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¿Cómo podría? - por E

Un café.
En seguida.
Un pequeño y duro intercambio de palabras. Más de lo que había conseguido en toda la noche con Julianne. Ella se miraba las manos desde que habían entrado al local del viejo Phillie. A pesar de todo, parecía más tranquila desde que se habían sentado en la barra del bar. Quizá el cansado camarero se había dado cuenta del gesto de Julianne. Quizá lo notó cuando puso la blanca taza de café encima del mostrador. Él lo miró a los ojos. Phillie sabía no entrometerse donde no debía. Aunque este era un local en el que muchos visitantes habían derrochado alegría y alcohol, ocasionalmente en él también se habían derrochado lágrimas. Phillie nunca traspasaba el mostrador, barrera entre éste y sus clientes. No, pensó que no se había dado cuenta. ¿Cómo podría saberlo ese estúpido viejo?

Julianne y él eran una de las parejas más conocidas en Manhattan. Él y ella parecían siempre una única persona; sus risotadas se hacían siempre una y sus sueños eran los mismos. Recorrían las calles en busca de nuevas diversiones y nuevos amigos con los que compartir agradables veladas en el teatro. Fue en una de estas ocasiones cuando él conoció a Martha. Su relación fue más allá de la simple amistad. Todo ocurría a espaldas de Nueva York. Ambos estaban casados y apreciaban sus respectivos matrimonios. Sin embargo, ninguno tuvo fuerzas para alejarse del otro. Ninguno tuvo la intención inicial de acabar con ello o confesárselo a su pareja. Su relación se convirtió en algo adictivo y pasional que fue haciendo mella en ellos. Julianne pasaba menos tiempo con su marido y éste cada vez se mostraba más extraño en compañía de su mujer. Martha, consumida, decidió apostar todo por su aventura y abandonó a su marido, Walter, en una fría noche de Febrero. Fue Martha la que, inconscientemente, lo buscó a él para contarle lo que había hecho y planear su futuro juntos. Sin embargo, no lo encontró a él. Fue Julianne la que abrió la puerta del apartamento y encontró a una llorosa Martha. Ninguna de las dos tuvo que decirlo; Julianne lo comprendió todo al instante. La mirada de ésta retó a la amante de su marido. Julianne, bajo el umbral de la puerta, vio cómo aquella mujer se daba la vuelta tras susurrar una disculpa y volvía sobre sus pasos para meterse en un descapotable amarillo. Cuando su marido volvió de su trabajo como jefe de editorial, la discusión que tuvo lugar después fue brutal. Lejos de sollozar, Julianne se mantuvo fría, cruel. Se quitó su anillo de casada y se encerró en el servicio. Tras la impotencia de su marido y sus repetidos lo siento, éste le hizo la promesa de que se pondría en contacto con Martha y cortaría todo tipo de relación con ella. Salió de casa dejando a su esposa allí y permaneció horas quieto en la entrada de la oficina de correos sin saber qué hacer. Finalmente se decidió y así lo hizo. O así lo intentó. El telegrama que le dirigió a Martha jamás llegó a sus manos.

Fue esa misma noche cuando el matrimonio se acercó al local de Phillie y él pidió aquella taza de café. Por supuesto, había muchas cosas que el viejo Phillie no sabía. Sin embargo, fue el viejo camarero quien se percató de la presencia del hombre del sombrero y de la mirada que éste había intercambiado con Julianne a la entrada del matrimonio en su local. Fue él quien se percató de que Julianne se acariciaba el dedo en el que antes hubiese llevado su flamante anillo de casada mientras su marido lo observaba a él. Fue el mismo Phillie quien se percató de que aquel hombre del sombrero llevaba una pistola encima.
Por otro lado, él estaba en lo cierto. Phillie ignoraba muchas cosas. El camarero no podía intuir que, después de que él abandonase la casa, Julianne había visto acercarse de nuevo aquel descapotable amarillo desde la ventanilla del servicio. Phillie probablemente ignoraba que fue Walter, y no Martha, quien se bajó del vehículo y quien se entrevisto con Julianne, para después impedir que el telegrama llegase a Martha. Era Phillie el que desconocía que esa pistola que el hombre del sombrero llevaba encima acabaría minutos más tarde con la vida del esposo de Julianne. ¿Cómo podría saberlo ese estúpido viejo?

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