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frio - por hellodea

Los muelles desgastados y oxidados chirrian bajo el colchón acompañando cada movimiento de su cuerpo, intenta no moverse, no hacer ruido. Se encoge una vez mas sobre su propio cuerpo, como si su su afán de no molestar, de que nadie advierta su presencia, de que nadie en este mundo se entere de su existencia, fuera extrapolable a la única manta vieja y sucia que encontró en el armario polvoriento y que usó como única defensa frente al frío extremo con el que esta gran ciudad la recibió hace apenas unas horas. A pesar de que el cansancio hizo mella en su cuerpo hace ya tiempo, a pesar de todos los dolores de su cuerpo, no es capaz de conciliar el sueño, esa noche no. Se mueve despacito, con movimientos cortos, lentos, leves, con paciencia consigue llegar al extremo de la cama e incorporarse. Los muelles siguen sonando bajo su cuerpo, acompañando cada movimiento como si se tratara de una banda sonora insoportable para el oido de cualquier mortal. Y despacio, lentamente, consigue sacar las piernas, primero una, luego otra de la cama y posarlas sobre el suelo helado, duro, sucio y desgastado de la única habitación que ha podido pagar con sus escasos ahorros, y cuyo pago, supondría para ella la epoca de escasez más importante de toda su vida. Mira a su alrededor, encogiendo los hombros, como hace siempre, las paredes húmedas, el armario polvoriento, y el frío siguen acompañándola aquella noche tan larga y seguramente seguirán acompanándola mucho tiempo más. Se levanta de la cama, enrollada en la única manta sucia y se mueve sigilosa hacia la ventana semiabierta que desprende una luz intensa que hace más patentes las manchas de humedad de las paredes y el polvo del armario. Avanza y se detiene una y otra vez, una y otra vez como si fuera un niño a punto de cometer una enorme travesura, en cada parada mira a su alrededor, como si no desease ser vista, pero nadie la acompaña, nadie puede verla, nadie acudirá aunque el ruido de su cama y el de sus pasos se escuchara hasta en la calle, nadie acudiría y eso ella lo sabe, lo sabe. Consigue llegar a la ventana y para mirar a su través aunque para ello tiene que agacharse, doblando sus rodillas, hacerse más pequeña aún de lo que ya se siente. La luz que impregna su habitación proviene de la calle, de un bar cercano. Puede ver como personas como ella toman una copa y escuchan música, ella no la escucha pero puede ver como un hombre solitario,agarrado a un vaso de wisky y sentado en un taburete elegante mueve el pie al son de alguna melodia pegadiza, a veces se deja llevar y mueve también la cintura y los hombros, acompasándose entre sí, la cintura a la derecha y los hombros a la izquierda. También está solo, como ella. De repente se aparta de la ventana, los ojos le brillan, acaba de recordar las clases de baile que recibio en su pueblo, aquellas que cada tarde la hacían que su mundo dejara de ser en blanco y negro y se vistiera de color. Se recoge el pelo con las manos, ya siente menos el frío, deja caer su única manta encima de la cama y deprisa, como si el mundo se acabase se pone encima de su pequeño cuerpo el único vestido, el que ella misma cosió a la luz de las velas del viejo salón de la abuela. La luz de sus ojos sigue brillando, el cuerpo erguido, como nunca se irguió y la sonrisa en sus labios y en su cara. Aprieta con fuerza la llave en su mano y en su mente resuenan las palabras que lleva toda la vida esperando, allá voy.

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