Tres almas - por Anna

Las tres ya, hace casi cuarenta y ocho horas que no duermo. Ella ha sido muy valiente, el depósito siempre impresiona, pero se ha mantenido muy entera. Me pregunto qué tipo de relación tenía con el gordo. No parecía muy afectada pero tampoco indiferente, no sé… nerviosa, si, estaba nerviosa. Claro, es comprensible, encontrar el cadáver de tu jefe es para ponerse nerviosa. Las tres y cinco – Camarero, por favor….

– ¿Otro café?, muy bien, ahora mismo – Vaya pareja… no se han dicho ni media. Si esto es una cita desde luego no va nada bien. No, más bien parecen un matrimonio, tan callados. Ella es guapa, incluso bajo la luz de estos fluorescentes se ve hermosa. Es una lástima, se nota que ha llorado. Seguro que ese cabrón no la trata bien. Tiene pinta de matón, el muy… – Aquí tiene su café. Y la señorita ¿quiere algo más?

– No. No, gracias – No sé qué hago aquí. Debería haberme ido a casa después de reconocer el cadáver, pero el teniente insistió tanto, que si un café me sentaría bien, que no debía quedarme sola después de tan mal trago. Me pareció que resultaría sospechoso no aceptar. Y ahora no sé qué decir, llevamos más de media hora en silencio, sentados en la barra con ese camarero que no nos quita el ojo de encima. ¿Qué estará pensando?, seguro que cree que somos una simple pareja que ha salido a bailar y se toma un café antes de volver a casa. Y el teniente ¿qué debe estar pensando él?. Está muy callado, pensativo, seguro que sospecha algo.

Lo que no acabo de entender es por qué volvió a la oficina. Se había dejado el bolso, dice. Uno no vuelve en mitad de la noche a la oficina porque se haya dejado nada. No… aquí hay algo más. Esta muñeca tenía un lío con su jefe, habían quedado en verse y ella le encontró fiambre. Sí, eso es, tenían un lío. No me extrañaría nada, ella es preciosa y ese tío tenía pasta. Seguro que ella lo hacía por la pasta. O quizás le prometió que se divorciaría y se casaría con ella. ¿Quién sabe lo que un hombre es capaz de hacer por una mujer así?

Dios mío, seguro que sospecha algo, está tan callado – Camarero, por favor, ahora si que me tomaría ese café.
– Aquí lo tiene, señorita. – Por todos los demonios, ese tipo lleva una pipa, es un poli. Debí adivinarlo antes, ese traje barato, esa manera de mirar alrededor antes de sentarse, siempre procurando no darle la espalda a la puerta… son gestos de poli. Estoy en baja forma, antes olía a los polis a kilómetros. Me estoy haciendo viejo. ¿Qué hará esa preciosidad con un poli a estas horas? Mal asunto!

Debería irme ya a casa, antes de que empiece a atar cabos. Si, le diré que estoy muy cansada y me despediré. En cuanto llegue a casa haré la maleta y saldré pitando, tengo que alejarme de aquí antes de que se den cuenta. Mañana, cuando abran la oficina no tardarán mucho en notar que falta el dinero. O, a lo mejor no, con todo el revuelo que se armará cuando sepan que el jefe ha muerto, igual nadie abre la caja fuerte. No seas tonta, en cuanto vean que no apareces pensarán que pasa algo raro y abrirán la caja. Podría llamar y excusarme, después de tanto alboroto y haber pasado la noche en blanco, podría llamar y decir que no iré a la oficina. Eso me dará unas horas, con suerte un día completo. Pero no mucho más, tengo que alejarme y rápido. Tengo que irme ya. Seguro que querrá acompañarme, sería mejor que no lo hiciera pero no sé cómo quitármelo de encima.
– Camarero, podría llamarme a un taxi por favor.
– Oh, no hace falta, yo la acompañaré. Déjeme que la ayude – y de repente me toma el bolso de las manos y se queda parado, mirándome fijamente.
– ¡Caramba! Si que pesa este bolso, ni que llevará piedras. – Su mirada me hiela la sangre, me siento acorralada, sin palabras. Después sonrío y le dedico la más encantadora de mis caídas de ojos.
– Los bolsos de las mujeres, ya se sabe, nunca son suficientemente grandes y siempre te sorprende lo que pueden llevar dentro – Se ríe él también y me devuelve el bolso. ¡Dios mío, que cerca ha estado!

F I N