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Maldita circunstancia - por Toni V. Fernández

Hoy como todos los días me despierto tarde, llevo tanto tiempo así, que me he acostumbrado a la vida nocturna, a la vida nocturna encerrado en casa. Y es que vivir con esta enfermedad me ha cambiado los ciclos de sueño, si tan solo pudiese sacar la basura sería feliz, pero es pensar en la gente que pudiese haber fuera y me falta el aire. Ahí parados, mirándome, juzgándome y poco más tarde riéndose de mi… malditos! Por eso prefiero estar en casa, mi tía me suele llamar a menudo para ver como estoy y normalmente es la que me trae la compra y limpia el apartamento una vez a la semana, pero desde hace unas semanas que no viene y esto ya es serio, no me queda comida y el apartamento esta hecho unos zorros.
No debería perder el tiempo probándome ropa “por si algún día decido salir”, no vas a salir a ningún sitio, ¡imbécil!, además de esa forma habría menos estropicio en el piso, pues apenas se ve el suelo entre tantas chaquetas, gabardinas, pantalones, sombreros, guantes y bufandas.

¿Qué voy a hacer? Si sigo así moriré de hambre, he intentado llamar a casa de mi tía más veces de las que puedo contar sin que nadie conteste al maldito teléfono, las pizzerías están cerradas y la policía no es una opción, los malditos me haría salir de casa para ir a comisaria, no puedo permitirlo.

Tengo que hacer algo, pero ¿Qué?, tengo mucha hambre, llevo días sin comer, y todo está sucio, ya no puedo engañar al estómago con agua del grifo, esto ya es serio. ¡Pan duro! Creo recordar que mi tía guardaba el pan duro para hacer ralladura y empanar los filetes, eso podría darme un día más de vida, de mi triste y miserable vida. Me dirijo a la cocina desde la habitación, tropiezo con una gabardina que estaba enganchada en el pie de una silla, caigo de bruces al suelo. Genial, ahora me duelen los brazos, no tenía que haberlos apoyado al caer, tendría que haberle hecho caso al médico y amortiguar la caída con algo menos valioso, la cabeza por ejemplo, así con suerte moriría, acabaría mi sufrimiento.

Después de revolcarme en mis propias heces emocionales, me levanto como puedo, me siguen doliendo las manos, más bien las muñecas y continuo mi travesía hacia la cocina entre un mar de ropa que huele rancio. Al llegar me dispongo a buscar aquello que me prolongara la existencia, reviso cajones, armarios, bolsas, el horno e incluso la nevera aun sabiendo que no estaría ahí, no sé qué hacer y empiezo dar vueltas por el apartamento cual padre nervioso ante el nacimiento de su primer hijo, me vuelvo a tropezar con la maldita gabardina.

Es como si mi propio apartamento quisiera poner fin a mi triste estancia en el mundo de la forma más triste y ridícula posible. ¡No! no puedo acabar así, tengo que hacer algo, está decidido, aún tengo algunos billetes de veinte en la cartera, puedo salir comprar comida y volver a casa, es de noche, apenas habrá gente en la calle, si voy con cuidado podre evitar cruzarme con los malditos habitantes de este maldito agujero.

Con algo de ropa, la gabardina, mi sombrero y una bufanda salgo por la puerta, es extraño, el rellano aun estando sucio, parece más limpio que mi salón, bajo las escaleras y empiezo a notar que me falta el aire, me pongo nervioso y la expresión de mi cara se queda atascada a causa del pánico, menos mal que llevo la bufanda, eso me tranquiliza, pero no demasiado.
Salgo del portal sin mirar a ningún sitio más que al frente, ando deprisa, casi corriendo, me cuesta respirar y no es solo por el pánico de salir a la calle, la gabardina y la bufanda me empiezan a agobiar, paro para desabrocharme la gabardina y noto un golpe en todo el cuerpo que me derriba, veo sangre y me tiemblan las manos, me cuesta mantener los ojos abiertos, ¿me han atropellado?, si, eso es, ¡los malditos me han asesinado!, voy a morir, esta no la cuento, aunque tampoco tengo a quien. Al mirar hacia mi edificio veo un bar, ¿un bar? ¿Un bar abierto y prácticamente vacío? ¿En mi misma manzana? ¡Maldición! Tenía la solución justo debajo de casa, he caído en la trampa de los malditos y han conseguido acabar conmigo.
Aun abrigado tengo frio, es el fin, al menos, ya no tengo hambre.

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5 comentarios

  1. 1. Eunice dice:

    Me gusta como reflejas la ansiedad del personaje. Está muy conseguido y es bastante realista partiendo de una enfermedad psicológica. Eso si, el final me ha dejado un poco confusa porque aparece de repente lo que llamas “los malditos” y da la sensación de que no solo ha cambiado de una enfermedad a otra sino de que esos personajes están metidos con calzador para justificar su miedo. Pero en general me ha gustado.

    Escrito el 30 abril 2013 a las 10:30
  2. 2. Toni V. Fernández dice:

    Buenas, gracias por tu comentario, la verdad es que no supe expresar ni explicar bien el final, habiendo recortado la historia de las 1300 palabras al límite establecido.

    Lo explicaré ya que incluso los compañeros que comentaron el texto se quedaron igual con el final.

    Al protagonista lo atropella un coche al haber parado en mitad de la calzada a quitarse la gabardina, el, víctima de su enfermedad “agorafobia” cruza sin mirar por miedo a cruzar la mirada con algún transeúnte y los malditos es como denomina a la gente que el cree que se ríen de el.
    Nadie lo asesina, sólo es lo que el cree.

    Para la próxima intentaré enmendar este tipo de errores entre otros.

    Lo dicho, gracias ^_^

    Escrito el 30 abril 2013 a las 11:40
  3. 3. lunaclara dice:

    Me ha gustado mucho. Transmite realismo: estas ahí, a su lado, sintiendo lo mismo que el siente. No me he enterado del atropello, es verdad, pero lo de los malditos sì lo he pillado. Felicidades!!

    Escrito el 30 abril 2013 a las 21:52
  4. 4. Toni V. Fernández dice:

    Gracias lunaclara, por eso lo hice en “primera persona”, para el siguiente intentaré enmendar mis pifias xD

    Escrito el 2 mayo 2013 a las 07:36
  5. 5. Josep García dice:

    Bastante bien descrita la angustia del personaje.

    Escrito el 3 mayo 2013 a las 09:39

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