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El mapa que no era - por Moldy Blaston

Nunca supe que mi abuela había sido cartógrafa hasta el día de su entierro. Siempre pensé que había sido bibliotecaria, porque su casa olía a papel viejo, y las paredes estaban llenas de estanterías con libros que nadie parecía leer. Pero cuando el notario me entregó un cofre con su testamento, entendí que mi abuela había tenido secretos. Muchos.
En el interior del cofre había un pergamino enrollado. Era un mapa. Sin embargo, no indicaba montañas, ríos ni senderos. Lo que exhibía eran nombres. Y lo más curioso: eran nombres de personas, todos con la misma letra pequeña y ordenada. En la parte superior una inscripción decía: “Territorio de lo no perdonado."
Al principio creí que era algún tipo de delirio de mente anciana. Hasta que reconocí uno de los nombres: el de mi padre. Luego el de mi tío, y también el de una vecina que había muerto hacía unos años en circunstancias confusas. Abajo, con una tinta más reciente, había un nombre que me congeló la sangre: el mío.
Me reí nerviosamente. Pensé que debía de ser una coincidencia, pero debajo del mapa, en el fondo de la caja, había un sobre con una nota con la misma letra de mi abuela:
"Cuando entiendas el mapa, entenderás el asesinato."
El asesinato. No cualquier asesinato… el asesinato. Esa palabra dio vueltas en mi mente horas y horas. Ningún miembro de mi familia había sido víctima de algo así. O al menos eso pensaba.
Durante los días posteriores dediqué tiempo a indagar sobre los nombres. Todos parecían haber tenido un vínculo con mi abuela. El carnicero, el médico del pueblo, hasta su mejor amiga. Unos habían fallecido, mientras que otros seguían vivos.
Revisé sus objetos antiguos en el ático lleno de polvo. Y allí apareció: una carpeta gris llena de recortes de periódicos. Cada recorte narraba un evento diferente, sin vínculo aparente: un fuego en 1968, un choque en 1973, un suicidio en 1981. Sin embargo, cada uno tenía una anotación manuscrita en el margen: “corregido", “modificado", “cerrado".
Empecé a entender algo que no quería comprender.
Mi abuela, la mujer amable que hacía pastas de anís en Navidad, había estado marcando muertes. No era un mapa cualquiera: era un mapa de culpas. Un registro invisible de lo que ella consideraba justicia. Pero ¿por qué incluir mi nombre?
Decidí visitar al notario de nuevo. Me observó con incomodidad cuando mencioné el mapa.
—Se supone que no debía dárselo —me confesó, bajando la voz—. Su abuela dejó órdenes muy estrictas. Pero cambió de idea tres días antes de morir. Dijo que "ya era hora de que alguien más tomara el control del territorio."
No logré conciliar el sueño en toda la noche. Al despertar, el mapa estaba desplegado sobre la mesa del comedor, a pesar de que yo lo había guardado bajo llave. Además, había un nombre recién escrito con tinta fresca: el del notario.
Creí que me estaba volviendo loco. Corrí a buscarlo al día siguiente. Lo encontré muerto, de un infarto, según el periódico. Pero en el margen del recorte que alguien dejó en mi buzón, alguien había escrito la palabra: "equilibrado."
He intentado destruir el mapa. Traté de quemarlo, pero las llamas no lograban alcanzarlo; se enroscaban a su alrededor como si lo rechazaran. Lo humedecí, lo rompí en pedazos. Nada funcionaba. Entonces comprendí algo: tal vez el mapa no reflejaba lo que mi abuela había hecho, sino lo que yo estaba destinado a hacer.
Esa idea me enfermó. ¿Y si el mapa era… una herramienta? ¿Un dibujo del destino? Si eso era cierto, el nombre siguiente tras el del notario debía aparecer pronto. Lo comprobé cada noche. Tres días después, había un nuevo nombre: mi madre.
Esta vez no esperé. Corrí hasta su casa con el pergamino bajo el brazo. Ella me abrió sonriendo, sin imaginar nada. Mientras yo cogía aire oí un crujido detrás mío. La estufa de gas explotó. Las llamas envolvieron la habitación en segundos. No recuerdo cómo salí. Solo que el mapa permaneció intacto entre mis manos, sus letras brillando como brasas.
Horas más tarde, en el hospital, me dijeron que mi madre estaba muerta. “Un accidente doméstico”, repitieron los médicos.
Al volver a mi casa observé que el mapa mostraba una nota novedosa en el borde inferior, escrita con la letra de mi abuela:
"Bienvenido, cartógrafo."
Y debajo de mi propio nombre, la tinta comenzaba a diluirse, como si estuviera borrándome poco a poco.

