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En un ánimo sentimental - por Rowen

Sonaba el jazz de You don't know what love is esa noche en el Phillies. El local, casi vacío, veía las horas pasar mientras los clientes dejaban vacíos sus vasos. Entre los hombres, la mayoría de mediana edad, destacaba uno. Era mayor que la media y parecía estar un poco fuera de lugar.
Permanecía sentado en lo más lejano de la barra, y bebía whisky con hielo. Su mirada estaba perdida en el color ámbar del licor, como si entre el hielo y el líquido se hallase una verdad aún no revelada. Bajo el sombrero negro, los tonos plateados de su cabello resplandecían bajo la luz del local bien iluminado. Surcos aparecían ya en su rostro, desde los laterales de la nariz hasta las comisuras de los labios. En su despejada frente, la piel se fruncía dejando un tono severo en su rostro y junto a sus sienes las patas de gallo ilustraban la posible edad del hombre.
Todos giraron el cuello al oír crujir la puerta. Era una tradición saludar con desdén al pobre animal que entrase al refugio que compartían, lugar donde se lamían las heridas. La sorpresa fue que el nuevo cliente no parecía uno de estos pobres diablos. Una preciosa mujer joven entró a dar color al grisáceo escenario de melancolía. Decidida y sin titubeos, fue hasta donde se sentaba el más vetusto de los hombres.
-Es usted un tipo solitario -dijo la joven recién llegada con una sonrisa en los labios. Se acomodó en el taburete contiguo al del hombre.
El hombre, tras el impacto inicial que le dejó aturdido durante unos segundos, continuó bebiendo. Por su mente pasaron muchas ideas, pero fue su indiferencia la que contestó.
-Este lugar está lleno de hombres jóvenes, algunos incluso bien plantados. Vaya a disfrutar de la buena compañía y aléjese del vejestorio -dijo el viejo con sinceridad.
-¿Por qué habría de hacer eso cuando es a por usted a por quien he venido?
La sonrisa con la que la chica decía las palabras le deslumbró. No tubo más remedio que girar un poco con su taburete y girarle la cara. Levantando un dedo, la chica llamó la atención del barman al que le pidió whisky caro.
-¿Qué quiere de mi, pues? ¿Nos conocemos? -dijo el hombre mayor distraído, con los brazos cruzados sobre la barra.
-Usted no me conoce, pero yo a usted sí le conozco bien.
El viejo aprovechó el momento y le echó un vistazo para reparar bien en ella. Era una mujer joven, muy joven, y tenía la tez pálida e inmaculada. Los ojos negros de la mujer hacían juego con el cabello ondulado azabache. Los labios rojos carnosos escondían unos perfectos dientes blancos.
-Por favor, camarero, ¿puede cambiar la canción? Me gustaría que pusiese In a sentimental mood -dijo la mujer con voz amable. El camarero asintió y le hizo caso-. Mucho mejor para la ocasión -susurró.
-Tiene usted buen gusto, señorita. Es de mis favoritas.
-¿Se acuerda ya de mi, entonces? -dijo impaciente.
-Me temo que no, señorita. Refresque la memoria de este viejo.
La mujer cambio la sonrisa por un semblante serio.
-Se acabaron las noches solitarias, Héctor. Se acabó el noctambulismo. Nos vamos a casa -decía cada vez con más dificultad-. A vivir… Por fin juntos…
Las lágrimas empezaron a caer por sus níveas mejillas de escultura clásica. Se tapó la boca con las manos temblorosas y sollozó.
El hombre aún no lograba entenderlo, pero algo le hacía intuir la respuesta. El nudo en la garganta hizo que tardase mucho en expresar algo. Cuando fue a hablar su oxidada mente le dio la respuesta. Y paró. Se quedó con la boca abierta, quieto como una estatua. Había pasado tanto tiempo, tantos años buscando… O quizá intentando olvidar. Había olvidado con el paso de todos esos años el motivo de por qué estaba cada noche en un bar; el motivo por el que no podía dormir cada noche.
-Yo… -dijo el viejo llorando- Yo… Lo siento. Lo siento… Lo siento tanto. Perdóname.
-No te culpo por nada. Fuimos esclavos de las circunstancias -decía ella también entre sollozos-. Se que me querías. Se que me buscaste. Se que me sigues queriendo. Te quiero, abuelo.
Las palabras de amor empujaron a ambos a abrazarse con fuerza, a tocarse y ver si aquello era real o un mero sueño. Como los sueños que había tenido Héctor desde el día en que le quitaron la custodia de su nieta.

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3 comentarios

  1. 1. Enrique dice:

    Buen relato, me ha gustado mucho el estilo y me ha sorprendido el final. Sigue así.

    Escrito el 29 abril 2013 a las 21:26
  2. 2. Eunice dice:

    Me gusta como está narrado el relato. Crea expectativa y llegando hacia el final puedes sentir la emoción de los personajes. Eso si, pese a la edad de los personajes y que al final quede clara su relación, no puedo evitar que me suene a incesto.

    Escrito el 30 abril 2013 a las 09:43
  3. 3. lunaclara dice:

    Tal y como está escrito es verdad que te lleva a pensar que hay un lio entre ambos. Eso es cierto. Por eso hay que tener cuidado con lo que se quiere decir. Pegaba más un amor abandonado de hace tiempo. Por lo demás, está muy bien redactado.

    Escrito el 3 mayo 2013 a las 08:08

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