuela que me recuerda que no debía haber salido aquel día. Ella no lo sabe, para todos ha sido un terrible accidente, pero el recuerdo me corroe.

Cada noche veo sus ojos llenos de pánico observando acusadores a los míos. No aguanto mas.

Hoy han descubierto el cadáver del joven. Era un liceista que llevaba varios días perdido.
El sentimiento me destruye y no puedo más. Ahora estoy aquí, frente al policía. Y tras un suspiro, cuento el asesinato con voz tranquila.

Comentarios (2):

Clarinete

19/12/2025 a las 13:16

Hola Daniel, ante todo darte las gracias por el comentario que me has dejado. Repasaré mi texto y procuraré no tener los mismos fallos en el futuro.

Tu texto es muy interesante, el desarrollo de la acción perfecto. Me ha gustado como interesas al lector por el asesinato, el de verdad. El final está muy bien, pero hay una cosa que no llego a comprender. Dices que el joven es un liceísta, no veo como encajar esto, porque podría haber sido cualquier cosa. En fin volveré a leer el texto.

Imagino que serán despistes, pero veo que faltan signo de interrogación, y alguna cosa más, pero sin importancia.

Un saludo y seguiré leyéndote.

Clarinete

Daniel Escobar Celis

19/12/2025 a las 18:35

Vale, muchas gracias por tu comentario. Lo de liceista fue simplemente para dar una marca de que era más jóven que el protagonista del cual se habla que estudió en la universidad. Tampoco es un dato tan relevante.

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