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Los halcones nocturnos - por Emyl Bohin

Web: http://emylbohin.wordpress.com/

Trooley Woonflied siempre vestía traje gris con un sombrero gris. Los zapatos, el cinturón, la corbata y la banda que rodea la copa del sombrero eran negros. El escaso pelo de sus sienes, así como sus pobladas cejas eran grises; sus ojos, en cambio, eran diferentes, el derecho era gris y el izquierdo negro y ambos divergían, no llegando a saberse con cuál de los dos fijaba la mirada.

Trooley Woonflied no era gran cosa; pero sus zapatos negros, con alzas y su traje gris, con amplias hombreras y variados rellenos, le ayudaban en el duro negocio de detective privado. Cuando decía que tenía buen ojo para la investigación, sus clientes siempre se preguntaban qué cual.

Ahora, Trooley está a punto de concluir un trabajo, un caso difícil de resolver. Le ha llevado más tiempo del que tenía previsto. Había presupuestado para dos semanas de investigación, pero le ha costado más de seis ver juntos a la parejita. En este momento los tiene enfrente suyo y no parecen preocupados, no sospechan que nuestro hombre está al acecho y reuniendo pruebas.

Hace casi dos meses que la Sra. Wonderfly entró en su despacho. Vestía un abrigo grueso de lana, un sombrero tipo cloche y unas enormes gafas de sol que ocultaban la mitad de su rostro. Todo esto le hizo pensar que iba de incógnito. La vio turbada, como si no supiera afrontar esta situación. La Sra. Wonderfly jamás se había visto que en otra parecida, pero haciendo acopio de valor logró sincerarse. También ayudaron las dos copas de licor barato, que para estas ocasiones tiene guardado nuestro detective.

Tenía fundadas sospechas de que su marido, el Sr. Wonderfly, gozaba de un lío amoroso. Este, según le contó la Sra. Wonderfly, llegaba todos los días tarde a casa, oliendo a “Chanson de Printemps” y con manchas de carmín en la camisa. Además de estas pistas, que pueden hacer sospechar a una esposa mal pensada, el Sr. Wonderfly le había comunicado su intención de dejarla para irse a vivir con una tal Rita.

Estamos en Nueva York, en una cafetería de Greeenwich Village. El bombardeo de Pearl Harbour está aún reciente en la memoria de sus habitantes; las calles, a pesar de la cálida noche de agosto, están desiertas. Trooley no tiene mucho dificultades para vigilar al Sr. Wonderfly y a su acompañante. Son los únicos clientes del bar.

Con gran habilidad nuestro detective ha elegido un asiento que no dificulte la documentación gráfica, la prueba concluyente del adulterio, dejando que a través de la cristalera se vea con claridad a la pareja. La situación le incomoda, nuestro detective es consciente de la reciprocidad, él también se siente vigilado. Imagina que un buen huelebraguetas disimularía hablando con el camarero y trata de encontrar un tema de conversación. Pero lo único que se le viene a la cabeza es cómo demonios ha entrado al interior de la barra. Y decide no hacer esa pregunta.

Trooley observa de reojo a la pareja, pero le cuesta imaginar que sean amantes, más bien parece que llevan casados unos cuantos años. De acuerdo, ella es pelirroja y con ese vestido sin mangas y haciendo juego con su pelo, no parece la legítima de nadie y menos a esas horas. Y ¿si lo están dejando? Si ya lo han dejado, si tal vez quiere volver de nuevo con su esposa. Esas caras, esos gestos. Parecen enfadados, huraños. Ella quizá lo ama todavía, pero él… Con estos pensamientos consume el tiempo mientras espera la señal de su socio que le confirme que el trabajo está terminado

Trooley mira a su alrededor y sabe que ya no tienen escapatoria. No hay ni una ventana ni una puerta por la que puedan huir. Mientras, en el exterior, su socio Hopper lleva en su mano izquierda tres pinceles ensartados en una paleta y con su mano derecha da los últimos toques de color a un lienzo que será la prueba definitiva que certifique el encuentro furtivo de la pareja.

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1 comentario

  1. 1. lunaclara dice:

    Me ha gustado mucho la descripcion tan minuciosa del detective y de la señora engañada. La idea de poner a Hooper con las manos en la masa es muy original. El relato engancha desde el principio hasta el final. Felicidades!

    Escrito el 30 abril 2013 a las 22:04

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