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Asesino - por Daniel

El autor/a de este texto es menor de edad

Las gotas acumuladas en el techo caían haciendo un sonido tenue pero al mismo tiempo fuerte. Los motorizados pasaban con sus motos en caravana dirigiéndose a la cervecería del viejo panzón Pete.
Después, pasaron un grupo de damas muy hermosas: caras de porcelana, ojos profundos y penetrantes, unas cabelleras rubias y otras morenas, pero todas tenían algo en común: un cuerpo que toda mujer ha deseado tener desde la existencia de la humanidad. Estos hermosos ángeles caminaban con mucha elegancia y esplendor, se reían e iluminaban aquella calle oscura y solitaria. Pero… ¿Qué hacían estos hermosos ángeles en un lugar así? Pues, no eran tan ángeles.
Todas estas hermosas damas iban a exhibir su bello cuerpo en un bar lleno de hombres viejos y cochinos, pero también lleno de funcionarios políticos corruptos que iban con todo el dinero que robaban a gastarlo en cerveza y mujeres, mientras que sus esposas estando en sus casas lujosas confiando en que se amado hombre, quien ellas creen que es fiel, que está preocupándose por el país y trabajando por él.
Mentiras, viles mentiras.
Por eso te estoy contando esta historia. No estoy en el mejor lugar del mundo, me imaginé este lugar oscuro y solitario, pero es más que eso, es tenebroso. Estar todo el día leyendo el mismo libro en un cuarto pequeño encerrado por unas vigas gruesas de hierro que impiden mi libertad. Se preguntarán por qué estoy aquí. Te lo contaré, pero es un secreto y serán pocos los que podrán saber lo que hice… y lo que haré.
Todo fue en aquel día, que en el restaurant Phillies vi caminar a esas hermosas mujerzuelas en dirección al bar Mugh’s en la calle Lincoln.
“¡Vaya que esas mujeres pueden hipnotizar a cualquier hombre!” dice el viejo calvo Ian “¡Si tan solo pudieras ver tu cara!”
El olor a tabaco que permanece en el restaurant Phillies hace que pueda separar mi vista de aquellas mujeres y veo el rostro viejo degollado de Ian. ¡Vaya! ¡Como extraño a ese viejo! Sólo estábamos cinco personas en aquel lugar: un hombro silencioso que tomaba una cerveza, una pareja que le pedían un batido al viejo Ian, y yo. Un hombre que con tan solo verlo podría causar intriga. Muchos decían que era misterioso, y yo sé que lo era. Que lo soy. Podría parecer cualquier hombre tomando una cerveza en aquel restaurant pero mis intenciones eran otras. Por muy oscuras que hayan sido, yo las consideraba correctas y necesarias.
Voltee mi silla y dirigí mi mirada a mi vaso de cerveza, tomé un poco y lo que hice fue pensar en cómo iba a realizar con éxito lo que tenía en mente. Tenía que hacerlo, en aquella noche. Sólo aquella noche.
El perfume exagerado de la mujer que estaba en el restaurant me repugnaba, pero en ese instante supe de dónde venía.
“¿Es usted del gobierno?” dije “p-pues yo soy reportero y me encantaría hacerle unas preguntas” mentí.
La mujer se quedo mirando mi rostro, al principio fue sigilosa, pero después relajó los músculos de su cara y me sonrió.
“Sí, querido hombre. Soy una diputada, ¿qué pregunta vas a realizar?” me dice la mujer de cabello castaño, ojos claros y labios exageradamente rojos.
“Pues… Me encantaría saber qué se ha hecho con el dinero que se ha recaudado con el aumento del presupuesto Nacional” le dije.
La mujer miró al hombre que la acompañaba, y por lo que pude notar era su guardaespaldas.
“Querido hombre, me encantaría responderte pero tengo una pequeña reunión” me dijo.
Sin más palabras, se fue como un animal asustado y cobarde. Le conté a Ian qué iba a hacer, él me dijo que estaba loco, acabaría con un país, pero que él siendo un hombre creyente a la iglesia católica, haría.
Al principio dudé, pero después me llené de fuerzas para poner en práctica lo planeado anteriormente.
Seré breve: Después de hablar con Ian, agarré mi chaqueta y me dirigí al bar Mugh’s, el cuál debía estar lleno de políticos corruptos un sábado por la noche. Al llegar, pude ver a cada uno de esos miserables hombres. Borrachos e infieles, seres detestables por todo un país. Cada mujer bailaba eróticamente en un tubo ubicado en cada mesa. Mientras más dinero daban los políticos, menos ropa tenían. Todas estaban desnudas.
Encontré a mi objetivo, disfrutaba de un baile erótico de una mujer que bailaba en sus partes.
Halé el gatillo y grité: “¡Libertad!”
Q.E.P.D el Presidente, ex-Presidente.

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1 comentario

  1. 1. rakel dice:

    ¡Uf! Mucho enfado contenido… o no. Me gusta la historia porque creo que muestra lo que se quiere transmitir: enfado, rabia y ganas de medidas “drásticas”… y el texto lo logra, ¡felicidades!

    Escrito el 29 abril 2013 a las 17:13

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