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Deseos ahogados en la orilla de una playa. - por Vivir soñando

El autor/a de este texto es menor de edad

DESEOS AHOGADOS EN LA ORILLA DE UNA PLAYA
Me giré al escuchar sus pasos. Era él después de varios meses. Aquel chico que una tarde de verano levantó pasiones y el cual luego desapareció para siempre y hasta hoy.
Le salude como si fuera una de esas personas que saludas por educación ya sea porque es un vecino o bien un antiguo compañero de clase, y seguí caminando hacia delante.
El sol ya se estaba poniendo y me acerqué a la orilla de la playa para comprobar lo bonito que era el atardecer. Precioso y recuerdos son las dos palabras que me vinieron a la cabeza espontáneamente seguidas la una de la otra.
Era precioso ver el atardecer sentada cerca del lugar donde las olas mojaban mis pies mientras se oían las olas que rompían contra las rocas.
Por otro lado estaban los recuerdos, él. Ese al que prácticamente no le he dirigido la palabra minutos antes y con el cual pase un verano fascinante en la misma playa donde me encontraba ahora.

Las olas nos rodeaban mientras los dos estábamos dentro del agua saciando el calor que aquel día de Julio hizo. Salimos del agua cuando ya hacia frío y fuimos a cenar al restaurante donde ese mismo día fuimos a comer. Buffet libre anunciaba un cartel en la puerta, por lo que cada uno podíamos combinar nuestros gustos independientemente sin tener que pedir menos sal o más azúcar al camarero.

Me volví a girar después de ese flashback para comprobar si me siguió hacia allí y estaba a punto de darme un susto con aires cariñosos. Sin embargo, sólo dos mujeres de unos treinta años junto a sus hijos protagonizaban la escena. Me levanté y les pregunte si habían visto a algún chico joven pasear por aquí hace poco. Pero, para mi descontento, me dijeron que no. Decidí abrocharme las sandalias negras a los pies y caminar sin rumbo. Volví a pasar por aquella calle para ver si me lo podía encontrar otra vez como si de una estatua que no se mueve de su lugar se tratase.
No fue así. Entre en cada bar para comprobar su existencia pero no estaba. Incluso el restaurante donde cenamos había cerrado seguro que por la dichosa crisis que nos afecta actualmente. Mi estómago se revolvió y como si una cuerda tuviera dentro se anudó. El hambre no volvió a aparecer en el resto de tarde y al llegar a casa sólo la cama me esperaba con ansias. Observé que nadie me hubiera llamado al móvil y al ser correcta mi suposición, lo apagué y, la noche terminó de caer sobre la ciudad.
Al día siguiente, tenía el objetivo de volver a la playa pero, al levantarme, comprobé que un espeso cielo oscuro empezaba a lanzar gotitas de agua inundando los charcos que se formaban y que yo veía desde mi ventana, por lo que me quede a pasar la mañana en casa entre libros.
En uno de ellos apareció una foto que llevaba buscando hace un tiempo para añadirla al álbum del que la quité. Como esas cosas que solo aparecen cuando menos las buscas, es un incordio pero es la realidad.
Salíamos los dos. Abrazados. Teniendo de fondo la pared de ladrillo del restaurante. Fue de las primeras cenas que hicimos allí.
Cada vez mas condiciones me empujaban a que contactara con él, incluso él mismo parece que se interpuso en mi camino ayer mismo.
No aguanté más. Descolgué el teléfono y marque el número.
Comunicando. Comunicando. Comunicando. Al final lo cogió y, su dulce y masculina voz contesto. Estuvimos varios minutos en silencio hasta que me dijo que ayer tarde creía haberme visto. Lo afirme y le conté todo lo que hice para volver a dar con él. Parecí entender unas risas al otro lado del teléfono, por lo que me relajé.
Después de varios minutos colgamos. Enseguida fui a ponerme lo más fantástica posible. Habíamos quedado a las orillas de la playa.
A pesar de todo, a él también se le notaba un cierto nerviosismo por volvernos a ver.
Salí de casa y llegue lo antes posible. Allí estaba, esperándome como un novio espera en el altar a su futura esposa. Nos contemplamos y, mientras me confesaba que ya no sentía nada por mí, aun con lágrimas, cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.

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2 comentarios

  1. 1. Toni V. Fernández dice:

    Me toco comentar este texto y tal como dije entonces, no me suelen gustar las historias tipo “romantico” pero esta tiene una nostalgia… absorbente.
    Genial, sigue asi.

    Salu2

    Escrito el 30 mayo 2013 a las 11:48
  2. 2. Toni V. Fernández dice:

    Perdon no se en que estaba pensando xD
    No quise decir nostalgia, quise decir melancolia ^_^

    Escrito el 30 mayo 2013 a las 11:49

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