Caza-Noctámbulos - por El Explorador

Caza-Noctámbulos.
La luz fría del aquel local había narcotizado mi alma, una vez más el ritual había comenzado, nunca sospeche que aquello acabaría de esta forma, la maldad volvía del inframundo a poseer el cuerpo de mujer. Aunque al principio me repugnaba, me he acostumbrado a seguir mirando desde la lejanía esperando el desenlace y una noche más la visión junto aquel extraño confirmaba los peores presagios.
Me aparté unos cuantos metros para que no me descubrieran desde el interior y busque la seguridad de uno de los portales cercanos al bar, a esas horas de la madrugada pocos serian los que entrarían en el edificio, así que me acomodé lo mejor que pude a pesar de frió que hacía y seguí observándolos a través del gélido cristal de la cafetería.
Mientras los veía reír como si el pasado hubiese sido borrado por arte de magia iba recordando los días pasados con ella, días felices que se hicieron añicos con la muerte de nuestro único Frank, fue la cruz de la moneda a partir de ese día, todo se volvió agrio y sin sentido, ella empezó a beber cayendo en un precipicio sin fondo y yo…yo me encerré en una celda sin ventilación y sin escapatoria, el aire que respiraba me dolía y cada vez que llegaba a casa la crueldad de los recuerdos sin nuestro hijo, nos dejaba destrozados y rotos, en un estado de semiinconsciencia donde ninguno de los dos éramos capaces de hacer nada para lamer las heridas del otro, fuimos incapaces de dejar un hombro libre para que el otro llorara su amargura, no dejamos un resquicio de cordura en nuestras mentes para ayudarnos mutuamente a superar una situación que se nos fue de las manos.
Y ahora, observándola como bebe con un extraño sin ser capaz de ir a por ella y decirle cuanto la quiero, si decirle que mi hombro es su soporte para sus angustias y que voy a estar a su lado, que me deje ayudarla y todo se solucionara si nos tenemos el uno al otro.
Sigo aquí parapetado en este portal como un cobarde detrás de su trinchera, no quiero exponerme al fuego enemigo, sabiendo que la batalla está perdida, incapaz de arriesgar un poco para conseguir todo… ¡maldita sea este miedo que mi inunda y no me deja respirar!
Ella ajena a mi presencia sigue con su copa en la mano, su pelo pelirrojo y la palidez de su rostro la hacen más bella y hermosa, estúpido pretendiente que a estas horas piensa que es una presa fácil con una buena cartera llena de dinero, que infantiles somos los hombres al ver una hermosa mujer, sola y bebiendo en una madrugada fría.
Fue uno de esos noctámbulos los que acabaron con la vida de nuestro hijo en una noche de juerga y alcohol, cuando se salió de la vía llevándose por delante en el coche donde iban mi padre y mi hijo, muriendo los dos en el acto.
Esta noche habrá una nueva víctima de una mujer que dejo hace tiempo de serlo para convertirse en una caza-noctámbulos. El incauto se quedará con los ojos vidriosos mirando el infinito si saber qué es lo que ha pasado, mientras ella limpiara de sangre las tijeras de sastre de su primoroso costurero.
Y yo desde la lejanía del cristal de un bar, volveré como un cobarde a nuestra casa y como cada noche le preguntarle donde ha estado, sabiendo su respuesta… “En un bar de noctámbulos”