Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

La dama de ahora - por Roberto Padre

El autor/a de este texto es menor de edad

La vidriera parecía explotar dentro de esas iglesias flotantes que se alojaban en los ojos de la dama de rojo.
Y la calle que me separaba; parecía tan distante aquella cafetería que se deslizaba en los ríos negros de la noche.
Sé qué viene allí con ese hombre de sombrero, todos los jueves a las diez y el señor de blanco le sirve un café irlandés. Lo reconozco, puesto que cuando sale con las serpientes que se arrastran bajo las calles, huelo el aroma del whisky.
Estoy tan inseguro de cruzar, especialmente por las rayas de fuego que se forman cuando uno se acerca a una dama de rojo.
Adelanto un pie buscando soltura en mi andar para irrumpir en la cafetería y mi cuchillo duerme.
Ni bien pongo un pie una cadena de espectros negros se adentran por mi zapato y toman de rehén mis recuerdos de Israel. Comprendo rápido que aquellos templos que esconden sus ojos se vuelven míos y el dolor que me corroe.
Trato de percatarme que todavía tengo pies, pero no puedo, es imposible que sienta siquiera algo en mis piernas que parecen haberse vuelto de arena.
Quiero correr por la empedrada, a pesar de no saber bien si no avanzo o es que la cafetería se aleja más y más. De repente, una luz me ciega y desnudo me bamboleo entre las tumbas de basiliscos que mis piernas encienden.
Un tren se avecina sobre mis hombros y las palomas exhalan desde el verde de las cúpulas. Y cada vez más lejos y presumo que no poseo piernas, puesto que me estoy arrastrando como en una apresurada caída hacia adelante. Se me escama la piel y la sed me corrompe cada ideal perfecto. Una sed esmeralda de venganza. Me arrastro ya sin manos y sosteniendo el puñal en la boca.
Me arrebato entre los sangrientos trenes que tratan de asesinarme, pero en mí ímpetu logro saltar rompiendo el vidrio y asesino al hombre de los miércoles, el que vino ayer.
Busco entre la sangre al señor de los jueves. Pero está la dama de roja, desnuda y vestida con mi sangre, a mi lado. Me besa y le quito la cara, asustado y asqueado, como quien no quiere más lo que desea.
Por el vitral del costado está el hombre de los miércoles y más allá estoy arrastrándome buscándome entre los trenes que despiden mi sangre, dejando a la dama ahora desnuda que va muriendo cuanto más me acerco, para llenarse de vida con mi suicidio.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

2 comentarios

  1. 1. Josep García dice:

    ¿Inspirado en Lorca?

    Escrito el 3 mayo 2013 a las 09:17
  2. 2. Sebas dice:

    No Lorca, pero no existen hechos, solo interpretaciones. ¡Gracias por leer!

    Escrito el 3 mayo 2013 a las 23:11

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.