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prefacio - por Roberto

La repuesta fue clara y contundente, no. Tenía mis principios, no los mejores tal vez, pero no por ello iba a quebrantarlos cada vez que necesitara líquido cuando las deudas apretaban. Fue mi primera y única premisa, estar dispuesto a cualquier trabajo, menos que interfiera en la vida matrimonial, no, esos asuntos se pueden resolver de muchas maneras sin la ayuda de un detective privado, y yo no estoy dispuesto a andar persiguiendo mujeres cansadas de estar en casa, y que deciden buscar diversión fuera, o hombres que regentas más los burdeles que su propia casa, y prefieren el atractivo de las muchachas, o su poca implicación, le lanzas una lluvia de papeles y te largas ¿Qué es lo que incita a parejas a buscar fuera, lo que tienen en casa? La única certeza que me queda, que no estoy hecho para la vida matrimonial, y mucho menos para enredarme en una en la que no se me ha perdido nada. Sin embargo no puedo desdeñar la oferta que ha puesto el señor Harris sobre la mesa. Cien dólares por adelantado no se ven a menudo, son cuatro días de trabajo, sin costar los gastos de servicio, y vendrían de perlas para pagar el alquiler de este mes, más doscientos cincuenta por acabar el trabajo, podía sacar una pequeña fortuna, en una época que no está siendo precisamente propicia, pero los principios, no podría ser como Groucho, y cambiarlos si no me gustan.
Me recosté en el asiento, tenía las llaves puestas, pero no había encendido el motor todavía. No sabía si arrancar y salir de aquel maldito lugar, aquella residencia de hombres ricachones, y volver a mi frío apartamento, tomarme un bourbon, y dormir, a la espera de un nuevo día, y quizás de un nuevo cliente, que no me inmiscuya en asuntos de pareja. No obstante allí estaba, sopesando si merecía la pena saltarse las normas por una vez, total, cuando no son las mías, no hay tanto reparos en hacerlo, y precisamente esto me lleva al dilema; trabajo fácil, dinero contante y sonante, y con suerte cabe la posibilidad que los celos le hayan hecho una mala jugada al señor Harris, y su mujer solo vaya aquel garito, a refrescarse el gaznate, sin hacer falta que se eche a los brazos de otro hombre.
Saque un pitillo, inglés, de los que fuma mi casera, encendí un fósforo, y aspire el humo mirando aquel domicilio, ostentoso y llamativo, con esas palmeras presidiendo la entrada.
Sabía a rayos, pero acepte encantado cuando me invitó a uno, y el sabor da igual, lo que me gusta de fumar, es que me ayuda a pensar con claridad, poner los pensamientos en orden, y ahora lo necesitaba. Di otra calada, que me asqueo más que la anterior, y decidí me iba de allí, ya mismo, tire el pitillo por la ventanilla abierta, y roce con los dedos las llaves que estaban puestas, pero alguien se me adelanto.
La señora Harris, salía de su casa bastante arreglada, miraba para la casa repetidamente, en un impulso me agache, mire el reloj, que gracias a dios todavía no había tenido la necesidad de empeñar, y comprobé que el señor Harris tenía buenos motivos para sospechar de su mujer ¿Quién sale de su casa, pasadas las once de la noche, a hurtadillas y arreglada para un gran baile?
La mujer se metió en el coche de su marido y arranco, yo hice lo mismo, manteniendo una distancia segura, me volvió a invadir esa sensación de deslealtad. Lo comprobaría, y después meditaría con la almohada que es lo que haría, se había presentado la oportunidad y no iba a dejarla escapar, esa es otro de mis reglas, y en esta sí que estaba seguro de no saltarla.
La mujer se bajó del coche, y entro en una cafetería casi desértica, solo había hombre, que me daba la espalda, otro hombre apoyado en la barra, al que le tapaba el sombrero, la mujer se sentó a su lado, mientras el camarero le preparaba una copa al primero. Me volví para coger la camera, y cuando pose de nuevo la vista la pareja había abandonado el local y se dirigían calle abajo. Salí del coche dispuesto a seguirles, de perdidos al río. Pasaron por un callejón, y se oyó a los pocos segundos un grito desgarrador, salí corriendo y me encontré a la mujer yaciendo en el suelo, rodeada por un charco de sangre.
Ahora sí, aceptaba aquel caso.

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2 comentarios

  1. 1. lunaclara dice:

    Muy buena pinta! El modo desenfadado de hablar te engancha desde el principio. Has pensado en seguir la historia?

    Escrito el 30 abril 2013 a las 22:11
  2. 2. Roberto dice:

    Muchas gracias.
    Lo cierto es que la idea ya barruntaba con anterioridad, pero me inicie en otro proyecto, parecido, pero creo que con la buena crítica (sorprendente) voy a terminarla.
    Estoy pensando en hacer un blog, donde ir poniendo el transcurso, para que me ayudeis, y me digais en donde fallo.
    Me alegro que te haya gustado, en cuanto termine el blog( que falta poco) os avisare.

    Escrito el 1 mayo 2013 a las 15:59

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