Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

LA DAMA Y EL CAMARERO - por Abbey

Parecía que, por fin, un golpe de suerte había aparecido para relanzar su maltrecha carrera periodística. Sentado en el interior de su coche, Fernando montaba guardia en la acera frente a la cafetería.
Hacía unos dos meses, la casualidad hizo que, tras una noche de excesos, y para no llegar a casa tambaleándose, decidiera apaciguar el oleaje de su cabeza con un par de cafés bien cargados. El sol hacía rato que había abandonado la ciudad y, en ese momento, la luz se escondía únicamente en los bares de copas, de los que a esas alturas de la noche, estaba ya harto. Por eso, cuando descubrió la cafetería al doblar la esquina, un último arrebato de sensatez le condujo a su interior, esquivando a duras penas a una pareja que salía en ese momento.
El único camarero del local acudió solícito. Se le veía un veterano del oficio: de mediana estatura, más cerca de los sesenta que de los cincuenta pero aún robusto, pelo cano, piel con arrugas testigos de innumerables noches y con una sonrisa de esas que delatan a la gente que disfruta con su trabajo. En la barra, a su derecha, rematando la noche, dos jóvenes reían y hablaban a voces: – te digo que ésa que acaba de salir es Aurora Aldriche, la del programa de televisión- dijo uno.
-Me lo había parecido. Pero, ¿quién era ése con el que iba? Su marido seguro que no era… ¿Será un nuevo amante?
-Vete tú a saber. Estas celebreties no paran. El caso es que la semana pasada los vi a los dos aquí también-. En ese momento, el camarero, con semblante serio, se dirigió a ellos de modo imperativo: -¿Vais a querer algo más? Tengo que ir cerrando-. Los chicos, espantados, se apresuraron a abandonar el local.
Vaya cambio de carácter – pensó Fernando, y a pesar de que el alcohol lo atontaba, su instinto periodístico despertó y anotó mentalmente la información que acababa de oír. Él no había reconocido a la pareja de la que hablaban los jóvenes pero no dejaría pasar la oportunidad. Si la mujer era Aurora Aldriche tal y como decían, estaba teniendo un escarceo amoroso, tenía que conseguir las pruebas que lo demostraran. Sería un bombazo y lo colocaría de nuevo en la primera línea del negocio. Decidió que montaría vigilancia nocturna del establecimiento. Si volvían por allí les estaría esperando.
Apuró su café, se levantó y se despidió con la mano del camarero que respondió al saludo con una sonrisa. -¡Que raro es este hombre!- murmuró para sí.
Y así habían transcurrido los dos últimos meses: sentado en su coche y mirando a través del ventanal de la cafetería. Durante ese tiempo había comprobado que efectivamente Aurora Aldriche acudía todos los jueves a la 1 de la mañana al local. En todas las ocasiones un hombre joven, moreno y bien parecido le esperaba en la barra hablando con el camarero que Fernando ya conocía. La reunión solía durar una hora, durante la cual mantenían una conversación animada de la que hacían partícipe al viejo camarero. Era indudable la confianza y la complicidad que había entre ellos. Pero de ahí no pasaban. Los encuentros empezaban y terminaban siempre de la misma manera: con un beso. Un beso sí, pero uno casto y en la mejilla. Fuera la que fuese la relación existente entre ellos, lo que parecía seguro era que no eran amantes. Eso no se podía considerar una noticia y mucho menos un bombazo.
En una ocasión, entró en la cafetería después de que ellos se hubieran marchado e intentó sonsacarle información al camarero. Al igual que la vez anterior con la pareja de jóvenes, el rostro sonriente del viejo mudó drásticamente hacia un semblante hosco, casi desafiante esta vez. Negó que conociera a la tal Aurora Aldriche esa de la que hablaba y añadió que no le gustaba meterse en la vida de sus clientes, y dándole la espalda, se puso a fregar unas tazas. F entendió claramente que de él no conseguiría nada.
Después de otro mes con la misma rutina e idénticos resultados, Fernando se dio por vencido. No entendía lo que pasaba pero desde luego no era lo suficientemente atrayente como para una primera plana, así que, resignado suspiró, puso en marcha el motor de su coche y volvió a su apartamento.
En ese mismo instante, dentro de la cafetería AA se despedía del camarero y su acompañante: -¡adiós papa!, ¡adiós hermanito!, hasta la semana que viene.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

3 comentarios

  1. 1. Pablo Blanco dice:

    Buen trabajo. Bien hilado el relato. Bien narrado salvando algún que otro error en la puntuación y con un gran final. Enhorabuena 🙂

    Escrito el 1 mayo 2013 a las 19:13
  2. Te devuelvo la visita, muy agradecido por la tuya 😉

    ¡Me ha gustado tu relato! Y eso que está protagonizado por los carroñeros periodísticos, los periodistas del corazón. Aun así, un buen trabajo por parte del periodista y una historia sencilla y sin pretensiones, fácil de leer. Lo que más destacaría, sin duda, es la sencillez y la fluidez del lenguaje que has usado. Has conseguido que no me fije en cómo está escrito, sino únicamente en la historia que cuentas. Un magnífico trabajo como narrador.

    Escrito el 2 mayo 2013 a las 17:33
  3. 3. lunaclara dice:

    Abbey… Tienes que jugar mas con este tipo de personajes: periodistas poco honrados de la prensa del corazon! Son una bomba! Me encanta el camarero, ideal para las noches de insomnio. Personajes perfectos. Muy bien narrado. Felicidades!

    Escrito el 2 mayo 2013 a las 22:50

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.