Comentarios (4):

Otilia

19/12/2025 a las 12:49

Hola, Moldy, gracias por compartir tu relato.
Me ha gustado tu historia de suspense y fantástica. Bien escrita y de lectura ágil.
Aunque te tengo que decir que no entiendo esta frase: “Entonces comprendí algo: tal vez el mapa no reflejaba lo que mi abuela había hecho, sino lo que yo estaba destinado a hacer.” ¿Por qué? Ya me contarás si te apetece. Gracias.
Enhorabuena. Saludos.

Codrum

19/12/2025 a las 14:22

Hola Moldy,
¿Qué haces en el taller?
Este texto deja, a mi entender, en muy mala posición al resto (y hay muy buenos textos).

Me ha encantado. El corazón se me aceleraba con cada línea. ¡Qué tensión!

La pregunta que te hizo Otilia también me la planteé yo. Hay ahí un pequeño fallo de arco argumental. Lo mismo que con los nombres, cuando el de la narradora aparece. Si lo he entendido bien, ¿todos los nombres de la lista desaparecen? ¿O son solo los que tienen anotaciones?

Tampoco entiendo muy bien donde dice: «Cuando entiendas el mapa, entenderás el asesinato». ¡Pero hay muchos! ¿Qué asesinato? La reflexión que hace al final el protagonista: «sino lo que yo estaba destinado a hacer» se entendería si el texto de la nota fuera: «Cuando entiendas el mapa, entenderás al asesino», dado que él se convertirá en el asesino.

Da lo mismo. El texto tiene un ritmo trepidante que engancha. Dan ganas de volverlo a leer para captarlo todo.
La idea es muy original.
La atmósfera de tensión que le das al texto es la gran maravilla. No puedes parar de leerlo.

La única cosa que me rechinó fue: «Mientras yo cogía aire, oí un crujido detrás de mío».
Creo que este es un fallo que yo también cometo mucho y debería ser «detrás de mí». Pero no estoy 100% seguro; como digo, yo también cometo el fallo.

Otra cosa en esa misma escena: Si la entiendo bien, el hijo llama a la puerta, la madre abre y hay una explosión. ¿Dónde está la bombona que hace el ruido detrás?

Otra cosa que no entendí es de dónde saca la protagonista que su abuela era cartógrafa. No puede ser que sea simplemente una bibliotecaria con secretos. Es un anzuelo muy bueno para el texto. Será que al convertirse él en cartógrafo, sabe que su abuela, además de bibliotecaria, era cartógrafa: una mensajera de la muerte al servicio del mapa.

Gracias por compartir este relato y darme un miniinfarto.

!Buen trabajo!

Si quieres responderme, hazlo en mi texto. no hace falta que lo leas, pero será más fácil encontrarlo.

Moldy Blaston

19/12/2025 a las 21:45

Muchas gracias Otilia y Codrum, muchas gracias a ambos por vuestros comentarios tan detallados y enriquecedores. Habéis captado perfectamente la tensión y el ritmo que buscaba, y vuestras observaciones me ayudan a pulir el relato y a seguir aprendiendo. ¡Un placer compartirlo con compañeros y compañeras así!
Nos leemos!

Codrum

19/12/2025 a las 23:12

Hola de nuevo,
Gracias por la explicación sobre tu relato. Veo que lo tienes muy bien pensado en la cabeza. Son cosas menores como dices, y tienen arreglo. Lo único que la explicación ha sido casi más larga que el texto.
Como tú dices, el texto el términos generales cumple su cometido, pero esas cosas pequeñas hacen que en una lectura detallada pierda fuerza.
Un saludo y nos leemos!

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