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Cara de trapo - por Casio

Después de la desconcertante noche, Alba con su mente enredada entre suposiciones increíbles, aun seguía balanceando su cuerpo al son de la suave melodía. A su lado,Carlos retorcía nerviosamente una servilleta que tenia entre las manos sin dejar de darle vueltas a lo que les había sucedido o… imaginado, no sabía. Intentaba ordenar los hechos disfrazando sus pensamientos de lógica, pero no acertaba a entender…; bueno, sí, ¿el responsable?…, un muñeco abandonado, deforme y sucio. –¡Increíble!- se decía casi avergonzado-.
El estruendo de una botella estallando contra el suelo los arrancó de sus oscuros pensamientos. El camarero, en cuclillas, recogía los cristales repartidos por el suelo y el reloj avisaba de las rezagadas horas que se iban llevando la noche.

Después de cenar en el “Talione”y, tras una larga y apacible sobremesa, habían decidido dar un paseo de camino a casa .Carlos; encendido de amor y de un exquisito vino, se había declarado abiertamente y Alba, con su mirada clara de niña traviesa, la había recibido con agrado. Caminaban por la ciudad lánguidamente envueltos en la cálida y agradable noche. Al pasar junto a un callejón que se adentraba a su derecha escucharon lo que les pareció un gemido o una voz apagada que salía del interior. Alba apretó la mano de Carlos.
-¿Has oído? Puede que alguien necesite ayuda, pero ¡esa voz! ¡No suena humana! ¡Que espanto!
Carlos, llevándola de la mano la condujo hacia el interior. No se oía nada. Silencio. Solo el crepitar de las basuras fermentando en el calor de la noche. Alzó la voz preguntando si había alguien por allí. Nada. No hubo respuesta. Se dieron la vuelta para marcharse, pero…
-¡Espera! ¿No has visto moverse algo? –dijo Alba señalando hacia delante- ¡Mira, ahí, entre los dos contenedores!
Carlos volvió a preguntar si había alguien. Entre las formas de las sombras se adivinaba un movimiento.
-Pero… ¿qué hay ahí? Parece un pequeño brazo peludo. ¿Qué narices? ¡Alba! No te acerques más, voy a ver…
Cuando se adelantaba para ver más de cerca; un espantajo sucio y pringoso se abalanzó sobre ellos. Paralizados, quedaron mirando bajo sus pies el inerte y tuerto peluche, que parecía mostrar una irónica sonrisa dibujada en su cara de trapo.
Perplejos y espantados, salieron de allí con paso más que rápido hasta que, como náufragos en la noche, se abrazaron a las luces fluorescentes que despedían los amplios ventanales del bar de la esquina, que todavía seguía abierto recogiendo los últimos peregrinos de las sombras.
Cuando entraron, el camarero movió la cabeza en un compendio de \\\"¡hola!, ¿como estáis?, ¿qué queréis tomar?…”. Al otro lado, el único cliente que bebía apoyado en la barra, ni siquiera pareció darse cuenta de su presencia, sumergido como estaba en el profundo deslizar de las notas arrancadas a un saxo triste y solitario.
En las casas de enfrente se empezaban a iluminar las minúsculas ventanas y la noche, como tantas noches, parecía darse por concluida. Pronto en la calle, ahora vacía, se confabularían los sonidos metálicos de las persianas con el gruñir de los motores. A lo lejos, el eco de una sirena que acudía a alguna emergencia cruzaba el silencio.
Alba y Carlos, más juntos que nunca, se miraban atónitos dejando que la mañana los sorprendiera.-¡Iba a ser una noche para no olvidar en mucho tiempo!-

Sobre la barra del bar de la esquina, el camarero recién incorporado a su turno hojeaba el periódico de la mañana. En la página de sucesos se relataba el rescate de un hombre, en un callejón cercano que, tras entrar buscando algo con que taparse, había caído quedando atrapado entre dos contenedores. Que tras horas allí postrado, pidiendo ayuda, se quedó sin fuerza – explicaba el herido–, hasta que en un último esfuerzo por llamar la atención, lanzó un muñeco que tenía a mano en dirección a unas voces que había escuchado; y que después quedó inconsciente.
-¡Vaya!, eso sucedió en el callejón de las basuras de ahí al lado;…y aquella sirena que se oía a última hora… -recordaba Diego el camarero. -¡Pobre hombre! Y si había alguien por allí, ¿Cómo pudieron abandonarlo sin prestarle ayuda? ¡Vaya gentuza!-

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1 comentario

  1. 1. lunaclara dice:

    Sorprendente final! Felicidades!

    Escrito el 30 abril 2013 a las 21:43

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