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Un trago antes de partir - por Anthony

El autor/a de este texto es menor de edad

Un Trago antes de partir

Tras ir a visitar a mí hermano y haciéndome el conocedor a la hora de regresar termine perdido, a lo que me refugie en un pequeño bar en una esquina, tenia la esperanza de que el dueño pudiera darme indicaciones para llegar a casa o decirme de alguna posada donde quedarme.

—Buenas noches caballero ¿Qué le sirvo?

— Whisky por favor — Hacia horas que no hablaba y mi garganta lo resentía.

— De acuerdo Señor, ahora le sirvo — El dueño parecía un hombre simpático.

El Bar era un lugar bastante acogedor y más en una noche algo fría como la que se vivía en la ciudad, por supuesto no era el único que pensaba eso, la escasa compañía con la que contaba eran posiblemente los rezagados de un mal día.

Junto a la ventana 2 ancianos discutiendo sobre sus hazañas cuando jóvenes, y en la misma barra que yo una mujer llorando a cantaros sobre su Martini, una mujer tan bien vestida en este lugar, solo podía haber una razón para eso, fue plantada y ese fue el primer bar que vio.

— Aquí tiene señor — Pronuncio la coqueta camarera que había permanecido oculta hasta ahora.

— Gracias señorita.

— Si desea algo más, no dude en decirme

Mientras dejaba mi sombrero a un lado, la mesera regresaba atras de la barra para comenzar a charlar con el dueño, que se veía feliz de una plática nocturna.

Esa era una de esas noches perfectas para estar en compañía de una dama, fuera quien fuera, seria especial.

Cuando oí la puerta abrirse gire la cabeza disimuladamente, y ahí estaba esa hermosa mujer de negro que aún me coquetea en sueños ocasionales.

Se acerco a mí tambaleando sus atributos, buscando exaltarlos y llamar la atención.

— Buenas noches señor, Vodka por favor

— De inmediato señorita, tome asiento en donde guste.

Esa bella mujer de negro se acerco a mí y sin pensarlo dos veces tomo asiento a mi lado, parecía no temer compartir un trago con un extraño.

El dueño del local atendió y sirvió personalmente a la dama, era un hombre viejo, pero no perdía la oportunidad de charlar con una
mujer tan hermosa.

— Buenas noches Richard — Escuche fríamente de la mujer.

— Buenas noches señorita — Respondí secamente por el hecho de que la mujer conocía mi nombre pero yo no el suyo.

Por un momento sentí miedo, tal vez ella era un viejo amorío del cual no recordaba, si ese hubieses sido el caso, tal vez, habría regresado a aquel bar.

— Este es un buen lugar, ¿No le parece a si?

— Por supuesto señorita, el mejor al que he llegado. — Su actitud coqueta, en vez de atraerme me hacia sentir algo incomodo — y esta bella dama ¿Tiene nombre?

— En realidad no, pero los humanos me llaman Muerte

— ¿La muerte? — Definitivamente la mujer debía estar algo loca — ¿Usted es la legendaria cosechadora de almas?

Por supuesto yo bromeaba, pero ella parecía ir muy enserio.

— En efecto, yo soy la muerte.

— ¿Por eso es que supo mi nombre apenas me vio?

— Yo se muchas cosas

— Y ¿Por qué la muerte nos honra con su presencia en este Bar?

— Si el alcohol relaja a los humanos, algún efecto deberá tener en mí.

Aquella sonrisa rota, aquellas manos tan finas, esta mujer era el cinismo de la belleza y cuando decía que era la muerte, sus ojos se iluminaban como si estuviera orgullosa de eso.

— Hasta pronto Richard — Se excuso la mujer dejando su vaso y unas cuantas monedas — Nos vemos en algunos años —

La mujer en vez de ir a la puerta fue con la pareja de ancianos, se presento y comenzó una charla que a los pocos segundos finalizo cuando ella dio un beso en la mejilla a uno de ellos.

Pocos instantes después salió tambaleando sus caderas cual colegiala presumiendo su voluptuoso cuerpo.

— Que mujer tan divertida — El ultimo trago de mi Whisky me decía que era hora de irme.

Cuando me levante oí una botella romperse, uno de los ancianos había colapsado y su compañero trataba de reanimarlo, era el
mismo anciano que la mujer había besado.

A pesar de que el lugar era magnifico, nunca regrese por miedo que la muerte quisiera hacerme compañía y compartir otro trago.

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