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Noctámbulos - por Daniel Santos Oliván

Nolan saboreaba su bourbon con hielo despacio, con calma. Le gustaba sentirlo entrar en su boca mientras el sabor comenzaba a subir desde su garganta hasta llenar todo su paladar. No era el primero de la noche y comenzaba a preguntarse qué hacía ahí sentado. El bar se encontraba prácticamente vacío, eran pocos los que se resignaban a ocupar su lugar en la cama. Unos perdedores pensaba Nolan. El silencio, que a punto estaba de quedarse dormido, sólo era roto por el ruido del camarero que limpiaba una barra a la que seguramente debería regresar en pocas horas .

Nolan se fijo entonces en una pareja que se encontraba a escasos metros. Él era un hombre de pelo canoso. Causado más por el estrés que por la edad, opinó Nolan. Era un hombre elegante y la decisión en su mirada le delataba como alguien acostumbrado al poder y la responsabilidad. En su expresión, sin embargo, se leía que no quería estar ahí, que había algo que le incomodaba. Una mujer sustancialmente más joven se sentaba a su lado con una mirada perdida que intentaba reflejar tristeza pero sólo llegaba a mostrar nostalgia. Nostalgia de otros tiempos, de otras personas o, quizás, de cómo era ella misma en otra vida. Nolan no lo sabía y de algún modo eso centró su atención.
—No lo entiendo —dijo la mujer al cabo de unos minutos sin apartar su mirada del infinito—.
—Ya te lo he dicho —agregó el hombre con la misma indiferencia—. No puedo seguir haciéndole esto a mi mujer. Se ha acabado.
—No decías eso hace unos meses, ¿recuerdas? Entonces todo eran flores y bombones. —La mujer hablaba sin un atisbo de lágrimas en sus ojos, ni siquiera había rabia en su expresión. Si acaso una sutil decepción, no en ese hombre en particular al cual parecía haber olvidado ya, sino con todo el género humano—. Me acuerdo de cuando la maldecías a diario. De la manera en la que te robaba la energía vital. De cómo, decías, jamás os habíais entendido. También estaban tus palabras embusteras. Qué diferente era yo y cuánto me querías, repetías. No sé cuánto llegaste realmente a creerte y cuánto a inventar pero me doy cuenta de que jamás lo sentiste. Yo no importaba, tu mujer tampoco. Sólo tú.
—Piensa lo que quieras pensar, mujer —dijo sacando su cartera y arrojando unos cuantos billetes verdes sobre la barra. El hombre sabía que jamás volvería a ver a esa mujer y sin embargo marchó sin ni siquiera dirigirle la mirada.

Nolan se fijó entonces un poco más en la mujer. Era obvio que sus mejores años habían quedado atrás y, sin embargo, la seguía encontrando muy atractiva. Se le notaba el empeño que había puesto por estar guapa. Un fino maquillaje trataba de disimular sus arrugas a la vez que resaltaba sus labios carnosos. Su larga melena, ligeramente ondulada y pelirroja, le caía por detrás de los hombros debajo de la cuál podía apreciarse un apretado vestido rojo que moldeaba su figura. Tiene un buen tipo, pensó Nolan y seguidamente se imaginó con ella. Podía sentir su dedos deslizando la cremallera del vestido mientras advertía su perfume. Notaba el vello de su cuello erizarse al rozarlo con su nariz. Justo cuando podía saborear sus labios, húmedos y cálidos, la escuchó pedir otra copa al camarero. Éste le respondió agriamente que iba a cerrar ya y Nolan se acercó a ella.
—Yo le puedo ofrecerle la penúltima en mi casa —se insinúo Nolan, situado a su espalda y sin perder de vista el preciado vestido rojo.
La mujer apuró su vaso sin dejar permitir que su mirada abandonase el infinito en ningún momento.
—Bah, qué más da—dijo levantándose y sin variar su expresión.
Abandonaron el bar sin mediar palabra y al pisar la calle, un viento helado les azotó la cara. Instintivamente, Nolan abrazó a la mujer. Ella ni siquiera pestañeó.

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2 comentarios

  1. 1. Enrique dice:

    De los mejores de este mes, me ha encantado.

    Escrito el 29 abril 2013 a las 22:11
  2. 2. lunaclara dice:

    Me parece un poco triste, pero esta correctamente escrito. No me gusta esa actitud de la mujer, que le importa todo un pito… Pero, repito, es un relato redondo, que da que pensar.

    Escrito el 3 mayo 2013 a las 15:43

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