Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Noctámbulos encerrados - por rakel

Fred miraba a la mujer que tenía sentada al otro lado de la barra con un gesto disimulado de lástima y tristeza. Llevaba 20 años trabajando en el bar y nunca había sentido algo parecido por ninguno de los clientes que acostumbraban a pasearse por la barra en busca de amistad o simple compañía, de un contacto humano del que carecían cuando llegaban a sus casas y se reunían con sus familias. Era irónico, pensaba Fred, lo que para él era un lugar inhóspito, desangelado y frío, su audiencia al otro lado del escenario se reunía en busca de un antiguo hogar añorado con el tiempo.
A esa hora de la noche el local estaba vacío a excepción de ella, delgada, piel casi transparente, suave pelo que le caía ligeramente hacia los lados, rostro ovalado que ya empezaba a marcar pequeñas líneas de preocupación en la frente, estaba muy pálida, y esa palidez se intensificaba con el violento rojo de sus labios. En esos largos meses no había perdido la costumbre de marcar perfectamente cada cualidad de su bello rostro, los labios carnosos y esos ojos oscuros, desafiantes, delineados por el pincel que, como algunas veces había observado Fred disimuladamente, aplicaba a intervalos regulares gracias al minúsculo espejo dorado que siempre llevaba en el bolso, eterno y bregado en mil batallas con su dueña.
Un ruido apenas perceptible hizo que Fred girara la cabeza hacia el cristal que les separaba de la noche fría, húmeda y oscura que ya se había hecho dueña de la calle. Un hombre avanzó hacia la mujer con paso decidido mientras dirigía a Fred un mudo saludo de reconocimiento que éste correspondió con una media sonrisa congelada a mitad de camino, no le gustaba el tipo.
Intentando mostrar despreocupación ante el grado de intimidad entre ellos, Fred fue hacia el otro extremo de la barra y en ese momento se dio cuenta que otro cliente acababa de entrar y se acomodaba frente a la pareja. Un escalofrío recorrió su espalda al reconocer al nuevo visitante. Inmediatamente miró a la mujer, ella también observaba al intruso con expresión asustada.
Fred fue hacia él y le preguntó: – ¿lo de siempre, Ed? -, éste le dirigió una sonrisa cínica y le respondió: – No, hoy es una noche especial, ponme algo más fuerte, confío en ti -.
A Ed siempre le había parecido un tipo siniestro y voluble, y no entendía cómo aquella mujer, frágil pero dura a la vez, se había casado con él. Fred y Ed se conocían desde niños y, a su vuelta al barrio después de 15 años de silencio, Fred ya había podido constatar los efectos perniciosos que lentamente Ed había provocado en aquella mujer hasta que, finalmente, ella le abandonó. La mujer había logrado cierto sosiego con el hombre con el que en ese momento compartía alcohol y tabaco, pero Ed no parecía dispuesto a dar el asunto por zanjado, y ahí estaba, mirando fijamente a la pareja, incomodándola, en una intensa y constante persecución cuyo final nadie podía augurar.
Fred, la mujer, su acompañante… los tres podían oír el tic tac del reloj que desde su privilegiada posición presidiendo el bar marcaba lenta e inexorablemente los tensos momentos que se estaban viviendo. Ed, sin embargo, ajeno a la situación se levantó lentamente y, ensimismado, se puso el cigarrillo encendido en la comisura de los labios y el vaso en la mano; se aproximó a la pareja, inclinó levemente su cuerpo, dejó el vaso en el mostrador. Fred pudo intuir un susurro apenas perceptible en tono tenso y violento que le volvió a provocar ese conocido ligero estremecimiento en la espalda. Segundos más tarde, Ed se incorporó, apagó el cigarrillo a escasos centímetros de ella y, a paso ligero pero tranquilo, salió lentamente del local. Fred le siguió con la mirada y lanzó un hondo suspiro, miró a la pareja, ella tenía el rostro desencajado y miraba al vacío con ojos aterrorizados, él, con el rostro ceniciento farfullaba algo… Rápidamente Fred cogió el teléfono y empezó a marcar con manos temblorosas el número de la policía…

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

3 comentarios

  1. 1. Patriciandr dice:

    Me gusta la idea, las descripciones y la ambientación son acertadas, bajo mi punto de vista. Pero creo que podrías sacarle mucho más partido si revisaras los signos de puntuación. Por el tono del relato, tal vez fuera más adecuado acentuar más las pausas y sacarle mayor provecho al uso de los párrafos.
    Espero no te moleste mi sugerencia. Insisto en que me gusta tu idea y en cómo desarrollas el relato.
    Un saludo!

    Escrito el 1 mayo 2013 a las 01:40
  2. 2. lunaclara dice:

    Me gusta mucho, sí. Es verdad lo de revisar las pausas y los signos de puntuacion. La historia es bastante interesante, y me hubiera gustado saber cual es el motivo por el cual el hombre decide llamar a la policia…

    Escrito el 2 mayo 2013 a las 16:10
  3. 3. rakel dice:

    Muchas gracias por vuestros comentarios. Es verdad que no consigo controlar el tema de los signos de puntuación, pero sigo en ello… En cuanto al final, la verdad es que me gusta dejarlo abierto y que cada uno se imagine qué ha pasado y por qué ese desenlace; pido disculpas si, a veces, igual el final queda demasiado abierto. Me alegro que os guste el relato.
    Un saludo y gracias otra vez por los comentarios, de verdad que son muy útiles.

    Escrito el 3 mayo 2013 a las 17:27

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.