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Solo ante el Partido - por RafaWar

Andreas decidió cambiar el recorrido de su infinito paseo de los durmientes sin alma, tal y como él llamaba a sus pernoctaciones en la ciudad por falta de sueño. Era, como cada anochecer, un interminable viaje sin sentido hacia el final de aquél túnel llamado noche. Paso tras paso, la ciudad se fundía en extraños sueños nublados; a veces cálidos, a veces hirientes.
«¿Sería capaz de matar a alguien? –se preguntó–. Lo he visto mil veces en las películas del Partido. Es muy fácil cuando te están haciendo trampa a las cartas, o cuando se meten con tu manera de andar –pensó con determinación–. Leí hace poco que los robots no tienen sentimientos. ¿Podría convertirme en robot? Me cambiaría un brazo por un lanzallamas y nadie me detendría. Sería el amo del barrio. Dirían: “Abran paso a Ser Andreas de Barrionublado.” Me lanzarían flores y me ofrecerían felaciones e hidromiel allí donde fuera a combatir».
La oscura calle le llevó a un cruce de vías entre los distritos Obreros III y Publicistas de alimentos que están perdiendo propiedades. «¡Malditos publicistas! –gritó en pensamientos; quizás en voz alta–. No debí haber probado esas huevas exóticas que ofrecían de parte del Partido. Fue entonces cuando aparecieron estos ruidos en mi cabeza –dijo ya en voz alta hablando con un cartel que rezaba “Phillies” –; aunque haré lo que sea necesario para… –Andreas se quedó inmóvil y, tan desconcertado, que hasta cesaron los ruidos en su cabeza– ¿Dónde estoy? ¿A qué sitio del demonio he venido a parar?».
El estricto toque de queda no permitía que hubiera nadie fuera de sus barracones a esa hora, ni siquiera los que habitaban en casas. Las leyes antiterroristas se habían endurecido desde que aquella niña del distrito de Forja: Cubiertos se equivocase de instalaciones y se metiera a producir en Cucharas soperas, en vez de en Tenedores. «Estúpidos forjadores, tanto metal en el cerebro les impide pensar con claridad. ¿Estará buena la carne humana? ¿Y la de rata?». Andreas estaba orgulloso de su identidad: especialista en sonidos de toque de queda; hecho que le confería total inmunidad para saltárselo cuando quisiera. Al menos, es lo que él creía.
Conforme iba asimilando la situación y volvían a aparecer los ruidos, empezaba a preguntarse qué hacían ellos allí. Debían ser ciudadanos con identidades importantes, o altos dirigentes del Partido. «Si tuviera mi lanzallamas, podría apoderarme de sus identidades y llegar al líder del partido. Podría derrocarlo y acabar con este sistema –pensó mientras recordaba conversaciones en la oficina de especialistas de sonido–. He oído viejas historias y rumores de la vida antes del Partido, de hace ya varias generaciones. O simplemente podría ser su mano derecha, o ser yo el siguiente líder. Tendría más felaciones e hidromiel que si fuera un caballero medieval».
Mientras aparecía el camarero del bar, con uniforme blanco, el cliente solitario miraba cómo coqueteaban el hombre y la mujer que tenía a su lado. «Por su aspecto, el que está solo debe ser un agente de seguridad nivel V del Partido. Será el más difícil de derrotar, por lo que tendré que inmovilizarlo temporalmente y eliminarlo el último. Qué sed me da esto. Al camarero se le ve de nivel III, ya que del nivel V hay muy pocos, y estarán viviendo con el líder. Se mantendrá al margen, a menos que se vea involucrado en la pelea; ya que ya arriesga bastante teniendo el “Phillies” abierto. Me apetece un whisky. En cuanto a la pareja, un empujón al hombre contra la ventana me facilitará unos cristales en su nuca, y me dará la oportunidad de desencajarle el cuello a la zorra que está con él. De veras necesito un whisky. La zorrita debe ser cantante nivel IV del partido, o puede que dama de noche de altos niveles del Partido. Quizás le regale mi semilla antes de matarla. O quizás debería tomarte un whisky e irme a la cama».
En ese momento pasó un coche entre el “Phillies” y Andreas, y vio que un par de jóvenes se alejaban calle abajo, hacia Obreros III. Iban hablando muy animados y no parecían tenerle miedo a nada. «¡Dioses del Partido, me han encontrado!», gritó envuelto en pánico. Los altos mandos y el camarero del bar se percataron entonces de su presencia. «Ya no tengo salida, Voy a entrar». Avanzó decidido hacia la puerta y entró.
– ¿Qué tal, Andreas? ¿Te pongo lo de siempre? –dijo el camarero.

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1 comentario

  1. 1. Eloyzinho dice:

    Me ha parecido muy original. Lo de las “felaciones e hidromiel” me tiene intrigadísimo (sobre todo por lo que respecta a la primera de ellas).

    Escrito el 1 mayo 2013 a las 08:41

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