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Morfeo,Morfeo - por Tau

Otra larga noche más, un día tras otro en eterna sucesión, el cansancio acumulado y el humor trastornado. Morfeo parece haberme abandonado, así que aquí estoy, en un viejo bar, invocando al antiguo dios bebiendo cerveza y rodeada de unos pocos desconocidos y el taciturno barman.
Desde mi solitaria esquina observo tranquilamente a las lejanas personas…como cuando voy en el metro rodeada de gente de cara triste y aburrida, me imagino la historia de cada uno; en el extremo opuesto, un hombre, de traje, parece un ejecutivo, mueve parsimoniosamente un vaso,ron,tiene la cabeza gacha y lleva un sombrero que le oculta la cara a mi vista. Quizás haya tenido una tensa jornada llena de problemas o le hayan despedido del trabajo, seguramente lleve una vida rutinaria y solitaria, sin interés real por nada ni por nadie. En la barra de enfrente, dos personas,un hombre maduro pero atractivo y una joven mujer de gran belleza; ambos están sentados juntos sin mirarse pero sus manos se rozan levemente…¿una pareja de amantes? puede ser, no puedo ver desde aquí si alguno lleva alianza. Los ojos de la mujer se ven apenados y cansados, los del hombre resignados…a veces el amor se encuentra cuando uno no tiene libertad para disfrutarlo.
El barman se mueve como un autómata,no presta atención a ninguno de nosotros. Puede ser que en su juventud disfrutara de su trabajo, del ajetreo, del ir y venir de mil caras nuevas…pero ya no, hace mucho que se convirtió para él en algo insípido, descolorido como su canoso cabello. Las marcadas arrugas de su cara le hacen parecer mayor de lo que es.Quizás el trabajo que al principio le ofrecía un basto campo de experiencias con el cruzar de gentes de distintos lugares se haya transformado en un mero escaparate a través del cual ve pasar la vida de viajes y aventuras que soñó tener.
Maldito Morfeo. Es hora de volver a las solitarias calles y de andar sin rumbo,con la sola compañía del viento en mis oídos. Dejo el dinero sobre la barra y salgo del local, la puerta al cerrarse produce un suave tintineo. Nadie se percató de mi salida. El ser humano es una cosa curiosa, no es capaz de hacerse a sí mismo invisible, pero sí es capaz de no ver a otros.
Dejaré como siempre que mis pasos me lleven a donde quieran, hasta que el sol disipe la oscuridad y yo vuelva entonces a mi oscuro hogar, buscando el ansiado sueño que me esquiva sin compasión.

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