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Una noche intensa - por Samantha

Una noche intensa.

Dormir en las noches es un lujo que hace años no me doy, aunque las melancólicas notas musicales del saxofón de mi vecino han conseguido en algunas oportunidades, relajarme al punto de que he cabeceado unos segundos, o quizás minutos; pero no más de ahí. Por lo que termino saliendo a deambular por horas, y termino aquí, en el viejo Bar de Phillies con Tom, el cantinero y propietario del lugar por ya casi treinta años.
Cada vez que entraba lo encontraba limpiando el reluciente mostrador que a pesar de los años se ve como nuevo; pero es que Tom, puso mucho cuidado en conservar el lugar lo más originalmente posible. Me senté como de costumbre en la butaca del rincón junto a la barra, en cuanto me vio se me acerco.
— Buenas noches, hermosa —. A todas nos llama hermosas, es un viejo zorro —. ¿Lo de siempre? — Asentí, entonces lo vi alejarse aunque antes se detuvo por el pago de un par de clientes que se marchaban y en su lugar entraban un hombre y una mujer que ocuparon los mismos asientos; algo me llamó la atención, algo no me parecía bien. Ella se veía nerviosa y él aunque calmado miraba constantemente sobre su hombro.
— Aquí tienes hermosa—. Tom había regresado con mi bebida.
— ¿Quiénes son?— Le pregunte haciendo un gesto hacia ellos. Conozco a todos los que vienen a estas horas; pero estos dos son nuevos y extraños, los que visitamos el bar a estas horas somos celosos del silencio y la soledad que ofrece el lugar; pero esta noche en particular los comensales acostumbrados no se encontraban. Se sentía una atmosfera diferente, era cómo si algo se avecinara, incluso Tom, los veía sospechoso.
Una ráfaga de viento frió entro abriendo las puerta de golpe y con la brisa un hombre, fornido usando un sobrero que proyectaba una sombra sobre su rostro, no podía distinguir sus rasgos, aunque pude divisar una cicatriz que surcaba parte de su mejilla inferior derecha hasta perderse por el cuello de su gabardina.
Sentí como si el lugar diera vueltas y se transformara en el bar de los años cincuenta nuevamente, todo era blanco y negro, el color se ausentó y el cigarrillo llenaba el lugar con una nube de humo, de pronto, todos éramos delincuentes de baja calaña.
La sirena de la policía se hizo eco de la fría y solitaria noche, el jefe de detectives hablo por el alto parlante:
— ENTREGATE, EDDY EL MALO. TE TENEMOS RODEADO. NO TIENES ESCAPATORIA — Imagino que se refería al último que de inmediato saco un revolver de su saco y nos apunto a Tom y a mí, mientras arrastraba a la mujer a un rincón cruzando un brazo por su cuello. Ella gritaba, y el hombre que la acompañaba lo enfrento.
— Hice mi parte, ahora déjala ir.
— ¡Mentira, ustedes tiene el dinero, dámelo, o la mato!— Ella continuaba gritando.
— Te lo juro, lo dejamos donde acordamos.
La policía hizo una nueva advertencia; pero Tom, saco de abajo del mostrador un cuchillo que desprendió un brillo cegador directo a los ojos del hombre armado, con rapidez lo lanzo en dirección del delincuente, enterrándosele en un hombro dejando escapar un disparo al aire, fundiendo un bombillo y la mujer corrió en busca de los brazos del primero. La policía actuó rápidamente apresando a los tres rufianes, quienes habían robado unos días atrás una tienda con ayuda de de la mujer quien era empleada del local. Se habían traicionado y la pareja pretendía huir con el botín. Lo que explicaba los nervios de ambos al llegar al bar, sabían que “Eddy el Malo”, los perseguía de cerca.
Tom, había sido lanzador de cuchillos en su juventud en un acto de circo con el que había recorrido el mundo. Por eso, reacciono con tanta precisión. Siempre había contado esa historia; pero yo nunca la había creído, hasta hoy.
—Siempre practico. Uno nunca sabe cuando deba regresar al camino—.Regodeándose con una sonrisa de medio lado.
Escuche un fuerte golpe; desperté espantada y algo nerviosa, el televisor se había quedado encendido y yo dormida mientras pasaban una película de los años sesenta de Ironside. Nunca salí de mi apartamento; vi a mí alrededor, el control remoto se había deslizado de mis manos provocando aquel fuerte golpe contra el piso. En la solitaria y fría noche se escuchaba la suaves y seductoras notas del saxofón de mi vecino. Era lo único real de toda la historia.

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