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NOCTIS AMBULĀRE - por Patricia

Web: http://deprincesasymeigas.com

Notaba como el viento movía dulcemente su pelo, levantaba ligeramente su falda, agitaba las hojas del pequeño bloc que sostenía entre sus dedos. Sabía que estaba ahí, suave brisa veraniega, templando el aire, amparando la noche, aunque no era capaz de sentirla. No como podrían hacer las cuatro personas de aquella cafetería quienes, al igual que ella, no usaban la noche para dormir. Llevaba minutos observándolas al otro lado de la calle, en la penumbra como quien acecha. ¿Acaso no era eso lo que hacía? ¿Lo que siempre hacía? Al menos, esa noche no era la única.

-Siento haber interrumpido tu boceto –dijo mirando el rectangular cuaderno -. No es mi estilo, no con personas como tú.

Observaba los incompletos trazos de lápiz, unidos para recrear la escena que tenía ante sus ojos.

-Yo también pintaba, hace muchos años de eso. Sé lo que estás pensando, pero parezco más joven de lo que en realidad soy –recorriendo con sus dedos el dibujo -. Aún recuerdo el olor de los óleos, el sonido que hacía el pincel al acariciar el lienzo, lo que sentía al pintar, todas esas sensaciones contrapuestas, sufrimiento y goce a la vez. Cuando perdí esa capacidad ya no pude volver a pintar. Todo se volvió un lienzo en blanco.

Levantó la mirada del boceto, si pudiera dejaría escapar un suspiro.

-Tomé una decisión de la que me arrepiento cada minuto de mi existencia y, créeme, está siendo muy larga. Es cierto que no sabía exactamente lo que daba a cambio, pero no es suficiente consuelo.

Se volvió y miró al hombre de mediana edad que se encontraba a su espalda, inmóvil, mirándola fijamente en silencio como presa de un hechizo.

-Siento no haberte reconocido, de haberlo hecho no te hubiera atacado. Afortunadamente me detuve a tiempo…

Le miró unos segundos, miró profundamente a sus ojos como si leyera en ellos.

-Entiendo tu desconcierto, es difícil asimilar que existimos más allá de un mito – hizo una larga pausa buscando las palabras adecuadas-. Te contaré un secreto, no es por la sangre, es por la vida. Mientras se mantiene caliente en mi cuerpo puedo sentirla de nuevo. Todos los matices que me rodean, todas esas sensaciones. Olores, sabores, si hace frío o calor, si es áspero el tacto de la ropa en mi piel. Mientras sigue caliente creo que mi corazón late de nuevo, la tristeza y la felicidad me invaden al mismo tiempo, y esa necesidad… La misma que hizo que no pudieras evitar pararte, sacar un lápiz y llenar una página en blanco; me llena de nuevo… -algo parecido a la nostalgia la obligó a detenerse-. Se enfría tan rápido… Por eso no puedes dejar de alimentarte. Es tan efímero que hace que lo desees más y más rápido –volvió a mirar al interior de la cafetería, a aquellas personas ajenas a todo-. ¿Te estoy aburriendo?… ¿No?… Eres demasiado amable… Es diferente con personas como tú, vuestra sangre es diferente porque sentís lo que os rodea de otra manera, porque lo veis todo de otra forma. Cuando uno de nosotros se alimenta de alguien como tú, solo siente lo que tú sientes. Para los demás es una droga muy fuerte, a mí solo me recuerda lo que ya no soy, lo que no volveré a ser nunca. Y eso es peor que no sentir nada. Que estar viva solo a medias.

Miró al horizonte, hacía la leve luz que empezaba a asomarse.

-Antes de irme he de confesar que eres uno de mis favoritos. Debo haber sido de las primeras en comprar uno de tus cuadros. Te envidio, aunque no lo creas es así. Te envidio porque tú alcanzarás la verdadera inmortalidad. Teorizaran sobre tus cuadros, sobre quién y cómo eras durante años. Dará igual que no se aproximen ni a un diez por ciento de la realidad, porque esta parte de ti –dijo mostrándole el boceto -, la más importante, no morirá nunca.

Se acercó a él, cogió delicadamente una de sus manos y le devolvió el bloc.

-Me ha gustado charlar contigo. No lo olvidaré aunque tú sí –posó sus ojos en los de él, sus pupilas se dilataron -. No recordarás nada de esto, jamás me has visto, terminarás tu boceto y te irás a casa como cualquier otra noche.

Por último quiso ofrecerle una sonrisa, la más dulce que alguien como ella, que entregó su alma por no morir, por vivir eternamente, podía conceder.

-Adiós Edward, prométeme que nunca dejarás de pintar.

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